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«No es que uno se levante un día y diga: 'Hasta aquí hemos llegado'. Es algo que vas viendo poco a poco; que cada vez te cuestan más ciertas cosas, y a veces lo que piensas no te sale igual. Son cosas que a veces puedes compensar con la experiencia, pero al final ves que hay que tomar una decisión». Álvaro Cejudo (Puente Genil, 1984) es un sevillano de Córdoba que apura sus últimas semanas en el norte antes de volver al sur, donde vivirá a caballo entre Sevilla y Las Palmas. Allí donde tiene la familia. Y donde su familia tiene familia. Se irá como un verdiblanco más. Ya lo era desde que casi nació al fútbol en el Betis; ese que mira con cierta envidia, aunque no diera sus primeras patadas en Heliópolis. Y lo será para siempre entendido ya en plural: en el verdiblanco del Betis y del Racing, porque cuando se marche de Santander lo hará como capitán y convertido ya en histórico, por mucho que haya estado solo -o nada menos que- tres años en los Campos de Sport.
«Me lo he pensado; me lo he pensado, y cuando todos los caminos conducen al mismo sitio es que ya es la hora». No es ningún drama. Lo dice con la naturalidad que le confiere ese acento cordobés conjugado con el andaluz que ni tres años en Santander ni otros cuatro en Pamplona, y eso es decir muchos, han emborronado. Lugares en los que ha sido feliz y a los que volverá, pero ya de visita. «Yo tengo la suerte de que me han tratado muy bien en todos los sitios en los que he testado -se felicita-, pero la familia la tenemos entre Sevilla y Las Palmas, así que allí volveremos a hacer nuestra vida». Allí y donde le lleve el fútbol, porque la nueva vida de Álvaro Cejudo seguirá girando en torno al balón, al menos si se cumplen sus objetivos. No suelta prenda, pero sí da al menos una pista: «No me veo como entrenador, al menos de momento, porque además hay que tener unos conocimientos y titulación específica -no tiene el carné UEFA Pro y no sabe o no dice si se lo sacará, aunque parece que sí-, pero sí con algo relacionado con el fútbol. Ya sea con chavales, en un despacho, o viendo partidos como eso que los pedantes llaman -mal- scouting, es decir el scout u ojeador de toda la vida. O de otro modo, pero ligado al fútbol. Quiere ir «poco a poco». «Para entrar hay que formarse bien» y esa es «la idea». Así que al tiempo; quién sabe si regresará a Santander en otra faceta. O no. O sí. O ya se verá.
Su primera nueva base estará, salvo nueva oferta laboral, en Sevilla, donde le verán a menudo por un Benito Villamarín que le tira y mira con cierta envidia. Su Betis liderado por el santanderino Sergio Canales en Sevilla, como él es un sevillano-cordobés en Santander. Un Betis que se parece poco al que lo formó y al que le repescó después. Un Betis en crecimiento que tendrá a buen seguro en Cejudo a un espectador habitual, siempre que pueda.
retirada
Mirar atrás no le da vértigo, o al menos no lo exterioriza. Trasciende el tópico y transmite una imagen de hombre tranquilo. Tal vez lo den los 37 años y los tres niños que tiene en casa, pero el caso es que se maneja mucho más allá de la máquina de estereotipos del sur y del futbolista.
Le queda el reto de la retirada, que gestiona con prudencia y afectividad, pero sin dramas. «He estado muy bien en Santander, pero creo que ya es el momento de dejarlo. Son muchos años que lógicamente pasan factura y ahora les toca a los chavales», explica en plena fase de recuento. Una época en la que, dice el todavía 10 del Racing, se repasa la carrera. Se recuerda. Se echa la vista atrás e incluso en ocasiones se cuenta alguna batallita. O al menos se evoca. «Ahora estoy recordando muchos momentos. Cuando se acerca el momento de la retirada te pones a recordar y a contar historias, pero más con alegría que con nostalgia», acota sin dar tregua al dramatismo, porque no plantea así la retirada un deportista que encontró en el Racing un último destino que, aunque lejos de Primera División, su lugar natural como lo es el del Racing, ha sabido exprimir los últimos años como otra fase de crecimiento o de cierre de ciclo, como se prefiera. «Ahora se trata de intentar no presionarme mucho, no pasarlo mal e ilusionarme con nuevos proyectos. Ahora mismo no tengo nada claro, pero tengo bastantes cosillas en mente, y todas ellas relacionadas con el fútbol. Son muchos años y al final es en lo que me he movido en toda mi vida», explica.
