El desastre de Gijón dejó patentes la ausencia de un estilo definido, la debilidad defensiva y la falta de gol | El equipo de Ángel Viadero, con tres derrotas consecutivas entre Liga y Copa, vive su peor momento de los últimos quince meses
El Racing, en lo deportivo, se encuentra en su momento más complicado de los últimos quince meses –desde que perdió cuatro compromisos seguidos en el play off de la 2015-16–. Que sí, que mejor que estas cosas pasen ahora y no en mayo, pero la realidad es la que es y el equipo cántabro debe retomar la senda correcta si quiere alcanzar un objetivo obligatorio como es el de pelear por el ascenso. Lo demás, será un fracaso enorme. La derrota ante el Sporting B no ha hecho más que acrecentar las dudas. Tres tropiezos consecutivos duelen. Y el domingo los de Ángel Viadero vuelven a verse las caras con el Leioa, el rival con el que empezó todo. Sólo vale ganar, porque hasta la grada ha empezado a perder la paciencia al inicio de esta tercera travesía por la Segunda División B.
Para empezar, el Racing ha dejado de ser un equipo reconocible por su juego. Y eso se ha traducido en los resultados. A estas alturas del pasado curso, el conjunto cántabro infundía miedo en sus rivales. Era líder invicto, marchaba firme en la Copa y su estilo, eficiente e innegociable. Fútbol directo, velocidad y una presión altísima. Poco vistoso, pero efectivo. Sin embargo, en esta ocasión, la propuesta de cambio de filosofía implementada por la comisión deportiva no funciona. Sacar el balón jugado desde atrás está trayendo más problemas que satisfacciones. Un estilo, además, arriesgado para la Segunda División B y muy lejos del fútbol característico de los equipos de Ángel Viadero. A veces da la impresión de que ni en el vestuario ni en el banquillo confían demasiado en esta manera de proceder.
Todo eso ha desembocado en una frustrante debilidad defensiva que llegó a su máxima expresión el domingo en El Molinón. Tres goles precedidos de tres errores. En cuatro jornadas de Liga, el Racing ha perdido la mitad de los choques (dos) en los que cayó la pasada campaña regular (cuatro) y ha recibido una cuarta parte (cinco) de los veinte tantos que encajó.
El virus no afecta sólo a la línea de zagueros. La portería, cubierta por dos de los mejores guardametas de la categoría, también ha flaqueado. El centro del campo –conformado habitualmente por Borja Granero y Quique Rivero– no da sensación de orden y empaque. Los otros mediocentros hasta ahora disponibles, Sergio Ruiz y Javi Cobo, han dejado notas positivas, pero de momento no han convencido al entrenador para cambiar a los ocupantes de la sala de máquinas. Solamente los extremos –Héber y Óscar Fernández–, y no siempre, han estado a la altura en este comienzo del campeonato.
Los males
El estilo de juego. Un equipo sin una personalidad definida.
El intento de cambiar el estilo de juego a uno más elaborado no ha cuajado por el momento y el equipo sigue sin mostrar una personalidad definida sobre el terreno de juego.
Fragilidad defensiva. Un cuarto de los tantos recibidos la Liga pasada.
En cuatro partidos, el Racing ha encajado cinco tantos, una cuarta parte de los recibidos la temporada pasada (20). La fortaleza defensiva, seña de identidad, se ha perdido.
El ataque. Muchos problemas para hacer gol.
Dos futbolistas han marcado los cinco goles del Racing: Dani Aquino y Óscar Fernández. Las ocasiones no se aprovechan y la dependencia del murciano es evidente.
La aportación de los nuevos. Los fichajes no están brillando.
Quique Rivero, Gonzalo, Regalón, Matías Aquino, Álex García, Juanjo y Antonio Tomás son los fichajes de esta temporada. Ninguno de ellos ha brillado por el momento.
En caída. El vestuario se ha metido en una dinámica negativa.
Las lesiones y la eliminación copera iniciaron una espiral negativa que se ha agravado con los tropiezos ante Mirandés y Sporting B. El Racing debe reaccionar.
La paciencia se agota.La afición mostró su enfado en El Molinón.
Tres años en Segunda B son muy largos y a la afición racinguista se le empieza a agotar la paciencia, tal y como hizo saber al equipo tras la derrota ante el Sporting B.
