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José Alberto López Menéndez (1982), sportinguista de Oviedo, es un tipo sencillo y directo. Transmite naturalidad, o al menos esa es la imagen que ... pule día a día. Responde al perfil de entrenador que ha llegado a los banquillos sin ser futbolista de élite. Una figura sin estridencias que tampoco se presenta -aunque tenga algo de ello- como adicto al fútbol de la ingeniería post Amisco. Un técnico que llegó a los banquillos profesionales en el Sporting y ha dado un salto cualitativo en el del Racing.
El domingo transitó en menos de una hora del nerviosismo a la euforia para aterrizar en la emoción. La que mostró cuando se le saltaron las lágrimas acordándose de su familia. De su mujer y sus dos hijos, con los que se le puede ver a menudo en el Parque de las Llamas.
«Cuando las cosas van mal son los que más sufren», decía mientras se secaba las lágrimas. «Y esta profesión es jodida. Hay que entenderla y vivirla. Ya veis que vivo todo con mucha pasión. Me lo dejo todo para intentar ayudar a que el equipo en el que esté vaya bien y se sufre mucho. Tener a la familia en la grada disfrutando... Va para ellos».
18 puntos
tenía el Racing en la jornada 20 con Romo (cuatro triunfos, cinco empates y tres derrotas)
33 puntos
(nueve victorias, seis empates y cinco derrotas) ha sumado también en veinte partidos con José Alberto.
5 puesto
sería el Racing de haber estado el Racing todo el curso al ritmo de José Alberto, a dos puntos del ascenso directo. 19º era cuando a finales de enero José Alberto y Pablo Álvarez se hicieron cargo del primer equipo.
Tan emotiva fue la rueda de prensa, en la que los periodistas guardaron silencio por respeto -y empatía- cuando se enjugaba los ojos, que el responsable de comunicación, Enrique Palacio, se saltó al final el protocolo para pedir un aplauso para el míster. Era el del racinguismo. Y una recompensa al trabajo bien hecho y a las difíciles circunstancias en las que aceptó trabajar. Claro que el reto era también una oportunidad irrechazable.
Cuando el ambiente en torno a Romo, un técnico que cayó bien en lo personal en Santander pero que pese a su brillante ascenso no llegó a cuajar del todo, se enrareció demasiado, Mikel Martija tuvo claro el relevo. Algo debía haber visto en José Alberto, aparte de la experiencia contrastada en Segunda División en el Sporting y el Málaga.
Quedaron con prisas. El domingo habían destituido a Romo y alguien tenía que entrenar al equipo el martes. La cita apresurada, en un bar de Llanes. José Alberto viajaba ya con el sí en su cabeza. Sabía que se la jugaba. Y que quería hacerlo. En una profesión tan complicada no se pueden rechazar oportunidades. O se puede, pero tiene consecuencias.
Tuvo que ejercer como encajador a su llegada. «Al final han traído al más random» o «Es el Rozada de Gijón», en una injusta referencia a otro técnico a quien, en realidad, no dejaron trabajar, fueron algunos de los comentarios. Futbolista solo hasta juvenil, a diferencia de su hermano, Dani Menéndez, un clásico de Segunda y Segunda B, no tenía ni veinte años cuando empezó a entrenar a chavales del Astur. En 2008 dio el salto a Mareo para entrenar a los infantiles de un Sporting que tenía como entrenador del primer equipo a Manolo Preciado.
Pasó por casi todas las secciones inferiores y el Covadonga antes de entrenar a los yogurines y sustituir en 2018 a Rubén Baraja en el primer equipo rojiblanco. Dos años en el Sporting, otro en el Mirandés y un cuarto en el Málaga, donde no terminó la temporada, completaban el currículum de un entrenador que, sin equipo desde enero de 2022, se había dedicado a ver fútbol, mucho fútbol.
Con la llamada del Racing, aparcó los palos de golf, se presentó en Santander con un viejo amigo como Pablo Álvarez, centrocampista del equipo de Marcelino que llegó a la UEFA y buen conocedor de la plaza, e impulsó el cambio tranquilo. Se abstrajo del escepticismo y cerró bocas sin estrépito, a base de resultados, pero con decisiones firmes y cambios palpables.
