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Dicen que los magos no existen, salvo en los cuentos de hadas. Que la clave está en hacer creer algo aunque realmente no ocurra ni por asomo. A eso algunos le llaman magia, en cualquier caso lo que no deja de ser es un arte cotizado. Esos prestidigitadores que te cambian un billete de cincuenta por el de cinco euros sin darte cuenta y aquí no ha pasado nada. De ese arte incuestionable bebe el Racing de Carlos Pouso. El equipo que puso el vasco este domingo en su estreno en El Sardinero fue poco más o menos el que hubiese firmado Viadero y, sin embargo, aquel funcionó de otra manera. Dos pinceladas; Granero con la función de meterse entre los centrales para sacar el balón y Juanjo como segundo punta.
Dos retoques, como cuando las madres entran en la habitación y colocan el cojín de aquella manera y la cortina de la otra. Nadie sabe por qué, pero parece todo distinto. Es decir, la ansiada revolución que muchos de los incondicionales reclamaban se quedó en una especie de maquillaje superficial con la chispa justa. Bien es cierto que para cambiar las cosas sin mover apenas nada hay que valer. Nadie puede reprochar algo a Pouso, ya lo anunció. «El trabajo hecho es bueno, no hay que cambiar mucho». A sus laterales les dio más recorrido, aumentó la posesión y censuró las diagonales. Esto fue de lo poco nuevo que se vio; nada de ver a Regalón ni a Gándara hacer de Beckenbauer y mandar balones de cincuenta metros imprecisos y rifados. Eso no, pero hasta ahí. El equipo siguió plano y sin electricidad salvo en los cinco minutos iniciales en los que se pasó de frenada.
Dos delanteros de más de 1,90 y dos extremos rápidos y veloces. No se hable más: 4-4-2. La libreta de Pouso se quedó sin hojas esta semana y al final, más de lo mismo. Pero ni el santanderino Viadero en su día ni el vasco en dos semanas han sido capaces de hacer funcionar algo que debería ir como la seda. Ni un solo centro por banda buscando la cabeza de los delanteros altos. Ni uno solo. Hay cosas que ni adrede, como dicen los chiquilllos. Tener un delantero como Borja Lázaro y que no la toque en treinta minutos es para que la grada silbe. Con razón.
Óscar se tuvo que retirar del campo al sufrir un pinchazo muscular en el aductor. El futbolista fue atendido en la banda y pidió continuar, pero fue le propio Carlos Pouso el que decidió cambiarle ante el riesgo de que la lesión se agravara. Los médicos esperarán a este martes para someterle a las pertinentes pruebas para determinar el alcance de su dolencia. Después de la primera exploración, los responsables racinguistas no quisieron emitir un juicio previo. El canterano fue titular en la jornada de ayer después de haber salido del equipo en el primer partido del técnico vasco jugado en Tafalla. Fue sustituido por César Díaz, quien también perdió ayer su condición de titular. El manchego se colocó en la banda derecha. Si el canterano no se recupera a tiempo, Díaz parece ser el elegido para su puesto.
El Racing de este domingo recordó a ese informático de turno que todo el mundo tiene en su trabajo; viene a arreglar el equipo y después de mirar un rato con cara de interesante, lo apaga y lo enciende. Poco más. Si hay suerte y funciona: bien. Si no es así pues a esperar a ver qué pasa. El Racing necesita mucho más para la misión que tiene por delante. Lo mismo da que el campo sea grande, embarrado o de hierba artificial, los verdiblancos hace muchísimo tiempo que no parecen candidatos a nada. Y lo peor de todo es que los jugadores empiezan a creérselo y sus dudas son imposibles de disimular. La jugada del penalti es un ejemplo: le tiro yo, le tiras tu... Le fallamos todos. Al Sardinero el descanso le cogió a contrapié y no supo si silbar o callarse. Ni un solo remate, una sola jugada por el exterior, una circulación de balón... ¡Un susto! El Izarra jugó a sus anchas. El 4-4-2 de este domingo fue un dibujo sin color, sin intensidad. El centro del campo no inventó nada de nada y así es imposible salirse de un guión que no carbura.
Lo visto no es un problema de adaptación a las nuevas ideas ni de falta de conocimiento; la propuesta por la que se decidió Pouso es la primera que enseñan en las escuelas de entrenadores. Ahora bien, si a Héber y Óscar se les dice que lleven la pelota hasta la línea de fondo y la pongan al área y no lo hacen, da igual como se pinte el cuento.
Es probable que sea la primera vez en la que el Racing haya jugado 25 de las 26 jornadas de la misma manera y aún no sepa nadie a qué juega. Resulta inaudito y difícil de creer, pero es así. Ni presiona ni espera ni busca el contragolpe.
«El Racing tiene que hacer algo más; hay que ganar con contundencia», decía Pouso el pasado viernes. ¿A qué se refería? Lo de este domingo puede ser la confirmación de que a este equipo le faltan muchas cosas, entre ellas la contundencia esa de la que habló el vasco. El conjunto santanderino ganó el partido de la única manera que se puede ganar cuando no se es mejor: a balón parado. Ahora bien, ganarle al Izarra -con el debido respeto- en El Sardinero con un gol a la salida de un córner es para mirárselo. Lo del 4-4-2 es lo de menos, aunque no deje de ser un lujo que Borja Lázaro se fuera a la ducha con dos intervenciones en su hoja de servicios.
Los aficionados salieron con el pecho apretado de aguantarse los silbidos. En la segunda parte lo mismo dio jugar con un sistema que con otro porque el Racing no propuso nada. Es más, el conjunto santanderino es de los pocos equipos que son capaces de jugar a lo contrario de lo que se espera. La segunda mitad con César y Pau Miguélez en las bandas fue un tratado de incertidumbre.
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