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En Murcia. Guillermo Fernández Romo, en el centro, en la presentación de Baras y Titi en la Condomina. Marcos Menocal
El geógrafo que siempre quiso entrenar
Fútbol | Racing

El geógrafo que siempre quiso entrenar

Guillermo Fernández Romo 'Guille' ·

Metódico consigo mismo y cercano. Su perfil académico le persigue e inunda una gestión de grupos en la que ve prioritario hacer sentirse importante al jugador. Pragmático por vocación

Marcos Menocal

Santander

Jueves, 20 de mayo 2021, 07:16

«El niño tiene que estudiar». Y el niño no dejó de hacerlo. Se licenció en Geografía e Historia en la universidad, pero debajo de los mapas y los 'ladrillos' sobre el antiguo régimen y la época precolombina siempre estaba su pizarra con sus flechas. Guillermo Fernández Romo, 'Guille', siempre quiso ser entrenador. Mientras le daba patadas a una pelota en su barrio de Aluche, muy cerca del Vicente Calderón, su corazón se volvía colchonero y su cabeza no pensaba en otra cosa que en entrenar.

Jugó lo que pudo hasta la edad de juvenil y entre clase y clase hizo sus pinitos en los banquillos. Su infancia son un puñado de recuerdos a caballo entre su Madrid y Talavera de la Reina, el lugar de donde desciende su familia materna y adonde iba en cuanto podía. Tan pronto se dio cuenta de su vocación técnica comenzó su formación. No es un obsesionado de medirlo todo, pero sí de controlar los estados tanto físicos como los mentales. Por eso quizás siguió el consejo que le dieron en casa y siguió estudiando. Se sacó el título de especialista en psicología deportiva y profundizó en el incuestionable mundo del coaching, doctrina con la que se maneja como pez en el agua. Los que le conocen destacan su facilidad para ganarse al jugador, gestionar sus egos y para hacerles sentirse importantes uno a uno. Su aprendizaje en el fútbol base, donde empezó manchándose de barro en su casa para acabar como responsable de captación en la cantera del Betis, le sirve como aval para el tratamiento cuerpo a cuerpo con los mayores.

Apenas le dieron la toga como geógrafo e historiador se marchó de casa. El chico hizo sus pinitos en el barrio de al lado, con los juveniles del Rayo Majadahonda, y deshizo las maletas en Pontevedra, Vigo, Noja, Melilla, Sevilla, Alicante, Murcia, Sabadell, Ejea... Nada le impresionó a aquel joven estudiante. Sabía señalar con el dedo perfectamente en el mapa cada uno de sus destinos.

Lo de segundo entrenador estaba bien, pero no era lo que se pidió como primera opción. En su armario de quita y pon colgó un chandal y una corbata, y después de una década como entrenador pasó a alternar funciones de dirección deportiva. Primero en el Murcia, luego en el Jumilla y después aceptó el ofrecimiento de Chuti Molina para captar talento en el Racing. Sin embargo, Guille -como le llaman los amigos- prefiere no vivir en un despacho. Se ahoga sin pisar el verde y a los tres meses salió corriendo a un banquillo.

1978es su año de nacimiento. Pese a su juventud, además de ser licenciado superior, atesora 22 años de banquillos, 17 de ellos en el fútbol nacional y catorce fuera de su casa.

No es dogmático, más bien pragmático. Estudioso y metódico para lo suyo y lo que le rodea. Cuida su alimentación y confía en que los que están bajo su mando hagan lo mismo y potencia ese entrenamiento invisible: comer, descansar y ser fuerte mentalmente. Le gusta jugar por abajo, combinar y ser protagonista, pero nunca se refugia en un sistema hermético del que no pueda salir. Sus íntimos no lo tienen claro: «Si es que le he visto jugar de mil maneras». Sin embargo, a quien le conoce más se le escapa: «Quizás el 4-4-2 puede gustarle un poco...». Se adapta a los jugadores que tiene, pero en el Racing tendrá los que quiera. El club le ha dado mando en plaza.

Piensa en fútbol y sólo en fútbol... Pero cuando cierra el ordenador y cuelga el chándal puede vérsele en barrera detrás de una buena faena en los toros. Le encanta el arte sobre el albero, el sufrimiento consentido del ciclista y la comida sana. Su trayectoria académica y sus compañías en la universidad le han forjado un elevado compromiso social. Aprovecha su tiempo en ayudar al prójimo, en participar de eventos culturales y en filosofar de lo que se pueda. En buscarle sentido a lo que hace y en evitar el conflicto. Domina la distancia corta.

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