Ganar al Málaga con soponcio
MI SAQUE DE ESQUINA ·
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El Racing ganó, pero Alsúa sufrió tal tensión en las gradas que tuvo que ser atendido de urgenciaRafael Alsúa, el gran jugador racinguista, ya había colgado las botas cuando el Racing jugó en los Campos de Sport aquel partido tan decisivo contra el CD Málaga el 29 de abril de 1962. El público respondió a la llamada del club para arropar a ... su equipo y Alsúa también vino desde Guipúzcoa con su familia para alentarlo con su presencia. El partido era de suma importancia, porque los racinguistas se iban a jugar la permanencia en Primera División. El Racing ganó, pero Alsúa sufrió tal soponcio en las gradas que tuvo que ser atendido de urgencia.
Después de haber salvado la categoría en la temporada anterior, el Racing había apostado por la continuidad del brasileño Otto Bumbel en el puesto de entrenador. El equipo había sufrido importantes bajas, como la de Peru Zaballa, que se fue al Barcelona; la de Vicente Miera, que marchó al Real Madrid o la de Joaquín Pardo, que puso rumbo a Mallorca, y las incorporaciones no resultaron ser tan provechosas como se suponía.
La principal novedad de aquella temporada (1961-62) fue la inauguración de la tribuna de cemento de los Campos de Sport en el primer partido liguero, disputado el domingo 10 de septiembre de 1961, coincidiendo con la visita del Real Madrid. Los merengues, con el debut de Miera contra sus paisanos, ganaron 0-2, y el Racing encadenó una serie de jornadas con malos resultados que provocaron el cese del míster que fue sustituido por Luis Alfonso Villalaín, quien mejoró algo el equipo, logrando eludir el descenso, aunque sin poder evitar la promoción.
Los dos últimos equipos de Primera, el Tenerife y la Real Sociedad, fueron los que descendieron automáticamente a Segunda División, mientras que los campeones de los dos grupos de Segunda, el Deportivo de La Coruña y el Córdoba, ascendieron a Primera. Pero aún había que decidir sobre otros dos acomodos de ambas categorías, para lo cual, los dos subcampeones de Segunda, el Real Valladolid y el Club Deportivo Málaga -antecesor del actual- tendrían que enfrentarse a doble partido al Español y al Racing, que habían quedado situados en la tabla clasificatoria en el decimotercero y el decimocuarto puesto, respectivamente.
En La Rosaleda, el Racing se encontró con la desagradable sorpresa de un público hostil y bullicioso que incluso afectó a los directivos, ya que tuvieron que pagar la entrada para acceder al campo. El primer tiempo ya terminó con el resultado de uno a cero. En el segundo, se gestaría el desastre racinguista con el condicionante de no poder disponer del baluarte defensivo de Paco Santamaría, que estaba lesionado. Tres goles encajó el Racing en aquel encuentro, donde sufrió una fuerte presión y belicosidad. El míster racinguista, Villalaín, de formación militar y con el grado de teniente coronel, no tuvo reparos en afirmar que para ganar aquel partido hubiera necesitado toda «una bandera de la Legión».
En Santander, sin necesidad de ninguna bandera de la legión, aún se mantenían esperanzas de que el equipo continuara en Primera, y hasta Alsúa se decidió a venir para animar a los suyos en el partido de vuelta que se jugó con un gran nerviosismo. El Racing presentaría un equipo formado por Berasaluce; Pallás, Ramos, Lerma; Pellejero, Crispi; Odriozola, García, Sampedro, Wilson y Nando Yosu.
La primera parte fue esperanzadora para los racinguistas. En el minuto 23, como consecuencia de un córner sacado por Odriozola, el balón proporcionó intentos de remate de Yosu y de García, que en última instancia resolvió Wilson empujando con el pie para marcar. Los racinguistas se crecieron con el gol y asediaron la portería andaluza, pero la defensa adversaria se mostró segura y contundente, aunque en el minuto 43, Wilson recibió un pase en profundidad, se adentró en el área y cuando iba a rematar un defensor malacitano le derribó delante del árbitro que no pitó nada. El público levantó una tempestad de protestas por el penalti no señalado, que hubiera podido cambiar el signo del partido. En la segunda parte, los malagueños se cerraron con orden y consiguieron desmoralizar a los jugadores racinguistas, que observaban cómo el tiempo corría en su contra. Además, el colegiado se empeñaba en cortar el ritmo del juego sin aplicar la ley de la ventaja, dificultando el ataque de los cántabros.
El partido terminó con la victoria racinguista (1-0), pero con el fatal desenlace de un nuevo descenso a Segunda División. Alsúa, que se afincaría en Santander y vivió aquel partido como uno más de los muchos apasionados del equipo, sufrió un soponcio que requirió asistencia médica en la enfermería del viejo campo. No fue nada grave. Su temperamento le hizo una mala jugada fuera del terreno de juego, lugar donde el talento del futbolista tiene las manos (y los pies) atados y sin posibilidad de contribuir al beneficio de su equipo, algo a lo que el genial jugador no se había acostumbrado aún.
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