![Las lágrimas de Íñigo Vicente](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2024/04/15/lagrimas-inigo-vicente-U2102095679664liG-REDtDMOr1ywLP4vCBDYo0YK-1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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El árbitro pitó el final del encuentro y entonces sucedió. Íñigo Vicente agarró el cuello de su camiseta con las manos y escondió el rostro acalorado dentro. Le temblaba la mandíbula consumido por una explosión de llanto. Quien sabe si fruto de la impotencia, la frustración o la pena. O quizá una mezcla todas ellas. Lucía inconsolable, con una mueca de tristeza incrustada en la cara y un buen puñado de lágrimas resbalando por sus mejillas. Fue la imagen del partido.
Oh Racing Santander, no te abandonare... 💚🤍#BurgosCFRacing pic.twitter.com/7i45Eq9ijt
— Real Racing Club (@realracingclub) April 14, 2024
Ni el abrazo de Saúl, ni el gesto de camaradería de Roko Baturina, ni las palmadas cariñosas que le propinó en la espalda José Alberto lograron consolarlo. Tampoco lo consiguieron el resto de compañeros que se acercaron a él. Otro Íñigo, Sainz-Maza, y Andrés Martín salieron desde la zona donde estuvieron viendo el partido y también se acercaron al mago de Derio después de caer 2-1 ante el Burgos. Pero nada. No hubo manera de aplacar su desasosiego. «Los jugadores están jodidos, cuando un partido que puedes ganar lo pierdes con un balón largo en el minuto 96... pues es difícil. Toca levantarnos y seguir, queda un mundo todavía y nosotros hemos demostrado que somos un buen equipo, vamos a seguir ahí hasta el final», decía José Alberto poco después en sala de prensa de El Plantío.
El caso es que las lágrimas del '10' hablan por sí solas, porque vivir en el escaparate tiene esta cosas, pero cuentan una historia de sentimiento, compromiso e implicación. «Este tío siempre en mi equipo», pensaron muchos racinguistas. Los que fueron a Burgos y también los que lo vieron por televisión. «'Uno di noi'», comentaban tras el encuentro en redes sociales y también en persona a quien quisiera escuchar.
Porque ese llanto conmovedor tiene que ver con una emoción compartida: la de los miles de aficionados que estaban viendo al Racing. Todos con un objetivo común. Dar un paso más adelante después de la derrota ante el Alcorcón en El Sardinero. Es como si el jugador se hubiera hecho cargo de toda esa emoción colectiva. Y eso el racinguismo lo aprecia.
La psicóloga clínica Imma Puig, que lleva 35 años trabajando con deportistas, lo explicaba así en una entrevista: «No se puede esperar comportamientos ordinarios de jugadores extraordinarios, porque sin emoción, nadie hace nada, y ellos tampoco». Y esos futbolistas son mejores en tanto en cuanto son capaces de asimilar ese sentimiento de esos miles de personas. Hay mucho romanticismo en esa manera de entender el fútbol.
Por eso, ese arrebato espontáneo de Íñigo Vicente, su imagen con un nudo en la garganta, ha calado hondo entre los seguidores del Racing. Aficionados que, medio en broma, medio en serio, reconocen que su estado de ánimo se rige en muchas ocasiones por la victoria o la derrota de su equipo. Porque el fútbol no es la vida, pero es un gran simulador.
Todo eso es ya pasado. 'Reset', que diría José Alberto. Ahora toca recomponerse. Centrarse en recuperar la autoestima para recibir al Levante. El camino de cerrar filas, pasar página y trabajar más fuerte. No queda otra que levantarse y seguir. Todavía hay 21 puntos en juego y siete partidos por delante para creer. El objetivo no está lejos ni mucho menos. El Racing está a solo dos puntos del play off y puede mantener el sueño intacto. «Este equipo ha demostrado que va a seguir hasta el final y queda mucho», decía José Alberto el domingo.
La derrota en Burgos fue cruel, pero merecida. Esa suerte que otras veces acompaña al equipo, el domingo fue esquiva con los cántabros, y eso que a pesar de todo el azar no escatimó en oportunidades con los verdiblancos. Un gol anulado al Burgos, un charco provindencial que evito un tanto más... «Lo que siempre salió cara esta vez salió cruz», definió el técnico con tino. El fútbol te da y te quita, pero las lágrimas de Íñigo Vicente hacen que este deporte no pierda parte de ese romanticismo que es necesario.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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