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«Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada... ¡Oh, vosotros, los que entráis, abandonad toda esperanza! Vi escritas estas palabras con carácteres negros en el dintel de una ... puerta». Es la puerta de otro curso más en el agujero. La última temporada de la Segunda División B; el esperpento de Aritz Solabarrieta; el enésimo proyecto fallido... Ponga el texto anterior en la boca de cualquier racinguista. Del que usted decida. Y así, prácticamente, temporada tras temporada. Porque la historia de este club es digna de la 'Divina comedia'. O maldita tragedia, según se mire. Infierno, purgatorio... Y el paraíso, ¿dónde está? A pesar de todo, de las desilusiones, de la pandemia, de los quebraderos de cabeza, el aficionado verdiblanco se reincorpora, se sacude la tierra de las rodillas y se vuelve a ilusionar. Es increíble. «La voluntad no cede, mas hace como el fuego, si le tuerce, aunque sea mil veces, la violencia. Si se doblega, pues, o mucho o poco, sigue la fuerza...». Y con ese ímpetu renovado, en esta nueva anormalidad, la gente vuelve a los Campos. A los de Sport. Esta tarde juega el Racing.
Y miles de racinguistas han sacado otra vez su abono. Menos que otros veranos, pero la situación es la que es. Y la Gradona animó ayer al equipo en el último entrenamiento antes de la cita esperada. Y este mismo colectivo hará hoy previa en el parque de Mesones. Confía antes de saber. Porque el potencial de esta plantilla es prácticamente una incógnita que empezará a despejarse esta tarde frente al Tudelano.
Parece un equipo de autor, confeccionado por Guillermo Fernández Romo a su medida. Eso sí, con las limitaciones del presupuesto asignado al efecto por la propiedad. Sin nombres de relumbrón, pero con experiencia contrastada en la categoría. Todo ello en otro cambio de rumbo del Grupo Pitma. A proyecto por temporada. La cantera vuelve a un segundo plano y la responsabilidad recae sobre una sola persona, pero no un director deportivo, sino el propio entrenador. Aún está por ver si, una vez ajustado a los preceptos de su creador, será capaz de pelear contra los mejores por el único -aunque por las Instalaciones Nando Yosu a veces dé sarpullido citarlo- e innegociable objetivo del ascenso.
La pretemporada ha ofrecido más impresiones de solidez que de brillantez. No importa. Nadie se acordará del juego cuando se haya ascendido, que diría áquel. Lo importante es ganar y a esa filosofía parece abonado el entrenador madrileño, que esta semana ha ensayado algunas de las directrices que pueden conformar su primer once.
La alineación orbita sobre el estado físico de Eneko Satrústegui y Pablo Torre. Los dos, tocados. Uno en la zaga. El otro en la zona de creación. Ambos entran, al menos, en una convocatoria en la que el míster solo tendrá que hacer un descarte. A priori, las probabilidades son bajas. Ya se verá.
El miércoles, el técnico se sentó sobre el césped con los dos porteros: Miquel Parera y Lucas Díaz. En plan picnic. Para escucharles, más que para decirles. Están prácticamente al cincuenta por ciento. «Tienen que mantener la incertidumbre, como el resto de sus compañeros», dijo Romo el pasado viernes. El juego de las sillas. Un puesto para un solo trasero.
En la zaga, Unai Medina tuvo reposo el viernes. Seguramente porque será el titular en el lateral derecho. Isma López no tiene competencia en el flanco izquierdo. Y en el centro de la zaga, si Satrústegui no llega y con Bobadilla descartado, Mantilla y Pol Moreno parten con ventaja.
Hay más dudas en el doble pivote. Una zona también condicionada, de forma indirecta, por la presencia o no de Pablo Torre. Sergio Marcos, Íñigo Sainz-Maza, Fausto Tienza y Borja Domínguez se disputan la sala de máquinas. Aunque el primero de ellos podría adelantar su posición a la mediapunta si el talento de Soto de la Marina no está en condiciones de jugar. La otra opción de recambio es la de Manu Justo.
En la banda derecha del ataque, Soko es fijo. Como lo es también Cedric en la delantera. El rendimiento de la pretemporada le avala. Desde la segunda vuelta de la pasada campaña anda con la flecha hacia arriba. Más incógnitas despierta el flanco izquierdo. Méritos recientes contra trayectoria. Marco Camus parece otro. Anda con confianza. Con la cabeza alta y la sonrisa puesta. En el campo y hasta en la sala de prensa. Y en el último mes y medio ha estado mejor que un Álvaro Bustos al que nadie va a descubrir ahora. Al míster le pagan por este tipo de decisiones.
Con la posibilidad de convocar a 23 futbolistas y con Bobadilla y Harper fuera de combate y Pablo Torre y Satrústegui en el alambre, Fernández Romo ha tirado de la chavalería para completar la citación: Juan Gutiérrez, Marcos Bustillo, Jorrín e Iván Alonso no podrán irse a la playa esta tarde. Una oportunidad llama a la puerta.
Todo ello mientras los Campos de Sport recuperan poco a poco el pulso. El Racing tiene permiso para meter a 8.888 espectadores -no sin espectáculo previo de quien pone las normas- en un momento en el que son algo más de 7.500 los abonados verdiblancos. Y aunque los partidos en agosto suelen ser un poco tristes aún por aquello de las vacaciones, probablemente el estadio registre un mejor ambiente que el visto en la esperpéntica -en prácticamente todos los aspectos- temporada pasada.
Enfrente, el Racing tendrá a un Tudelano que parte como uno de los modestos de la Primera RFEF, pero puede ser sólo una pose. El cuadro navarro ha sido un habitual compañero en este eterno paso verdiblanco por el purgatorio y siempre ha hecho gala de fortaleza. De naturaleza rocosa. El nuevo entrenador también puede fomentar esa faz pétrea. Javier Olaizola ya sabe lo que es amargarle la vida al cuadro cántabro. Lo hizo el pasado curso con el Arenas. El empate de la pasada campaña en Gobela le sirvió de excusa a José Mari Amorrortu para mandar a paseo a Javi Rozada y colocar a su colega Aritz Solabarrieta en el banquillo. Y en el choque de vuelta, Olaizola y su equipo se encargaron de dejar aún más en ridículo al mentor y a su protegido.
Esos dos se quedaron ya en el imaginario infernal racinguista. Esta temporada debe ser la de purgar, la de redimir, la de encontrar de nuevo el paraíso. Pero no para estar de paso, sino para quedarse a vivir para siempre en el edén futbolístico. El averno ya aburre.
Y Guillermo Fernández Romo, si se ve capaz, debería decir hoy mismo: «Por lo que, por tu bien, pienso y decido que vengas tras de mí, y seré tu guía, y he de llevarte por lugar eterno, donde oirás el aullar desesperado. Verás, dolientes, las antiguas sombras, gritando todas la segunda muerte y podrás ver a aquellas que contenta el fuego, pues confían en llegar a buenaventuras cualquier día». Como el racinguismo, que confía, año tras año, y así ene veces, con aventuras buenas y no con los malos tragos de siempre.
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