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Nando Yosu, durante su época como entrenador del Granada.
Va por ti, Nando
Una ilusión nos persigue

Va por ti, Nando

El mito del racinguismo, un ángel de la guarda verdiblanco al que encomedarse, dejó también un legado en Granada

Álvaro Machín

Santander

Sábado, 7 de diciembre 2024, 07:42

Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día... Lo aprendimos de niños –los que tenemos cierta edad–. Luego, al crecer, aprendimos que por la calle también caminan los ángeles de la guarda. Por las aceras y por los banquillos. Por el del Racing pasó uno. Nando Yosu, el ángel de la guarda verdiblanco. Con milagros acreditados. Nando Yosu, que estás en el cielo... Lo rezan –con todo el respeto para los religiosos– los creyentes de El Sardinero. Y, pasa mucho, se reza más cuando vienen mal dadas. Cuando hay necesidad. Tras un empate y una derrota en Liga –aunque la Copa ha llenado baterías– ronda el fantasma de la mala racha. No hay miedo, pero... Por si acaso. Pero es que el partido de hoy trae a colación a Nando por partida doble. Aquí es un mito, pero en Granada su nombre también provoca una sonrisa. Allí dejó buen poso. «Un gran recuerdo y muchos amigos. No encontrarás a nadie que te hable mal de Yosu». Lo cuenta un estudioso de la historia del Granada. Habla de él con mucho cariño.

Recuerdos

Más allá del fútbol, en la ciudad andaluza destacan su toque personal. «No encontrarás a nadie que hable mal. Hizo muchísimos amigos»

Fueron dos etapas. En la 84-85, en Segunda, no salió bien. Trece partidos en total –por allí andaba Pérez Durán, que luego pasó por el Racing–. Aunque su paso dejara más pena que gloria en lo futbolístico, la sensación que quedó una vez terminada la temporada (un fiasco, con descenso incluido), y visto que los que vinieron después empeoraron el rendimiento, fue que Nando debería haber seguido. Por eso, pero sobre todo por el factor humano, volvieron a contar con él unos años después.

Es curioso. Mientras el Racing forjaba la temporada de los cánticos, la 92-93 –volveremos a Primera, como en el 93–, Yosu entrenaba en el barro. Segunda División B y un Granada en horas difíciles. Hundido, sin dinero, metido en mil problemas (aquí sabemos muy bien qué es eso). «Empezó fatal, pero luego estuvo una vuelta entera sin perder», recuerda de memoria, sin tirar de papeles, José Luis Ramos, estudioso del fútbol y de la biografía de su club. «Le tocó un Granada pobre, en continuo peligro de desaparición. Con un equipo humilde, muy modesto y, en ese panorama, volvió a llenar Los Cármenes, a ilusionar». Ramos dice que llevó al equipo a las puertas del ascenso, pero finalmente no se pudo. En todo caso, allí recitan todavía los nombres de futbolistas como José Luis Vara, Antonio Álvarez o Andrés González.

Un faro

Yosu fue, en vida, la luz del racinguismo a la deriva y aún hoy es el nombre al que agarrarse cuando vienen mal dadas

La siguiente campaña, Nando mantuvo al equipo en la zona alta, aunque con números algo más discretos y con la ayuda sobre el césped de Pepe Mel (hoy entrenador del Tenerife), que anotó veinte goles. También la de otro viejo conocido. Un joven Lucas Alcaraz fue el segundo entrenador. El escudero. Yosu completó el año entero y se marchó (su siguiente destino fue, precisamente, el Racing). Pero el legado en Granada, insiste Ramos, fue más allá del césped y la caseta. «Vivía en el Hotel Victoria, en pleno centro. Y era muy habitual verle por la ciudad. Salía a cenar, quedaba con amigos. Dejó muchísimos amigos aquí», repite.

Todo eso está en el recuerdo (cuando falleció, los medios de comunicación de Granada se hicieron eco de la noticia). Que cogiera a un equipo en sus horas más bajas, que recuperase la ilusión de la grada, que fuera uno más en la vida diaria de los granadinos... La mezcla entre lo puramente profesional y lo personal. El toque Yosu.

3 temporadas en Granada

El lazo es más importante si se mira la biografía. El itinerario vital. Porque esa etapa en Granada es, precisamente, la que dio paso, la previa, al idilio eterno. Yosu fue un trotamundos. Aquí, como jugador, dejó un buen sabor de boca entre el 58 y el 62, y regresó en la 63-64. Y más, porque en el Rayo, de chaval, también se le recuerda. Con vínculos preciosos como su amistad con Vicente Miera. Pero también jugó en Valencia, en Bilbao, en Torrelavega... Y entrenar, entrenó en media España. Torrelavega, Oviedo, Linares, Vitoria, Orense, Alzira, Orihuela, Ponferrada... Se sentó en el banquillo de los viejos Campos de Sport del 77 al 79 –logró su primera permanencia en Primera–. Sí que había cariño, reconocimiento, raíces (era un vizcaíno que ejerció de cántabro toda su vida).

Pero la leyenda, la mística, se fraguó en el tramo final. En una larga última etapa en el club con distintos cargos y llamadas desesperadas cuando ya no había a quién llamar. Hay, justo, unas palabras de uno de sus hijos cuando Santander, el Ayuntamiento de la ciudad, le entregó a título póstumo la Medalla de Plata. «Mi padre jugó y entrenó en muchos equipos, pero fue durante su última etapa como entrenador del Racing cuando se labró el cariño y reconocimiento de la gente». Más que eso, incluso.

Los milagros

Porque los milagros de Yosu están acreditados. No hace falta extenderse, cualquier racinguista se los sabe de sobra. Si acaso, una pincelada. Temporada 95-96. Miera es cesado y hay un incendio en el club. Nando se hace cargo del equipo. Lo salva con 22 partidos bajo su mando. Temporada 97-98. Esta vez es Marcos Alonso el que deja el Sardinero antes de tiempo. Nando Yosu y diez jornadas por delante. Lo salva. En la 2004-2005, cuando deciden que Lucas Alcaraz no siga, lo vuelve a hacer.

Pero tal vez la más inverosímil fue la última. Empezó Preciado. Un año complicado (los hermanos Dalmat, Marqués, Pinilla...). El equipo aguantaba, pero en el tramo decisivo iba en caída libre. Manolo cedió el testigo. No lo veía. A Nando le llaman a falta de cuatro partidos y más de uno piensa que ni en el propio club daban un duro porque saliera bien. En picado. Hablan de una reunión en la que miró a todos los futbolistas a la cara y tras la que alguno no volvió a pisar el césped. O compromiso o a casa. Eso, una cena de hermandad, charlas sencillas... Sacar la presión del vestuario y apostar por lo sencillo. La Nandina.

«Se sintió siempre muy querido. Él, a cambio, nos dejó su cariño y amor por esta ciudad. Gracias por hacer que el nombre de Nando Yosu vaya unido para siempre al de Santander», dijo también su hijo en aquella cita de la medalla.

Algunos no olvidamos a un tipo con un chándal verde y el pelo engominado dando paseos por el Sardinero. A un tipo que pronunció la frase más bonita de la historia verdiblanca: «No es que haya dedicado mi vida al Racing, es que mi vida es el Racing».

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