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Los jueves empieza a ser habitual que nos encontremos en torno al entrenamiento del Racing para presenciar el partidillo de toda la vida –trasformado por Pouso, por su forma de entender, en una serie de partidos o acciones condicionadas– un grupo de tres técnicos de ... fútbol jubilados, un profesional en activo del periodismo deportivo y un entrenador en edad de ejercer y de muy buen ver que no necesita de campañas en la redes sociales para promocionarse. Es una pena que su capacidad se quede en charlas teóricas entre amigos cuando ha demostrado en la práctica lo largo que podría ser su camino si decidiera tener presencia efectiva en cualquier cargo técnico de un equipo de fútbol. En esta última reunión, en la parte alta de la tribuna, la coincidencia en que la victoria del domingo anterior debía servir para elevar el estado de ánimo de la plantilla era plena. Y era un hecho cierto presenciar como el talante de los jugadores era distinto al de semanas anteriores. Pero Antonio Carriazo – el entrenador jubilado que mejor esparce los jugadores en el campo– matizaba que se debería esperar al Barakaldo para confirmar si el Racing levantaba el vuelo o volvía a meterse por enésima vez esta temporada en crisis.
Pues volvimos a la crisis. Otro domingo decepcionante del Racing actual, esta vez en Baracaldo, como antes en Lezama, Amorebieta, Guecho... Donde los equipos vizcaínos nos han tomado la medida sin grandes alharacas, pero sí con una regla fundamental en este juego: llegar antes a la acción para tener más tiempo y espacio. Poniéndonos en aviso de que, lo malo no es que esto se va acabando, y se nos acercan por detrás, sino que tiene todas las trazas de seguir así hasta el final. Porque se repite con excesiva frecuencia –vuelvo a insistir– que cuando les sopla el viento en contra los jugadores se dejan llevar, dejando la nave racinguista a la deriva con una naturalidad desesperante.
Ahora se aproxima otro domingo en el que acudir a los Campos de Sport será una obligación contraída, pero con el ánimo futbolístico en tal estado comatoso que aun ganando empezaremos a pensar que este Racing se está convirtiendo en un equipo pijama, por eso de andar por casa. Mientras, los racinguista que estuvieron el Lasesarre respondieron al agradecimiento de los jugadores por acudir a verlos –sin ver nada, de nada– con disgusto. Mal asunto que los más animosos pierdan el ánimo.
Otros buscamos las respuestas a este desvarío racinguista en Borja Lázaro, que tras tener el balón en casa por su gran actuación de hace poco más de una semana, esta vez no hablo con él. Y así le fue. Pero el míster racinguista, con su tono bonancible, encontró una respuesta en Lasesarre al decir, entre otras cosas, que ellos se adaptaron mejor al viento. Por no decir aquello de mal viento se lleve a alguno. Lo que me da pie o pata para destrozar una estrofa de la canción protesta por antonomasia de Bob Dylan. Y preguntar: cuántas derrotas debe sufrir un racinguista para conseguir subir a Segunda División. La respuesta, amigo, está flotando en el viento.
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