Secciones
Servicios
Destacamos
Alos nuevos gobiernos es costumbre concederles cien días de gracia, pero el fútbol ya sabemos que se rige por otras normas. El aquí y el ... ahora. La cotización semanal. Así que Carlos Pouso, después de su discreto estreno en Tafalla, disfrutaba ayer de una segunda oportunidad, el debut en casa, para empezar con buen pie su andadura en verdiblanco.
Después del experimento fallido ante la Peña Sport, el vizcaíno se dejó de cuatros y unos y optó por una alineación de consenso, con la licencia de un Juanjo que cada vez gana más partidarios, a juzgar por la ovación que se llevó al ser sustituido. Lo de jugar con dos arietes parecía algo extraño sobre el papel, pero al menos esta vez el entrenador sí había estudiado mejor a su equipo y tuvo que poner en las bandas a los buenos, y el músculo en la sala de máquinas. Algo es algo. Como el resultado, lo mejor de un partido desafortunado, con más nervios que fútbol.
Lo que está fuera de toda duda es el sexto sentido de Pouso. El míster sabe analizar el ambiente y extraer de él los deseos de la afición. Ese parece ser su superpoder, que luego le sirve para modular un discurso impecable: «El Racing tiene que jugar a grande», «inclinar el campo hacia el rival», etc. Fabuloso. Directo al punto ‘G’ del racinguismo. El problema está en el paso de la teoría a la práctica. O que no es lo mismo predicar que dar trigo, que dicen en mi pueblo. Porque cuando el Racing se adelantó en el marcador, algunos tuvimos que frotarnos los ojos: durante algunos minutos, el equipo siguió atacando. Como si la consigna fuera defender atacando, con el balón en los pies, controlar el partido. Incluso se pudo ver a Pouso hacer gestos a los suyos de que fueran hacia delante. Pero, no se sabe cómo, en un instante el Racing volvió a su ser, a la realidad de toda la temporada, con los nuestros defendiendo cada vez más cerca de la portería, con Iván Crespo ganando protagonismo y haciendo que el hasta entonces inoperante Izarra empezara a ver posible la remontada. Otra vez pidiendo la hora. Como siempre. O aún peor, porque la presión no afectaba a los visitantes sino a los locales, atenazados por el mal rollo con su propia afición. Esa misma que ha vivido un idilio con el equipo durante cuatro temporadas, y que parece haber agotado su paciencia. Mal asunto: todavía nos esperan muchos sinsabores hasta que logremos ascender, pero ya se sabe que el público siempre tiene la razón.
La peor parte se la llevaría Borja Granero, aunque no fuera del todo merecido. Puso pausa cuando vio que el equipo la necesitaba. A veces hay que tomar medidas impopulares y el capitán demostró que si algo le sobra es personalidad. El partido de ayer fue malo de solemnidad, pero con su actitud a mí Granero me ha ganado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.