
Una marea verdiblanca en Miranda
Cientos de racinguistas, muchos de ellos sin entrada, se desplazan a la ciudad burgalesa para apoyar al Racing en el partido de vuelta de play off ante el Mirandés
A veces el fútbol empieza mucho antes del pitido inicial. Empieza la noche anterior, cuando no se duerme por los nervios. En la parada del autobús, cuando se cruzan miradas cómplices y la inquietud empieza a acomodarse en el estómago, o cuando un chaval se arropa con la camiseta de Andrés Martín como si fuera una bandera. Empieza ahí, en la ilusión sin garantías que persigue al Racing y que hoy ha llegado hasta Miranda de Ebro.
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Las rueda del autobús aún estaban calientes cuando el primer vehículo apagó el motor para dejar a cientos de racinguistas en la calurosas calles de burgalesas. El conductor se limpió el sudor de la frente con un gesto mecánico y abrió las puertas como si soltara una marea. De repente camisetas verdes, banderas y también bufandas a pesar de los 30 grados que calientan las calles.

Por la mañana solo pequeños grupos de racinguistas adornaban las terrazas, pero a eso de las 18.00 horas Miranda de Ebro ya no era solo roja, también latía en verdiblanco. Por las calles se había colado un murmullo de acentos cántabros que hablaban del 3-3 de la ida, un folio en blanco que esta noche puede reflejar una historia de gloria o de luto. Enfermería o puerta grande.
Seis autobuses salieron de Santander para estar con el Racing en una cita crucial. Algunos no tienen entrada. «Si no podemos entrar lo veremos en un bar. Pero al equipo no se le deja solo», dice Joaquín Sánchez, que se ha plantado en Miranda con sus dos amigos Daniel Mantecón e Iker San Emeterio. No quieren faltar al corteo hasta el Anduva. «Iremos con todos, que al final igual somos casi 900 aquí», comentan.
Tampoco tienen entrada Illán y Javier, que han venido desde Asturias, donde residen desde hace dieciséis años. Son padre e hija y aunque todavía no tienen el plan muy claro, una cosa es innegociable. «Hoy el Racing gana», dice Illa, mientras mira alrededor. Tienen pensado hacer el corteo y después buscar un bar donde ver el partido. «Donde veamos que van los demás, iremos nosotros», comenta.
Poco a poco las camisetas del Racing se multiplican por las terrazas. Se mezclan los afortunados que han conseguido entrada y quienes han llegado al aventura. «A ver si aquí podemos conseguir alguna», fantasean. Se sientan en los bancos, buscan sombra y apuran sus cervezas. El fútbol, hoy, también se juega en las aceras
En los bares del entorno de Anduva se mezclan los colores. Camisetas rojillas y verdiblancas brindan con cañas. En algunas terrazas se escuchan teorías sobre la alineación: «¿Repetirá Arana arriba?», pregunta uno. «Yo metía a Maguette desde el principio, hay que ir a por ellos», responde otro mientras mira el móvil para comprobar si el Racing ha colgado ya las alineaciones.
El entorno del estadio es un hervidero de emociones contenidas. Algunos racinguistas caminan alrededor buscando desesperadamente una entrada. Otros, resignados, ya han localizado un bar con televisión. Pero todos quieren estar cerca cuando el balón eche a rodar. Porque si el Racing gana hoy, jugará la final por subir a Primera. Algo que hace un par de años parecía ciencia ficción.
A dos horas del partido, los cánticos ya se escuchan cerca de Anduva. El sol cae de lleno sobre Miranda cuando el reloj se acerca a la hora señalada. Hay tensión, sí. Pero también una certeza serena, el Racing está a dos partidos de Primera. Columnas de humo verde de las bengalas ascienden al cielo en la calle Francisco Canteras, donde se ha congregado la afición del Racing , que ya enarbola cervezas y banderas y donde no faltan los cánticos. Pronto el corteo saldrá de este centro neurálgico verdiblanco para caminar hasta Anduva y recibir al equipo, que hoy se la juega. «Una ilusión nos persigue, la Primera División». El himno sube como un vapor que empapa las aceras, los balcones, las esquinas.
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