El Sardinero, un estadio condenado por el abandono

Su construcción fue parte del pago por el que el Ayuntamiento de Santander compró el viejo campo de fútbol (y su solar), además de una compensación y la condonación de la deuda. En cuanto a su explotación, es una propiedad municipal cedida a perpetuidad al Racing a través de un intencionadamente difuso y breve convenio. De hecho, esta concesión sine die ha sido una de las grandes trabas para su renovación. Y en eso se escudaron ambas partes para no hacer apenas ningún tipo de mantenimiento en el estadio durante décadas. Solo las modificaciones exigidas por la ley, como la instalación de asientos en los fondos norte y sur y la sustitución de los bancos por asientos en las preferencias laterales cambiaron el aspecto del campo.

La última gran intervención se produjo en 1997, cuando se trasladó la sede social del club del Paseo Pereda a El Sardinero, para lo que se habilitó toda la zona oeste del estadio y se instaló el cartel con el nombre del club, después sustituido, que preside el edificio. Una década después, en 2008, la participación del Racing en la Copa de la UEFA obligó a modificar ciertas infraestructuras, pero se hizo con un presupuesto de mínimos y sin que tuviera excesivo impacto en la imagen y estado global del estadio.

Después la dejadez de arrendador y arrendatario provocó que se deteriorara progresivamente. Ni en la época de Francisco Pernía ni en la 'Era Okupa' se invirtió un solo céntimo pese a los abultados presupuestos que se manejaban. Después, cuando se rescató a la sociedad de su secuestro, el club ya estaba en bancarrota.

En 2017, con el relevo en la alcaldía, el Ayuntamiento, que con Íñigo de la Serna se había negado a cualquier actuación, llevó a cabo las primeras actuaciones. Paralelamente, el propio Racing, o más en concreto el grupo Pitma de Alfredo Pérez y Pedro Ortiz, instaló los enormes videomarcadores que luce el estadio en sustitución de los anteriores, que habían dejado de funcionar.

Se ponía así fin a una de las carencias históricas del campo, en este caso desde su apertura: los deficientes sistemas de marcador y megafonía. Los primeros, unos pequeños rótulos electrónicos. La segunda, prácticamente ininteligible. Fue el propio Racing el que la sustituyó con el paso de los años.

Ahora, con un nuevo contrato formulado como anexo para complementar el anterior, han quedado establecidas las responsabilidades de cada parte. El ascenso del Racing a Segunda División también ha cambiado el contexto. El club ha superado la fase en la que estuvo al borde de la desaparición, tiene más ingresos y debe además cumplir una serie de exigencias de LaLiga. De ahí que, ya con una seguridad legal de quién debe sufragar cada intervención, Casona y club se hayan decidido a dar el paso.

El deterioro de toda la infraestructura, que provocó incluso que los bomberos municipales elaboraran un informe alertando del riesgo para la seguridad vial y del público, motivó en 2017 las primeras actuaciones en la cubierta y fachada, completadas en una segunda fase efectuada en 2019. Entre ambas, el presupuesto superó los 450.000 euros. Ya bien entrado 2019 se remodeló el entorno del estadio, una zona pública y sin ninguna relación con el Racing. La inversión que superó el medio millón.

Coincidió con el regreso del Racing a Segunda, lo que obligó a efectuar mejoras en el estadio para poder regresar a LaLiga. Sin embargo, con el inmediato descenso, algunas de ellas quedaron sin completar. Antes todas las mejoras se habían llevado a cabo a través del voluntarismo, como el pintado de diversas zonas y los trabajos en la planta sótano, donde se ubican los vestuarios.

La sustitución definitiva de todo el sistema de iluminación ha sido la última actuación. En este último caso, por imposición de LaLiga para mejorar la calidad de las transmisiones televisivas y con cargo al Ayuntamiento.