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Este no es mi Racing, parecían decir los Campos de Sport. Quien más, quien menos, había visto pasar el fantasma de la paparda -esa de rigor en las grandes ocasiones- cuando el Real Unión se adelantó en marcador, pero antes había que contar con Pablo Torre; hoy por hoy, sucede lo que él quiere. Y parecía evidente que quería el liderato.
Ya había comenzado poniendo a cada uno en su sitio: a Cedric por la derecha y a los extremos en su posición. Y para él, esa zona indeterminada del que se mueve por todo el ataque, desbaratando defensas. Sin embargo, después de dos internadas en el área (y de buscar a Cedric), su primer gol sería de ariete clásico, rematando en plancha un centro impecable de Soko. Un dos por uno: el diez, haciendo de nueve.
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A partir de entonces, ni dudas ni miedo: con el joven mediapunta como protagonista absoluto, el Racing pareció imbuirse de su espíritu ganador para borrar al rival del campo. Con la grada bramando, al filo de la media hora, de nuevo Torre volvería a obrar su magia, sirviendo desde la esquina un centro milimétrico para que Pol Moreno, en carrera, firmase el segundo gol con uno de los remates más espectaculares de la temporada.
Con el equipo lanzado en tromba, los visitantes se veían desbordados en cada ataque. Pablo se movía por todo el ataque, paraba el balón, y distribuía juego como un auténtico director de orquesta. Pero faltaba puntería. Hasta que, poco antes del descanso, una falta a treinta metros que parecía ideal para las torres del equipo se convertiría en otro nuevo truco de prestidigitación del fenómeno racinguista: «Ahora la ves...», parece que le decía Pablo al meta. En menos de lo que pronuncias Irazustabarrena, ya se la había colado por su palo. Y desatado el delirio en El Sardinero. Tras el pinchazo del Dépor, el gol de Torre hacía a su equipo todavía más líder. Y, además, tenía una grada vestida de gala para celebrarlo.
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En la reanudación tocaría poner cordura, con Torre a la cabeza. Demostrando que también tiene pausa para elegir cuándo disparar, y cuándo buscar mejores opciones. Incluso, retrasando balones al mejor estilo del 'fútbol total'.
En esta ocasión, la afición no recriminó a Romo que, como de costumbre, le sustituyera a veinte minutos del final. Esta vez lo que hubo fue una cerradísima ovación para un jugador en estado de gracia, Pablo Torre, que ha conseguido cambiar la estrella del equipo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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