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Humo –verdiblanco, claro– echaban ayer los teléfonos desde que a media mañana comenzara a circular la noticia de que a Ángel Lavín, 'Harry', le habían caído tres años y medio, además de un buen zarpazo al bolsillo en forma de indemnización. Decenas de miles de llamadas, 'wasaps' y lecturas de páginas, más que para felicitarse, para confirmar una noticia que costaba creer, sobre todo por lo mucho que ha tardado en llegar.
Porque lo cierto es que ya casi nos habíamos olvidado de Harry. Al menos, el que suscribe. De tan concentrados como estamos en sufrir por los ascensos frustrados, y últimamente con la emoción de vernos ya prácticamente en Segunda, como para acordarnos de los malos tiempos. Sobre todo, cuando esa guerra la dábamos ya por perdida.
Cómo será de poderoso el olvido, que este verano tuve al poco honorable expresidente a tres palmos y ni siquiera caí en la cuenta de quién era hasta que ya se había ido. El caso es que aquella cara me sonaba vagamente, pero, claro, ¿quién iba a esperarse encontrar a Harry en la presentación de un libro? En fin, ahora que va a pasar un tiempo a la sombra le vendrá muy bien esa afición por la lectura.
Lo de la cárcel, a fin de cuentas, es un desahogo para los aficionados. Lo que cuenta en realidad es que se haya hecho justicia; la juez lo llama 'administración desleal', pero en la calle el lenguaje es mucho menos considerado, y a los racinguistas se nos incendia la lengua sólo con recordar sus andanzas. Ya puede dar gracias de que las penas por sus delitos las marca un código, porque si la condena la hubiéramos impuesto los aficionados se iba a pasar mucho, pero que mucho tiempo vistiendo a rayas.
En cualquier caso, más allá del castigo, lo verdaderamente importante sería la reparación del daño causado. Eso sí sería una condena justa, y lo que ayudaría de verdad al Racing. El problema es que es imposible: incluso en el caso de que tuviera suficiente dinero para restituir lo robado, ¿cómo devuelven los cinco años fuera del fútbol profesional?
El daño institucional fue tan grande, que a punto estuvo de acabar con el club, y todavía le lastra. Mejor ni pensar en su herencia, esas deudas, el deterioro del estadio, la fuga de talento y, para colmo, todo lo que se dejó de ganar con los descensos, eternizando este peregrinaje por el desierto.
Queda, eso sí, un regusto amargo, porque la justicia castigará al lugarteniente, pero falta el cerebro de la 'operación saqueo' ¿Y Pernía para cuándo? Porque el tal Lavín puso la cara, o más bien dio el cante, pero todos sospechamos quién manejaba los hilos de ese desfalco a gran escala que puso al Racing contra las cuerdas y que lo único bueno que nos dejó fue la unidad de una afición que resurgió para defender lo suyo. Si hoy el Racing está de moda en Cantabria es en buena medida gracias a la revolución que desalojó a los 'okupas' luchando desde todos los frentes: la grada, los medios de comunicación, los tribunales…
Eso sí, después de tanto esperar, todavía esta por ver en qué se queda la condena de 'Harry' –y la que tendrá que llegarle a Pernía–, que con el regateo de los recursos lo mismo le hacen una quita curiosa. En cualquier caso, ¿qué tal serán las vistas desde El Dueso? Qué mal pinta, 'patrón'…
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