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Aquel día, cuando pisó la hierba de los Campos de Sport, sintió el placer del máximo honor deportivo que jamás pudo imaginar. En la temporada anterior había disfrutado del ascenso y de formar parte del equipo racinguista de la fantasía, del equipo creador de jugadas ... mágicas cuya alineación se recitaba en toda Santander como si se tratara del premio gordo de la lotería de Navidad. Y ahora debutaba en Primera División. Era el 1 de octubre de 1950 y el nuevo entrenador, Antonio Barrios, alineó para enfrentarse al 'Atleti' de Bilbao a Juanito; Teruel, Amorebieta, Lorín; Felipe, Herrero; Revuelta, Bermúdez, Mariano, Elizondo y Echeveste. Aquel día los cántabros ganaron a los de San Mamés por 1-0, con gol de Poli Revuelta, y Felipe, el capitán, se fue a su casa más orgulloso que nunca de ser jugador del Racing.
Felipe García Álvarez había nacido en El Astillero el día de Reyes de 1920 y sus cualidades físicas despertaron en el atletismo, sobre todo en los saltos de longitud y pértiga. Pero el fútbol era más divertido y se integró en los equipos del Unión Club (1933-35) para pasar posteriormente a la Unión Montañesa de Santander. Tuvo que alistarse en el ejército al estallar la guerra del 36, cumpliendo con sus obligaciones militares en Cataluña, donde jugó al fútbol ocasionalmente, lo suficiente para que el Español de Barcelona detectara su calidad y le hiciera una oferta muy tentadora cuando llegó la paz. Pero Felipe, deseoso de regresar a su tierra, prefirió seguir jugando en la Unión Montañesa (1939-40). Poco tiempo estuvo en este equipo, porque el Racing puso sobre la mesa 5.000 pesetas para hacerse con los servicios del jugador, sin que Felipe viera un céntimo del traspaso. A pesar de ello se sintió feliz en formar parte del Racing, debutando el 29 de septiembre de 1940 en partido de Segunda División ante el Arenas Club de Guecho, en los Campos de Sport, con una formación que ganó 2-0 y que estaba compuesta por Carral; Ceballos, Víctor; Calvo, Tamargo, Felipe; Cuca, Milucho, Saras, Manolín y Setuain.
Con el equipo racinguista ascendió a Segunda División en 1944 y 1948, no sin antes pasar el peor día de su vida deportiva, cuando el club descendió en la promoción de 1947 ante el Real Valladolid, entonces en Tercera. Hasta aquella fecha, Valladolid no había sido una ciudad con demasiado prestigio futbolístico. En sus siete estancias en Segunda División, había coincidido con el Racing en tres de ellas, situándose por debajo en la clasificación. Por eso, en el choque a un partido que se disputaría en un campo neutral, el Racing partía como el gran favorito. Además, al jugarse en el remozado campo de Buenavista de Oviedo, más cerca de Santander que de Valladolid, facilitó el acceso de unos 4.000 aficionados montañeses que viajaron en trenes especiales a la capital del Principado. Todo parecía más favorable a los intereses racinguistas, pero de forma inexplicable se perdió (3-1). En el encuentro se echó de menos a Felipe, su jugador más batallador, que aquel día no pudo jugar al estar sancionado por su expulsión en el último partido de Liga contra el Betis. Aquella ausencia desmoralizó mucho a la afición montañesa, a los jugadores y al propio Felipe. Con el descenso varios futbolistas del Racing se marcharon a otros destinos, pero Felipe se mantuvo leal a su equipo.
Después de una década deambulando con el Racing por la Segunda y Tercera División, le llegaría a Felipe la hora de la felicidad cuando coincidió con los grandes jugadores de la temporada 1949-50. Jugó 23 partidos en aquel equipo de ensueño liderado por Rafael Alsúa, equipo que marcaría 119 goles en los 36 encuentros de Liga y de fase de ascenso que disputó, más los 15 tantos de los seis partidos de la Copa del Generalísimo. En total 134 goles.
El 7 de febrero de 1954, antes del partido liguero ante el Club Atlético de Bilbao en los Campos de Sport, la directiva racinguista, con su presidente, Basilio de la Riva, le hizo un homenaje junto al delantero vizcaíno Zarra. A ambos el club les entregó un reloj de oro. Su última temporada con el Racing fue la de 1954-55, aunque colgaría las botas la temporada siguiente como jugador del Granada.
Felipe García Álvarez, con 364 partidos, fue durante casi cuatro décadas el jugador que más partidos oficiales había jugado en la historia del club hasta que le superó Quique Setién al alcanzar los 368. Ambos fueron rebasados por José Ceballos, con 460 encuentros disputados.
Felipe fue uno de los jugadores que participó en el simbólico acto del inicio de las obras del nuevo campo municipal de El Sardinero, donde se reunieron tres generaciones de futbolistas, las del hoy referido a 1987 (Gaby, Miro, Marcos y Santillana), las del ayer (Marquitos, Miera y Paco Santamaría) y la del anteayer (Ibarra, Germán y Felipe).
Felipe murió en Madrid el 26 de septiembre de 2000, cincuenta años después de su debut en Primera con su Racing, máximo honor deportivo que jamás pudo imaginar.
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