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Desde hace ya unas cuantas semanas hay un vecino del Alisal que no pasa inadvertido. 193 centímetros de alzada y una sonrisa perenne y contagiosa tienen la culpa. Eso y una cresta que ejerce como barretina de un catalán de cuna que ya es ... un ídolo en Santander. Un tipo sencillo que no se ha parapetado en Valdenoja (es decir, en Cueto), sino que ha preferido vivir con su gato cerca de las Instalaciones Nando Yosu, en un barrio que también se puso imposible durante la burbuja inmobiliaria, pero que tiene eso mismo: carácter de barrio pese a su juventud. Le permite, si quiere, ir andando a los entrenamientos esde uno de los pisos 'de confianza' del club, que ya han ocupado otros jugadores.
Nuha Marong 'La Pantera' (él mismo reivindica el alias hasta en su cuenta de Twitter) no da así el perfil de STV, como tampoco responde al tópico de payés, pero eso no le ha impedido adaptarse al frío norte. O al menos eso parece a juzgar por el rostro del tipo que siempre parece contento, incluso cuando le toca estar en el centro de los rondos en La Albericia o Iván Ania le dice que no le va a dejar disparar faltas.
Happy man 😁👍🏾 @realracingclub pic.twitter.com/FnmamBrpIX
nuha marong...PANTERA (@NmMarong) August 2, 2019
Nacido de padres gambianos en Santa Coloma de Farners, se crió pegando patadas al balón en Blanes, y un ligero acento le delata como catalán. Ese es el primer equívoco del que hay que sacar al Santander no racinguista, que arquea la ceja cuando se le explica la catalanidad de un jugador que con sus dos tantos frente al Mirandés se ha convertido en el personaje más nombrado de una ciudad a la que llegó hace apenas un par de meses. Un tipo familiar que ha sabido sobreponerse a los reveses personales y a quien ahora la vida, como al Racing desde el martes, le sonríe.
Santander se había escarificado en su biografía mucho antes de vestir de verdiblanco; mucho antes de que dos goles frente al Mirandés le convirtieran en protagonista de la primera victoria racinguista en el fútbol profesional desde hace más de un lustro. Y es que ya alguna vez (a buen seguro demasiadas para su gusto) le tocó vivir una cara más amarga del fútbol en los Campos de Sport.
La primera vez era aún sub 21. Su Llagostera llegaba para disputar la eliminatoria de ascenso a Segunda; esa que devolvió al Racing de Paco a LaLiga tras un año en el infierno –después vendrían otros cuatro–. Nuha era entonces un jugador en ciernes; casi en proyecto, y ni siquiera se vistió de corto en El Sardinero. Ni siquiera para ocupar una plaza en el banquillo. Pero el destino le tenía preparada una recompensa a la pantera perseverante. Un mes después, el Llagostera se jugaba el ascenso en un derbi catalán. Nada menos que ante un clásico como el Nástic. Un gol de Nuha dejó a sus paisanos fuera del fútbol de plata.
La gesta no tuvo premio y el gerundense cambió Llagostera por Barcelona. Ya solo le faltaba una provincia para conocer las cuatro de su Cataluña, pero las cosas no fueron bien y el club terminó descendiendo, lo que no impidió que su porte y enorme envergadura llamaran la atención y se incorporara al filial de Osasuna y después al Atlético Saguntino.
El año pasado llegó al Baleares para ser el delantero centro titular y ver por segunda vez cómo el Racing dejaba sin ascenso a su equipo, aunque en este caso Marong, Nuha para el fútbol y lo personal, ya era el delantero de preferencia. Fue el segundo cruce de caminos y de la intersección nació una vereda común que el martes por la noche se convirtió en autovía. Se lo merecía. En su empeño porque la apuesta por Santander saliera bien (y era una apuesta, puesto que no llegaba como primer delantero) rechazó una buena oferta del Baleares e ir convocado con la selección de Gambia, con la que sí había jugado en otras ocasiones. Algo que Chuti Molina le ha agradecido. Y en este Racing la palabra de Molina pesa mucho. Ahora Nuha es el hombre del momento. Y no quiere serlo solo por un momento.
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