Ahora llega otra época. Otra distinta. La vida del futbolista de élite da cierta tregua en la transición, por mucho que Álvaro Cejudo haya tenido que afrontar la recta final en un Racing de economía de guerra. Pero puede pertrecharse para la travesía y se lo plantea de un modo práctico: aprovechar el camino como un destino más. «Ahora toca tener algo de tiempo para disfrutar de la familia -insiste-, y estoy ilusionado con varios proyectos muy bonitos relacionados con el fútbol». No dice cuáles; prefiere ser prudente. Pero los tiene.
la pandemia
En Sevilla se reencontrará con el viejo Cejudo de hace unos años, que era, claro, más joven, y con un Betis en uno de sus mejores momentos. Le sigue y le gusta. No lo esconde. Siente cierta envidia, pero a la vez disfruta del éxito de un club que, como ya el Racing, siente como suyo. «Hombre, cuando uno ve cómo está el Betis ahora claro que da envidia. Le hubiese gustado vivirlo a cualquier futbolista. Está en un momento muy bueno y en claro crecimiento de unos años para acá. Pero, de todas formas, más que envidia lo que siento es alegría, porque conozco mucha gente allí que ha estado en los momentos difíciles y que ahora está disfrutando. Se lo merecen».
Se marchará por cierto de Santander Álvaro como un histórico pese a no haber jugado en Primera, algo muy atípico en el Racing, pero que se ha ganado a pulso. Lo sabe, aunque no presuma de ello, y lo disfruta. Se lo ha ganado. «Me voy muy agradecido por el trato que hemos tenido siempre aquí -incluye a la familia, y no solo a la piñuca-. Yo creo que la gente que intenta hacerlo bien, arrima el hombro cuando las cosas se ponen difíciles y disfruta cuando van mejor, tiene ese premio. Tampoco creo que haya hecho nada del otro mundo. Simplemente intentar ser profesional, dar el máximo en cada partido y ayudar al equipo».
el futuro
Aun así, su etapa en Santander dejará diferentes sensaciones. Buenas en cuento a la experiencia, aunque difíciles en algunas épocas. «Sí que es verdad que el primer año fue muy bonito, en el segundo lo pasamos bastante mal y este, entre una cosa y otra, no se ha conseguido el objetivo prioritario que teníamos. Al final creo que se ha visto una mejoría del equipo y ojalá que el año que viene continúe en esa línea». Lo dice por algo. La próxima temporada que viene se le verá algún día en Santander siguiendo al Racing desde la grada. Porque sí; no por contrato. Y de paso podrá disfrutar de una ciudad que en tres años escasos ha conocido menos de lo que hubiera resultado normal, después de que la pandemia le haya obligado a vivir un Santander diferente al cotidiano durante la mitad de su etapa racinguista. Y unos cuantos meses, confinado en casa. «Es lo que hay, pero tampoco puedo quejarme, porque hay otra gente que ha vivido lo mismo y además lo ha pasado mal de verdad. Nosotros somos privilegiados, porque dentro de una cosa u otra el fútbol ha seguido casi con normalidad y hemos podido hacer nuestro trabajo. Y sí que ha habido muchos negocios, y yo lo he visto con gente cercana, que a día de hoy lo sigue pasando realmente mal», explica.
Se quedará, eso sí, con las ganas de despedirse «en un estadio lleno, luchado por algo bonito y consiguiéndolo al final». Nada de eso será posible, porque «las condiciones se han dado como se han dado». «Al menos voy a tener la suerte de despedirme en casa». Dice en casa. Siente los Campos de Sport como tal. Y así seguirá siendo, porque el sentimiento es recíproco. Y todavía queda algo de tiempo para que El Sardinero disfrute de Álvaro Cejudo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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