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Por tercera vez desde que el 5 de junio de 2018 se convirtieron en presidente y vicepresidente del Racing, Alfredo Pérez y Pedro Ortiz han decidido destituir a un entrenador en plena temporada. Antes que Guillermo Fernández Romo ya corrieron la misma suerte Iván Ania ( ... que al igual que el madrileño había ascendido el curso anterior al equipo) y Javi Rozada.
Esta vez necesitan que el relevo funcione, porque las experiencias anteriores resultaron fallida. Pérez y Ortiz tomaron el control efectivo y oficial del Racing –aunque antes ya eran los accionistas mayoritarios– tras la dimisión de la anterior directiva casi en pleno después de que el equipo se quedará fuera de la fase de ascenso en la temporada 2017-18, en aquel momento el peor resultado deportivo de la historia –después se empeoraría–.
De la mano de un director deportivo que había llegado unas semanas antes, Chuti Molina, contrataron a Iván Ania y el equipo ascendió a Segunda División como campeón de grupo. Sin embargo, al curso siguiente el Racing apenas fue competitivo durante las primeras jornadas. Después de descolgó en puestos de descenso.
Ante esta situación, Molina optó por la destitución del asturiano para contratar a Cristóbal Parralo. El cambio no mejoró un equipo, que el directo deportivo ya había incendiado desde un punto de vista social y de dinámica de grupos. De hecho, Cristóbal no casó con Molina, hasta el extremo de dimitir. Le sustituyó José Luis Oltra, tercer entrenador de aquella temporada y ya con un Molina muy desgastado que pintaba poco en el equipo. Con él elRacing pareció mejorar, pero no lo suficiente para evitar el descenso. Tras unas primeras jornadas esperanzadoras, el equipo se cayó y terminó descendiendo como colista con 33 puntos.
La catarsis que vivió ese verano el club orbitó en torno a José María Amorrortu, que llegó como estratega para la base y de facto se convirtió en nuevo director deportiva. Para entrenar al equipo se contrató a Javi Rozada, un técnico en el que el vaso no creía. Incluso dilató su presentación con el compromiso ya cerrado tratando de evitar un fichaje que ya estaba hecho. A las siete jornadas lo destituyó para colocar en el banquillo a un técnico de su confianza: Aritz Solabarrieta.
El resultado no pudo ser peor. En la extraña Liga post-confinamiento y de reestructuración de la Segunda División B para crear las nuevas Primera y Segunda RFEF, el Racing ni siquiera se clasificó entre los seis equipos de su grupo con derecho a jugar la segunda fase de Liga regular por el ascenso. El Racing firmaba la peor clasificación de su historia, superando el registro negativo de tres años atrás.
Ahora, por tercera vez en cuatro años y medio, Alfredo Pérez y Pedro Ortiz, en especial este último, han decidido prescindir del entrenador en un momento en el que el equipo ha caído a puestos de descenso. Necesitan acertar, porque el futuro de José Alberto es el del proyecto de un Racing deficitario que necesita mantenerse en Segunda y pensar a medio plazo en el ascenso a Primera. N ya como urgencia histórica –que también–, sino para no comprometer aún más su estabilidad económica en un momento en el que sigue viviendo en parte de la respiración asistida que constituye la línea de crédito abierta por el Grupo Pitma. Un nuevo descenso pondría en riesgo el pago de esa deuda. De hecho, lo haría imposible a corto plazo.
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