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José Alberto le da una vuelta a su pizarra. Este podría ser el titular de este arranque de Liga, donde el entrenador del Racing está ... mucho más pragmático que nunca. El técnico ha introducido varios matices en su alineación en cada uno de los partidos que ha disputado y por ahora... Bingo.
La disposición táctica con la que se presentó en La Romareda, con un cambio de propuesta perro sin cambiar el dibujo surtió efecto, además de sorprender un tanto al Zaragoza, que hasta entonces había estado intratable y no pudo con un Racing mucho más armado que nunca sin renunciar a al pelota.
El planteamiento de tres centrocampistas por dentro, con Clement Grenier e Iván Morante en el doble pivote y Aritz Aldasoro, por delante de ambos y por detrás del delantero fue algo novedoso y que descentró al rival y permitió al Racing ser mucho más sólido y hasta tener más presencia en el campo rival. Fue un cambio de estrategia, que no de dibujo, que tuvo éxito.
Aesa propuesta arriesgada le añadió un delantero demás trabajo que el que venía jugando, para encimar la salida de balón de los maños. Ekain sustituyó a Juan Carlos Arana y con el recorrido del vasco y la presión lo más cerca de la portería rival que consiguió con Aldasoro, el Racing robó en posiciones peligrosa y forzó errores, a consecuencia de uno de estos llegó el gol de Grenier que se sumó desde la segunda línea para estrenarse con la camiseta racinguista.
En el entrenamiento de ayer no hubo ensayo táctico. Quizás queda mucho para el duelo con el Albacete, debió pensar José Alberto. Hoy y mañana es más que probable que el técnico enseñe algo de lo que planea; no hay duda de que el dibujo seguirá siendo el mismo, pero no está tan claro que el míster regrese a su idea inicial de jugar con un media punta nato o mantenga el poderío que le da un centrocampista con tanto trabajo como Aldasoro.
«No es lo mismo una temporada que otra ni unos jugadores y otros», afirmara José Alberto los primeros días de este curso. No había jugado aún ni un solo partido oficial, ni tampoco se había cerrado la plantilla al completo, pero un míster mucho más pragmático ya apuntaba que este año tenía pinta de que su pizarra iba a mutar según su vestuario y, más importante aún, el rival de cada semana. Y así fue.
El pasado viernes en La Romareda, José Alberto hizo una declaración de intenciones: Grenier, Morante y Aldasoro. El damnificado fue Íñigo Sainz-Maza, que si bien puede ser el futbolista que más recorrido tiene de todos fue el único que salió de la ecuación. Decidió dotar al equipo de una línea de creación con más fútbol y que pudiera tener el balón y prescindió de la posibilidad de tener un nexo que filtrase balones al punta en virtud de armarse y complicarle el juego al rival.
Esta última misión se la encomendó a Aldasoro. El guipuzcoano cumplió a la perfección en el trabajo y el Zaragoza, que en los cinco partidos anteriores había sido dominador de la posesión construyendo desde atrás se vio incapaz. Con Grenier y Morante, el equipo –probablemente mejorará con el tiempo– tiene más la pelota, crea incertidumbre, construye y, en el caso del francés, tiene llegada. Grenier, no solo en el gol sino en varias ocasiones demostró que puede aportarle al equipo ese golpeo lejano que no tiene.
Otra alternativa más. Sí es cierto que Morante estuvo bien en el pase y la pausa, pero no le dio al grupo tanto como su compañero de línea. Como en todo cambio hubo quien salió damnificado. El futbolista que no encaja en esa estrategia es Peque. El habilidoso media punta, uno de los más destacados en este inicio de Liga, se vio relegado a la suplencia. Saltó al campo en la segunda parte, pero ya cuando el partido había tomado otros derroteros.
No hubo cambios en las bandas, ni parece que los vaya a haber en un tiempo cercano. A José Alberto se le caen del equipo los extremos puros. Con Íñigo Vicente y Andrés Martín ha encontrado esa versatilidad que mantiene al rival fijado en defensa porque al jugar ambos por dentro dejan toda la banda a dos laterales que llegan. Este es uno de los preceptos con los que el míster se presentó el pasado invierno en Santander. Fue una de las pocas teorías que remarcó sin fisuras: los laterales tienen que ser ofensivos. De hecho, se 'cargó' a Eneko Satrústegui –un central reconvertido– que estaba siendo indiscutible con el anterior técnico para recuperar a Saúl, inadvertido hasta entonces.
Ahora, con Saúl y con un Álvaro Mantilla incuestionable en ataque –en defensa ya lo era– el equipo es mucho más peligroso. En Zaragoza lo fue. Esa disposición no cambia en su pizarra. Esa no. Ha podido modificar su predisposición en el campo, como cuando ante el Amorebieta se plantó en su campo a la espera de que los vizcaínos jugasen. No le importó darle el balón al rival, algo inédito hasta entonces; tampoco nada le impidió ir a presionarle al Eibar, un candidato al asenso, y ya se vio que en La Romareda lo que había metido en la cabeza a sus jugadores es que para ganar había que ir a complicarle la vida al rival corriendo y apretando, aunque para ello se asumiesen riesgos. La pizarra tiene cara B.
Hasta el momento lo único que ha mantenido inmutable ha sido la defensa, también en La Romareda. Le está encajando la línea de cuatro formada por Rubén Alves y Germán Sánchez, que eran los titulares y que siguen ganándose el puesto. Saúl y Mantilla no tienen debate por ahora.
«Nos enfrentábamos a un rival que estaba arrasando metimos el gol en la primera parte y tuvimos más ocasiones. Fue una pena el gol que nos meten porque si hubiéramos aguantado podíamos haber hecho el 0 a 2 en una contra. Fue un sabor agridulce», señaló ayer Aritz Aldasoro, uno de los más destacados en La Romareda y para el que se escapó la oportunidad de sumar tres puntos. Fue una de las novedades, por la posición donde jugó. Sorprendió, pero para él no era nuevo. «Ya había jugado allí. Ya estaba acostumbrado a jugar allí.Lo vio oportuno y que era lo mejor para el equipo y lo hizo», explica sobre su posición de mediapunta. El guipuzcoano contó ayer cuál fue su misión en esa nueva demarcación:«Nos pidió que jugáramos con los dos pivotes y que nos asociáramos entre todos. Sin balón había que apretar y meter piernas».
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