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En el reciente creado museo del Racing en los Campos de Sport está bien. Está puesto con gusto. Pero le falta chicha. Se nota la ausencia de metal noble. De copas; de trofeos. Porque el club cántabro ha vivido más decepciones que alegrías o porque, algunos de los que había, algún espabilado los expolió. Este viernes, frente al Andorra, los de Guillermo Fernández Romo tendrán la oportunidad de poner un poco más de lustre a la vitrina de las copas del estadio verdiblanco. Porque al fin y al cabo lo que se pone en juego es un título oficial, aunque sea de la tercera categoría. Y con un dato que le da un poco más de enjundia: quien gane el Racing-Andorra del viernes será el primer campeón de Primera RFEF de la historia.
Así que el museo lo pide. Las acreditaciones de los más importantes logros en estos 109 años de historia ni siquiera están allí. Porque ya no existen. Como el trofeo identificativo del subcampeonato de Primera División en la temporada 1930-31. Ese y otros anteriores a la Guerra Civil los atroparon las Flechas de Falange en una confiscación presentada como una donación del club. Tras la entrada de las tropas franquistas en Santander durante la Guerra Civil en 1937, los Campos de Sport se convirtieron en campo de concentración, pero una vez se trasladó a los presos a otras cárceles y campos más estables recuperaron su función original. Fue entonces cuando se organizó un partido amistoso con un doble objetivo: propagandístico y de recaudación de fondos para el bando nacional.
El Racing, inerte desde hacía casi un año -tuvo que reestructurarse casi desde cero en 1938 con ayuda de sus veteranos, que evitaron su disolución-, ni siquiera estuvo invitado a su propia casa. Con su directiva ausente, huida o exiliada y tras cerca de un año sin juntas y más tiempo sin celebrarse una asamblea de socios, en el descanso una representación de Falange se apropió de todos los trofeos de plata del club en lo que se presentó como una «generosa donación» del Racing a la causa que sería, además, devuelta. Se da por hecho que se fundieron.
El trofeo del Torneo de La Galleta de Aguilar de Campoo en 1981 es una copa de más de un metro de altura sobre un enorme pedestal.
El equipo cántabro, por su medio siglo de vida, superó en un triangular internacional a Sporting de Portugal y al Lazio italiano.
El Racing se proclamó campeón del torneo Ciudad de Valladolid en el año 1999, tras derrotar al equipo local por tres goles a cero.
Trofeo que acredita al Racing como campeón de la Segunda División en la temporada 1949-1950.
A aquel episodio sobrevivió al menos un trofeo (y algunos otros de escaso valor material): el que acreditaba al Racing como Campeón de Cantabria en 1923. Había llegado muy deteriorado a la época moderna -le faltaba una de las dos asas-, pero había llegado y existen testimonios gráficos de su presencia en el estadio. Sin embargo, desapareció de las dependencias de los Campos de Sport durante la 'Era Okupa', entre 2007 y 2014 y con Ángel 'Harry' Lavin, condenado a prisión por un delito de administración desleal, como también lo ha sido su antecesor, mentor y mandatario en la sombra Francisco Pernía.
No fue lo único que se volatilizó. Tampoco está en el club el primer cuaderno de actas del Racing, escrito a mano por Carlos Iruretagoyena, y que incluía el acta fundacional de 1913. Lo tendrá algún gracioso que, probablemente, no apreciará su valor sentimental e histórico... si es que aún se conserva. Curiosamente, el museo se encuentra en el mismo lugar donde se perpetró el teatro de la llegada de Ahsan Ali Syed al Racing. El principio del casi fin. Ahora los recuerdos que sobrevivieron al expolio cubren las cenizas.
Hay otras glorias que no tienen trofeo, como la clasificación para la Copa de la UEFA en 2007, aunque son las camisetas de los rivales de aquella histórica competición europea las que escoltan hacia la entrada al museo. O el que para algunos es el mayor triunfo racinguista: el de la dignidad. El plante es puro romanticismo.
Así que las vitrinas racinguistas están ocupadas, en su mayoría, por copas menores. La más importante, la del título liguero de Segunda División en la campaña 1949-50 con un equipo que marcó una época: Alsúa, Joseíto, Mathiensen, Echeveste, Herrero... También están los campeonatos de grupo de Segunda B (el Racing fracasó en las dos oportunidades que tuvo para proclamarse campeón absoluto de esa extinta categoría de bronce, ante el Albacete y el Fuenlabrada); la Copa Federación del filial... Pero ni uno solo de los títulos de Cantabria (el Racing los ganó todos, desde su instauración hasta que dejó de disputarse).
Eso sí, hay cosas llamativas. Según se cruza la puerta de acceso al museo, una gigantesca copa de más de un metro de altura golpea la mirada. Un enorme pedestal de mármol sostiene a un águila que mira de perfil con una galleta María XXL en su pecho. Se pueden imaginar que se trata del mítico torneo de Aguilar de Campoo. En este caso, el de 1981.
A su izquierda, una ostentosa copa de una edición del Ciudad de Valladolid. Y un poquito más allá, otra con bastante más sentimiento. Se trata del trofeo obtenido por el Racing en el Torneo Triangular de las Bodas de Oro del Real Santander -así rebautizado por imposición del régimen, que exigía que las sociedades tuvieran su nombre en castellano, aunque para su masa social siguió siendo el Racing-, allá por 1963. Una competición en la que los verdiblancos se vieron las caras con el Lazio italiano y el Sporting de Portugal. La primera cita en los viejos Campos de Sport con luz artificial, esa que ahora da tanto que hablar en el estadio que les tomó el relevo. El equipo dirigido por Fernando Argila venció por 2-1 a los transalpinos y repitieron resultado en el choque decisivo contra los lusos. El capitán, Pallás, y el más veterano de la plantilla, un tal Nando Yosu, recogieron el trofeo que permanece en el museo.
Otro galardón con una forma original es el correspondiente a uno de los cinco títulos del Torneo Príncipe de España -lo que después se conoció como Ciudad de Santander- que consiguió el Racing. Emula un cojín sobre el que reposan una corona y un balón.
O el acreditativo del torneo Villa de Gijón, que el club verdiblanco venció hasta en cuatro ocasiones: 1999, 2004, 2006 y 2007. El trofeo es una reproducción del 'Elogio del Horizonte', obra del escultor Eduardo Chillida que se alza en el Cerro de Santa Catalina de la ciudad asturiana.
Lo de tocarle el culo a una copa no ha sido una tónica habitual en el racinguismo. Por eso las vitrinas se tienen que conformar con poco. Entre las más antiguas, allí se guarda la del segundo puesto en el Campeonato Castellano Cántabro y Aragonés en la temporada 1934-35, otra de las supervivientes del primer expolio. Los verdiblancos solo fueron superados por el Real Madrid en una competición en la que también tomaron parte el Atlético de Madrid, el Nacional, el Zaragoza, el Valladolid y el Logroño.
Y una curiosidad: el premio al equipo menos goleado en el Grupo I de Segunda División. El conjunto dirigido por el francés Louis Hon, campeón de su grupo y ascendido a Primera, encajó 28 tantos en treinta partidos disputados. Una plantilla que contaba con Larraz y Cardoso como porteros habituales; con Santamaría, Pallás, Trueba y Miera como defensas y con futbolistas como Yosu y Abel en sus filas. Si el Racing se toma en serio el partido del viernes, tal vez tenga que hacer un nuevo hueco en su museo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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