La delantera tampoco se salva. Dani Aquino –que aún no ha encontrado un compañero fijo en la punta– respondió en los dos primeros choques a base de goles. Pero la lesión de Gernika cortó su buen momento y en los dos últimos compromisos, su nivel ha decaído. A eso hay que añadirle lo lejos que está actuando el 'Torito' de la portería rival. Donde hace más daño. Esa circunstancia, con la acusada dependencia que sufre el Racing de su jugador franquicia, ha lastrado aún más a un equipo ya herido.
Sin excusas
Por unas cosas o por otras, el equipo cántabro ha entrado en una dinámica negativa. Espiral. Las lesiones de César Díaz y Dani Aquino ante el Gernika pusieron la primera piedra. Eso lastró –junto a los problemas de Regalón y Juanjo– de cara al choque copero frente al Leioa, que acabó con eliminación y el duelo directo entre favoritos contra el Mirandés –este último condicionado además por la actuación arbitral–. Frente al Sporting B, el Racing agravó aún más su situación. Esta vez sin excusas.
La política de fichajes, liderada en esta ocasión por el nuevo director deportivo, Pachín, no ha dado réditos por el momento. Regalón, Gonzalo y Quique Rivero, que tuvieron un rendimiento esperanzador durante la pretemporada, han ido decayendo con el paso de los partidos. Matías Aquino, el máximo goleador del verano, ha pasado a un segundo plano. Y los otros tres retornados verdiblancos, Juanjo, Álex García y Antonio Tomás aún intentan coger un estado de forma óptimo y no han logrado todavía acoplarse con garantías al equipo. El de Ontaneda debutó como titular en Gijón y el de Cartes aún tendrá que esperar otras tres jornadas –salvo rebaja de la sanción– para poder entrar en la dinámica competitiva. La burbuja que ha encarecido el mercado de la Segunda B y el esfuerzo económico para retener a jugadores clave como Dani Aquino, Iván Crespo o Héber han mermado la capacidad verdiblanca para salir de compras y obligado a usar el plano sentimental para cerrar incorporaciones. Eso ha provocado, además, una plantilla corta y coja en algunas posiciones –como el lateral izquierdo, el centro de la defensa y la delantera– que, si la situación no mejora ostensiblemente de aquí a final de año, seguramente será reforzada en enero, como sucedió en el curso anterior.
En época de crisis futbolística, las miradas se centran primero en el banquillo. Ángel Viadero tuvo ayer charla con sus jugadores en el vestuario de las Instalaciones Nando Yosu de La Albericia. Pidió más intensidad y contundencia en las áreas. Lo que no hubo en Gijón. El míster de Canalejas tiene muchos fuegos que apagar en muy poco tiempo, porque la confianza de la afición con respecto al técnico ya no es tan ciega como antes. El hecho de no haber conseguido el ascenso en junio y el mal comienzo de la presente temporada pesan demasiado. Y de momento no ha sabido dar con la tecla para solucionar los males de su equipo en un grupo, a priori, más exigente que el I.
Los cambios
Decisiones como la de retirar a Óscar Fernández en los dos últimos encuentros, cuando el de Piélagos estaba siendo de lo poco destacable del equipo, fueron recibidas con silbidos. La misma música de viento que sonó en algunos momentos del choque frente al Mirandés y que en El Molinón se tradujo en reproches desde la grada a los futbolistas al término del partido. La paciencia se agota y la afición reclama algo más sobre el césped.
Es complicado valorar si el Racing de esta temporada es mejor que el de la anterior, pero los números, a estas alturas de la película, están ahí. El campeonato en Segunda División B es un larguísimo invierno y puede pasar de todo. El Racing de Pedro Munitis llegó a estar a trece puntos del Racing de Ferrol meses antes de proclamarse campeón. Luego, en el play off, el equipo verdiblanco no estuvo a la altura. Yel curso pasado, el poderoso Racing quedó eliminado de la fase de ascenso tras una Liga regular de récord. Las notas llegan en junio. Siempre es mejor un trayecto alegre que un camino tortuoso. El mal rollo sólo beneficia a los oportunistas. Una victoria convincente ante el Leioa lo puede cambiar todo. El fútbol vive de estados de ánimo. Pero todo lo que no sea ganar enquistará los problemas y cuestionará aún más el rendimiento de los jugadores y el técnico.
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