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Marco G. Vidart
Santander
Viernes, 3 de enero 2025, 17:21
Es también una tradición en estas fiestas. Y no es un día fácil, porque supone darse de bruces con situaciones complicadas. Mucho más que las que suele plantear el fútbol, esa cosa más importante entre las cosas menos importantes. Los jugadores del Racing ejercieron por un rato de Reyes Magos anticipados. De embajadores de ilusión, ánimos y buen rollo. El racinguismo puede estar más que orgulloso de sus jugadores. Porque aparte de ser buenos futbolistas, también demostraron que son buenas personas.
La plantilla se dividió en grupos. La Obra San Martín y dos centros de menores fueron los lugares elegidos por tres grupos. Y otro, al sitio que nunca falta en ese día de visitas verdiblancas. El Hospital Universitario Marqués de Valdecilla. Para darles unos cuantos regalos a los peques que están allí ingresados. Hasta el hospital fueron Íñigo Vicente, Juan Carlos Arana, Javi Montero, Javi Castro, Lago Junior y Miquel Parera. Unas cuantas bolsas llevaban los regalos. Balones, bufandas, calendarios, pósters, huchas... .
«Es la primera sonrisa en quince días», se oyó decir en uno de los pasillos del área de pediatría. La cara de Joel, de 14 años, se iluminó cuando la comitiva, cariñosísima con todo el mundo, le saludó y empezó a entregarle regalos. Al punto, entraba en la escena Gonzalo. Sus ojos se salían de las órbitas. «Lago, Íñigo, Arana...». No había jugador del Racing que no se supiese. «Mi favorito es Arana», señalaba sin dudar entre las risas de todos. El chaval, de 10 años, se llevó todos sus recuerdos firmados.
Félix Rubial, gerente de Valdecilla desde hace un mes, debutaba en estas lides como anfitrión de los jugadores del Racing en estas fechas. Para un médico, una visita así es una medicina potentísima para sus pequeños pacientes. «Es beneficioso. Yo creo que para todos. El aporte de energía para los niños enfermos, al ver a sus futbolistas... Son sus referentes para muchos. Es algo fantástico esta visita. En una situación como la tienen, es una alegría». Por eso, no importaba mucho que los jugadores del Racing montasen un pequeño revuelo allá por donde fuesen, y el personal del hospital se quisiese hacer una foto con ellos.
Para la pequeña Deva era un día especial. Se iba del hospital. A sus cuatro añitos y protegida por una mascarilla, chocaba sus manos con las de Lago Júnior e Íñigo Vicente. «¿Estás contenta?», le preguntaba el costamarfileño, a lo que ella asentía con la cabeza de forma tímida.
«El racinguista es mi hermano, Hugo». Ricardo, a sus 15 años, posaba como «poco racinguista» entre la expedición verdiblanca, que no paraba de bromear con él. «Pero sí, sí les sigo». Sí era un racinguista confeso Telmo, de diez años. «Este año subimos seguro», señalaba con rotundidad. Y Oliver, a sus seis años, prometía ponerse «tan fuerte como Lago». Salema Ali se llevaba en su habitación un montón de regalos y el pequeño Nicolás, de seis años, reconocía que le había hecho «mucha ilusión» la visita, aunque la forofa era su hermana. De la sala de juegos salía Manuel, con regalos y otra sonrisa especial. «Me voy a casa».
Lago Junior es papá de una niña de seis años. Y viene otro bebé en camino. «Es duro ver a los niños así, ingresados. Pero también les hemos visto con una sonrisa. Cuando les entregamos los regalos, estaban contentos». Los jugadores del Racing regalaron ayer, además de los obsequios que llevaban, ilusión y un poco de esperanza a quienes más lo necesitan en estos momentos. Y esa es una victoria más importante que la lograda en cualquier partido.
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