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M. Menocal / D. Pérez
SANTANDER.
Miércoles, 6 de junio 2018, 07:46
Alfredo Pérez (Torrelavega, 27 de octubre de 1969) es de un tiempo a esta parte ese amigo tan desconocido. Desde el pasado mes de diciembre de 2016 que aterrizó en el Racing es un poco menos de lo segundo y mucho más de lo ... primero. La decisión de dar el paso para ser el máximo accionista del Racing -con permiso de su socio Pedro Ortiz (Santander, 1969), que será el vicepresidente- le convirtió en el amigo perfecto para muchos. Su llegada -sea como fuere- no dejó de ser la tabla de salvación de un club en ruinas. Sin embargo, su aparición en escena como si de un paracaidista que cae del cielo se tratara no dejó de despertar recelos. Su camino por ganarse el beneficio de la duda arrancó en junio de 2017 tras la negativa del Gobierno a aprobar el convenio de colaboración. El Grupo Pitma que él mismo dirige se hizo cargo unilateralmente de la deuda y de las riendas del Racing. Ese día y sólo ese día, su cara empezó a ser reconocible y el anonimato desde el que comandaba con batuta sabia y mano experta su conglomerado de empresas en crecimiento pasó a mejor vida.
Alfredo Pérez ya no es sólo un empresario al uso. Es algo más. Los que le conocen desde que apuraba el bocadillo de la merienda en pantalón corto en su Torrelavega natal admiten que es una persona hecha a sí misma. Buen estudiante, pero sin títulos de universidades de nombres impronunciables que adornen un currículum interminable, fue creciendo sin pausa. Su éxito se debe a su capacidad de liderazgo. Hay quien dice que pese a ser autodidacta es un mago de la persuasión bien entendida. En sus múltiples jornadas de puesta en común en sus empresas, su facilidad para convencer y motivar al personal es la piedra angular. De memoria fotográfica, no olvida una cara ni un gesto. Es fiel y certero, basta con echar un vistazo a sus colaboradores para darse cuenta de que ha sabido rodearse muy bien y que valora la fidelidad como un atributo indispensable. No entiende el trabajo sin un equipo y por eso es amante de la puesta en común y de escuchar antes de ejecutar.
Actualmente, de acuerdo con el Registro Mercantil, hasta 27 sociedades cuelgan del Grupo Pitma (marca comercial de la mercantil Tower Valley), el holding en el que se agrupa el entramado torrelaveguense, que tiene su sede principal en Rinconeda y en el polígono industrial de Mies de Molladar, en Cartes, pero que también está instalado en Madrid y experimenta una constante política de expansión.
Es un buen orador y domina la comunicación interna como nadie, sin embargo su política es la discreción. De ahí que su nombramiento como presidente sea ciertamente sorprendente. La repercusión del fútbol y, además, de un club como el Racing es algo que ha debido comprobar en este año y medio que lleva dentro de este mundo. No obstante, el paso que dio ayer va más allá.
Entre todas las sociedades integradas en el resto de marcas y firmas del grupo Pitma suman cerca de 3.000 trabajadores entre puestos directos e indirectos o franquiciado. Junto a Alfredo Pérez está Pedro Ortiz, copropietario al 50% del grupo. Son dos almas gemelas, el punto y el contrapunto, muy diferentes, pero inseparables.
Alfredo Pérez es locuaz, simpático, charlatán -en el buen sentido-. Capaz de compartir un vino si se tercia la ocasión en el momento más inesperado. Accesible y con ese don de gentes que se aleja del encorbatado de turno que maneja un coche de alta gama. Quizás por eso no le ha quedado más remedio a él que ponerse el disfraz de presidente y a Pedro Ortiz el de su segundo. Una cuestión formal, pero que habla por sí sola.
Precisamente esa cercanía le hizo ganarse a los altos cargos de los distintos grupos con quien se fue fusionando en su carrera profesional. Su reloj va con prisa, pero siempre saca tiempo para comer en el bar que regenta su hermano en Tanos. Allí no es nada extraño verle sobre la marcha con su socio y con quien se tercie. Apura las horas de trabajo sin importarle y no ve llegar el final del día si ve necesaria una reunión más, pero sabe distinguir lo importante. A su familia le otorga una posición preferencial en su trajín; nunca le faltan unas vacaciones para compartir con los suyos ni tiempo para recibir su llamada.
No le importó decir que no a sus continuas oportunidades de poder expandirse y emigrar; su círculo desconfianza insiste en que es cántabro y no quiere salir de Cantabria. Huye de limitaciones y de exclusiones y no se siente únicamente de Torrelavega. Su visión empresarial envolverá al Racing; nunca da una puntada sin hilo, de ahí que en algunas ocasiones sorprenda con sus decisiones. Como la de patrocinar a un equipo ciclista como el Aldro Team, capitaneado por su paisano Manolo Saiz. Pasó de no gastar un euro en publicidad a invertir en un deporte un tanto dejado de la mano de dios en los medios convencionales. Sin embargo, la presencia en las redes sociales si le interesa.
Hábil, buen comunicador, con cintura para moverse en situaciones embarazosas y con el gesto de ayer se retrata como un valiente decidido. Tendrá sus puntos débiles, pero les oculta con esmero. Falta saber si el traje de presidente le estropeará la imagen o le rejuvenecerá. Es una ropa con demasiadas costuras, habrá que ver como le sienta.
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