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El año del ascenso ha sido el de Pablo Torre (Soto de la Marina, 2003). El canterano, hijo de un histórico del Racing como Esteban Torre, no solo demostró toda la calidad que se le conocía ya desde cadete, sino que deslumbró al fútbol español. ... Y lo ha hecho, que es lo más complicado del asunto, desde la tercera categoría. Una carrera cuidada con mimo por el club, su padre y amigos de la familia como Quique Setién, siempre cercano como consejero, ha fraguado un futbolista de ensueño que este verano se marchará al Barça. Para tener ficha del filial o del primer equipo, eso ya se verá, pero para entrenar, y si le salen bien las cosas, jugar con los grandes. Y con futbolistas de su edad o poco mayores, como Gavi y Pedri, porque competencia le va a sobrar.
En su segunda temporada en el primer equipo Pablo Torre se ha hecho mayor. Si la calidad le sobraba, físicamente aún debía crecer y madurar, y este año lo ha hecho. En su primer curso con el primer equipo, aún con ficha del filial, alternó titularidad y suplencia y se le dosificaron los minutos para no arañar la joya. En su segundo curso, ya como futbolista del primer equipo a todos los efectos, como lo atestigua el '10' de su espalda, su crecimiento ha sido exponencial.
Aunque en los primeros meses Romo siguió dosificándole, y ha seguido sustituyéndole en los segundos tiempos, desde diciembre se consolidó como capital futbolístico del equipo y en marzo ya para una figura no del Racing, sino del fútbol español. A su calidad innata ha sumado una presencia física cada vez mayor, gol, asistencia, descaro, compromiso y cabeza; mucha cabeza. La de una carrera bien llevada. La de un canterano a quien una y otra vez se compara con Sergio Canales. Quién sabe qué podía haber pasado con el santanderino si no se llega a destrozar tres veces las rodillas, pero ahora el de Soto amenaza incluso con mejorar el que ha sido el mejor producto de La Albericia en el siglo XXI. Un jugador con una clase como muy pocos.
La historia de Torre y el Racing, que terminará este verano, ha sido la de mutuo compromiso, cariño e interés. Se negó a irse cuando pudo hacerlo, aún en las categorías inferiores, y a cambio el Racing le trató con mimo y respeto. Cuando ha tenido la oportunidad de progresar el club no le ha retenido contra su voluntad alguna temporada más, o buscando un pago que el Barcelona, o cualquier otro equipo, no quisiera hacer en lo que es una apuesta de futuro. Y el futbolista siempre ha estado interesado en que el club, en que su Racing, sacara beneficio de su marcha.
Su contrato, que terminaba en 2025, tenía una cláusula de cinco millones de euros que los verdiblancos aceptaron rebajar a la mitad, todo un dineral en Primera RFEF y, eso sí, una serie de incentivos si el futbolista juega y cumple objetivos. En concreto, quince millones en posibles variables, con lo que si se cumplen todos el Racing ingresaría a lo largo de varios años hasta 20 millones de euros.
Ha seguido centrado hasta el último día; hasta el último momento, aunque no le gusten demasiado los focos, como no le gustaban a su padre, y haya pedido al club que nada de entrevistas. Como antes el Racing estuvo obsesionado en protegerle; en que no le deslumbraran esos mismos focos. Pero incluso cuando ya había firmado con el Barça, cuando ya era el buque insignia verdiblanco, quiso dejar claro que su cabeza seguía en Santander. Por eso se puso el sombrero verde que se ha puesto de moda pese a que le costara una amonestación. También se ha dejado ver su confianza en el recital que dio en el entrenamiento del pasado viernes en La Albericia. Verle lanzar faltas fue un espectáculo.
Ahora tiene un nuevo reto. Luchar por el puesto en un grande con compañeros como Pedri, vivir solo en Barcelona, sin que le arrope el núcleo familiar, y terminar el Bachiller, porque no quiere dejar los estudios. Tal vez le acompañe algún compañero en su piso de la ciudad condal, pero Pablo Torre ha demostrado en cualquier caso que sabe ir paso a paso y sin precipitarse, aunque en estos últimos meses se haya saltado unas cuantas etapas. Con tanta calidad, no podía evitarlo.
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