Las cifras son elocuentes. En veinte partidos como entrenador del Racing ha sumado 33 puntos. Un ritmo frenético. De play off de ascenso. Espectacular para un recién ascendido. Pero lo es más si se recuerda que cogió al equipo con 18 puntos en otras tantas jornadas, cuando tras cinco derrotas consecutivas Alfredo Pérez y Pedro Ortiz, sobre todo Pedro Ortiz, decidieron junto a Mikel Martija destituir a Guillermo Fernández Romo.
Su receta futbolística la adelantó en su primera comparecencia. Más futbolistas delante del balón, un equipo más abierto, profundidad en las bandas y asumir riesgos. Conectó con Martija. Y con la gente de La Albericia. Y con la prensa. A los aficionados se los ganó a base de trabajo, un fútbol más vistoso y, sobre todo, resultados. Porque el fútbol, y el asturiano lo sabe bien, es para el mainstream resultados, por mucho que los técnicos analicen otra infinidad de variables.
Demostró carácter para sentar a intocables, plantarse en una sala de prensa (la de El Plantío) a evidenciar su enfado por el rendimiento del equipo y denunciar de forma pública el mal trato que le ha dado el videoarbitraje al Racing. Carácter sin chirridos. Firmeza, no ira. También cuando le tocó dar la baja a Marco Camus, que no le convenció, y sentar a Cedric Omoigui, uno de los jugadores que un año antes formaban parte del proyecto a largo plazo y que ahora está en una situación más insegura.
Su capacidad para adaptarse a los profesionales que tras la marcha de Romo se habían quedado en La Albericia completó la fórmula. Consiguió incluso que los futbolistas dijeran sin tapujos que se sentían más cómodos. Ninguno iba a cometer la torpeza de criticar a su jefe, de enfadar a quien decide si juega o no cada fin de semana, pero tampoco echaron mano del circunloquio o la respuesta vaga.
El «Que salga José Alberto» que le cantó la grada y los choques de manos en las tripas de estadio fueron otra recompensa para un entrenador con un año más de contrato que -no hace falta decirlo- seguirá en Santander.
Se le ve cómodo. Le gusta hacer guiños a la hinchada; al público. Al salir de la sala de prensa es afable e incluso bromea, si la situación lo permite. Con las ideas muy claras, se mantiene firme en su visión del fútbol. Que se lo pregunten a Alfon. O a Camus. O a Cedric, pero ha sabido mantener enganchada a toda la plantilla, caso de unos Mantilla y Pol Moreno a los que relegó al banquillo y que cuando han tenido la oportunidad han ofrecido un extraordinario rendimiento. El domingo aprovechó para alabar la profesionalidad de todos.
Ahora José Alberto López Menéndez, José Alberto para el fútbol y Alberto en la distancia corta, ya no es el candidato random. Nunca lo fue y Martija lo sabía en la que era su primera decisión, en lo que al banquillo se refiere, en el Racing. Ahora es el nuevo hombre lluvia del club; el que transformó un equipo en descenso e hipotenso en una escuadra a ritmo de ascenso de no ser por el lastre heredado.
La falta la reválida, porque el fútbol devora entrenadores a base de resultados. En todas partes y quizá incluso más en Santander, que no concatena dos temporadas completas con el mismo técnico desde 1992. El último fue Felines, que aún busca relevo. Ya hay nuevo candidato.
José Alberto formó parte este lunes de la recepción que el Ayuntamiento celebró con la plantilla del Racing, su cuerpo técnico, y también con sus dirigentes. El entrenador tuvo palabras de agradecimiento para el presidente del club, Alfredo Pérez, el vicepresidente Pedro Ortiz y también para el director deportivo, Mikel Martija, por confiar en él. «Quiero agradecer al Racing, a Alfredo, a Pedro y Mikel que nos hayan dado la posibilidad de estar en un club con una historia muy grande, una afición maravillosa y en una ciudad que era para mí desconocida y que estoy descubriendo», comentó el técnico asturiano.
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