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Se piensa para dentro. Acaso se musita con timidez, porque el racinguismo está vacunado de la euforia. Primera dosis, segunda, tercera... Ha perdido la cuenta. Pero al mismo tiempo se aferra al entusiasmo que comienza a bullir, pero con la tapa de la cacerola puesta. ... Por primera vez en más de una década, se imagina de nuevo entre los grandes. El cambio de propiedad, una figura que ha borrado a base de hechos, currículum y discursos los fantasmas de Piterman y Alí Syed, la espectacular segunda vuelta de la temporada pasada y el buen arranque de esta han generado, al menos, ilusión. Se ven incluso indicios. Por ejemplo, que el estadio empieza a no caerse a pedazos. Que no se vende al jugador franquicia, sino que se le renueva. Que el año pasado sumaba cuatro puntos en la séptima jornada y hoy los triplica. Que los delanteros marcan goles, por mucho de que cuatro partidos no sean muestra suficiente para una estadística fiable. Y que el equipo gana. Siete jornadas no son nada, o casi nada, pero puntúa y está en puestos de fase de ascenso.
En ese caldo primigenio se ha gestado una sensación que las matemáticas y el calendario han catalizado con un partido ante el segundo clasificado. Un partido en el que los de José Alberto López (JAL; el Racing tiene incluso un míster con acrónimo kubrickiano) pueden asaltar esa segunda plaza. Necesitan ganar por dos goles en Butarque y esperar a lo que haga el Tenerife, pero es posible dormir provisionalmente como segundo, es decir, en ascenso directo, y aspirar a mantener la plaza al final de la jornada. Y, si no es así, el equipo se consolidará igualmente entre la zona noble.
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Así que se ha comenzado a romper la espiral del silencio. Con timidez, sin estridencias, una sensación envuelve el Racing. Con miedo a invocar a la paparda, aunque perder en Leganés no lo sería. Con la prudencia que exige la experiencia. Con la consciencia de que la plantilla es corta y que el presupuesto verdiblanco le coloca, como mucho, en la clase media. Pero el racinguismo, más fuera que dentro del club -aunque quién sabe si también en las oficinas de los Campos de Sport se permiten imaginar el regreso-, comienza a pensar en tiempos mejores.
La progresión en los últimos años de una sociedad que estuvo en quiebra técnica es evidente, y ahora construye, o al menos da la sensación de construir, sobre cimientos sólidos. Siempre que el Efecto Ceria no se difumine y el nuevo patrón verdiblanco pueda sujetar la deuda heredada, que se acerca ahora a los veinte millones para que la SAD pueda seguir funcionando, al fin, en la normalidad económica, pese a todas sus estrecheces.
15 puntos
Segundo puesto.5 victorias y 2 derrotas.10 goles a favor y 3 en contra.
12 puntos
Sexto puesto.3 victorias, 3 empates y 1 derrota.9 goles a favor y 5 en contra.
Y como la normalidad del Racing es transitar entre Primera y Segunda División y los resultados acompañan, la hinchada comienza a pensar en el ascenso. Sobre todo porque estaba muy necesitada de cariño y de alegrías, así que se aferra al primer indicio.
Si a eso se une, por echar mano del tópico, que el fútbol es un estado de ánimo, el del Racing es optimista en lo cerebral y entusiasta o esperanzado en lo visceral. Una esperanza que circula como pólvora encendida pero con el freno de mano echado. La gente, así en general, no quiere coger demasiada velocidad. Tiene miedo a estampanarse y antecedentes no le faltan. Pero sobre los sentimientos no se decide y el que rodea al club esta semana es el que es.
Se ha encargado JAL de rebajar las expectativas, consciente de lo voluble que es el fútbol. Una victoria hará soñar con el ascenso en unos meses y una derrota no haría daño, o al menos no un daño justificable o significativo. Pero si se encadenan dos o tres sabe que regresarán el pesimismo y la incertidumbre. El fútbol es así no solo en Santander, sino en todas las plazas. El ovetense lo sabe y, precisamente por eso, porque sabe que fútbol es fútbol, trata de evitar que ese mismo viento de popa llegue de cara al primer role.
De momento los verdiblancos afrontan en el absurdo horario de viernes a las nueve de la noche -cinco partidos nocturnos de nueve para el Racing, que serán seis de diez el próximo martes; LaLiga debería hacerselo mirar- el octavo capítulo del eterno serial que es la categoría de plata. Lo harán con la protesta al unísono de las aficiones verdiblanca y pepinera por los partidos de los lunes y los viernes. Y lo harán con toda la plantilla disponible. Al Racing ya no falta ni uno y ha armado un once tipo más o menos claro, aunque con variantes en el eje y la mediapunta y una cómoda posición en la clasificación para un equipo que se marcó como objetivo una permanencia tranquila, buscando la zona templada.
Lo bueno es que una victoria ante el segundo permite trepar en la jerarquía de plata y en caso de perder no sucederá nada, más allá de la evidente bajada de tramo del entusiasmo. Lo malo, que es el segundo. Borja Jiménez habla en Leganés de «humildad», pero también de «buena dinámica» y en Butarque la Primera no suena tan lejana. También el Lega llega con todo y con todos. El regreso de Miguel, última incorporación del verano que incluso ha tenido minutos en primera con el Alavés antes de que se cerrara el mercado, ha generado expectativas, como el rendimiento de Arambarri en la defensa. El técnico gallego también tiene un once bastante definido y eso suele ser una buena señal, aunque la semana pasada su equipo cayera ante un Elche que por el momento no está donde se le esperaba.
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Por si fueran pocos ingredientes para la expectativa, el Racing afronta una serie de tres partidos de Liga en nueve día que puede marcar tendencias: visita al Tenerife y recepción al Sporting, una de las citas más esperadas del curso. Cuanto el próximo sábado termine la champa se habrán cumplido diez jornadas. Casi un cuarto de la competición, que ya permitirá hacer al menos alguna aproximación de lo que puede ser la temporada. De momento, el equipo ya suma doce de los 50 que necesita para garantizarse con holgura la categoría -aunque José Alberto hablaba ayer de 45- y si bien el vértigo del ascenso es evidente, una buena racha cimentaría esa permanencia solvente que es, esa sí, una meta ineludible para no volver a enfangarlo todo.
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