Nada salió como debía

Algo así le ha pasado a José Alberto estos días: entre las dudas y las malas decisiones nos hemos quedado a la puerta del play off. Vemos con amargura que no pisaremos, al menos este año, ese lugar de redención que queremos los racinguistas. Y lo que es peor: el año que viene volvemos a empezar de cero. Y, encima, sigue Mikel Martija.

La ilusión generada por este equipo durante todo el año ha sido extraordinaria, hasta el punto que nos ha hecho soñar hasta el final y tener prácticamente un 99% de posibilidades de disputar la fase de ascenso a Primera División a falta de dos jornadas. Sin embargo esto es fútbol; nunca se debe dar nada por hecho. Y esto es el Racing. Esta afición sabe de qué va esto porque son muchas ya la heridas. Cuasimortales algunas, pero crueles, sobre todo, la mayoría. Durísimo palo. En este deporte las oportunidades llegan con cuentagotas y hemos perdido una ganada a pulso y dejada escapar gestionando fatal estos dos últimos partidos. No hay consuelo, pero que no decaiga, porque en agosto, esto vuelve.

Esta vez no estaba preparado para este final tan cruel. Las lágrimas de mi nieto me recordaban que somos el Racing, que hasta aquí hemos llegado, que no podemos olvidar de dónde venimos, que este puesto lo firmábamos al inicio de año... y que, en un curso notable, que el partido decisivo te salga cruz es algo despiadado, pero posible. Nada salió como debía, los rivales cumplieron y nosotros hemos firmado quizás el peor partido posible. El Villarreal nos superó y el apoyo incondicional de una afición ejemplar no logró romper las cadenas que atenazaban a un equipo irreconocible. Todos fallaron hoy, menos los de la grada.