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Jorge Pombo fue determinante este miércoles en los Campos de Sport. JAVIER COTERA
Jorge Pombo o el don de la ubicuidad
La contracrónica del Racing

Jorge Pombo o el don de la ubicuidad

Precisamente contra el equipo en el que se formó, el de su casa, el aragonés se consolida como un nuevo ídolo de los Campos de Sport con un tanto que saca al Racing del descenso

Jueves, 13 de octubre 2022, 09:28

Cuando Jorge Pombo, con un slalom interminable, consiguió que el Racing se sacudió los diez minutos agobiante dominio del Zaragoza, El Sardinero le premió con una ovación que hizo recordar al tirón de orejas dado al míster en el último encuentro en casa, cuando decidió cambiarle con el marcador en tablas.

Romo tiene claro que es su hombre. A la mínima ocasión le recoloca: «Ahí no, más pegado a la frontal», le indica en un córner en contra. «¿Seguro que ahí?», se asegura el delantero, señalando. «Que sí». Justo ahí será donde le busca Moreno para convertir lo que podría haber sido un despeje en una contra peligrosa.

Comandante con mando en plaza, a cada minuto se ve al mediapunta más cómodo en el campo

Y es que, como algún político, Pombo lo hace todo bien... salvo algunas cosas. Íñigo frustra una contra del Zaragoza y busca al delantero. Como si fuera Fred Astaire, gira sobre sí mismo y deja con el molde al visitante Molina. «¿Por donde ha pasado?», parece preguntarse, mientras en la grada todavía resuena un «¡Oh!» fortísimo e sostenuto, que habría escrito Carlos Bribián. Pero, mientras los racinguistas se relamen, su apertura a la izquierda hacia Vicente se pierde por línea de fondo. No se puede pecar tanto de generosidad.

Comandante con mando en plaza, a cada minuto se le ve más cómodo: dirige la presión, adelanta las líneas, recoloca a sus compañeros -hasta el parón de la expulsión lo aprovechó para coordinarse con Matheus-, pide todos los balones, baja como puede los misiles tierra-aire que le envía Fausto, traza diagonales milimetradas y tan pronto se le ve delante de los centrales como, si hace falta, pone pausa en el ataque, caracoleando en la frontal del área rival, sin que nadie consiga arrebatarle el balón. Suyos son todos los balones parados, que sirve con el guante, aunque no encuentra un socio que los convierta en asistencias. Aún así, es el mejor socio para Matheus y Vicente, a los que busca como de memoria. Aunque no siempre salga bien: una de cada dos veces, aproximadamente. Lástima que la acumulación acabe estropeando las estadísticas.

Una nueva versión del 'gilicorner': el 'gilifuera de juego'

En la reanudación, demostraría que también manda en la grada, arrancando él mismo la animación. Como un director de orquesta. Aunque también inventaría junto a Vicente una nueva versión del 'gilicorner': el 'gilifuera de juego'.

Al filo de la hora, la tuvo. En una jugada que se inventó él mismo, sobre la medular. Con un regate de espuela se zafó de dos rivales y dibujó con tiralíneas un pase que dejó a Mboula en el pico del área. Le dobló Dani Fernández y su pase atrás le llegó franco a Pombo en el balcón del área, aunque su disparo se estrelló en la defensa.

Durante una ventana de cambios, Romo llamó a capítulo a Pombo y a Vicente, les colmó de instrucciones y les conminó a intercambiar papeles. Justo entonces, cuando empezaba a notarse el exceso de revoluciones, y se barruntaba que tal vez fuera imposible romper el maleficio, él propio Pombo conseguiría el primer gol de la temporada en los Campos de Sport. De cabeza, en un saque de esquina. En medio del delirio verdiblanco, el delantero pidió perdón a sus paisanos, aunque fuera imposible disimular la alegría. En su partido más completo, solo le faltó haber sacado él mismo el córner que remató. Hay nuevo ídolo en los Campos de Sport.

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