Secciones
Servicios
Destacamos
«¡Madre mía, los he llevado a todos! ¡Qué mayor soy!», exclamaba José Ángel Cueto, el conductor del autobús del Racing, que estaba escudriñando las caras de todos los jugadores mientras posaban para los fotográfos antes de que comenzase el partido. «Mira Zigic, si está ... igual. Tiene la misma cara y está igual de fino!». «Sí, igual, igual», le acompañaba Delfín Calzada, delegado del primer equipo. Y es que lo normal es que cuando un futbolista profesional cuelga las botas suela descuidar su estado de forma, un axioma que cayó derrotado este sábado en La Albericia. Genio y figura. «Mira Serrano, ¡qué planta tiene!», se oía. El jugador catalán, que sigue con la misma afición por cambiar su color de pelo, daba unos toques en el campo entre abrazos con compañeros y saludos a periodistas y aficionados.
Casi no hizo falta ni que las leyendas racinguistas que este sábado se congregaron en La Albericia por una buena causa hicieran algo de la magia que acostumbraban cuando jugaban el El Sardinero. Los espectadores se quedaron hechizados, les brillaba la mirada y empezaban sonreír sin darse cuenta. En su mente ya estaban vaciando pedestales para aupar en ellos a sus favoritos de la tarde. Buena parte del público rejuveneció años y se transportó a los partidos de su juventud. De repente ya no tenían 40 años sino 20, otros pasaron de los 60 a los 30 y se veían coreando el nombre de sus ídolos una vez más, pero en lugar de viajar al futuro lo han habían hecho al pasado. Solo un detalle no ha cambiado en todos estos años. Manolo, una cara familiar para los futbolistas, sigue siendo el utillero del equipo y de nuevo es quien ha preparado camisetas y botas para todos.
En la grada cada uno tenía sus groupies, pero hay jugadores que nunca fallan. Nombres que hacen que al aficionado se le ericen los vellos del brazo. Setién, Munitis y Zigic, el inolvidable DúoSacapuntos, Zygmantovich, Salva Ballesta, José Ceballos, Esteban Torre, Colsa.... la lista es interminable. Leyendas verdiblancas reunidas para disputar un partido benéfico a favor de niños con TEA (Trastorno del Espectro Autista) y con enfermedades neuromusculares degenerativas organizado por la Fundación Lovaas, Fundación Ana Carolina Diez Mahou y la Fundación del Racing.
El duelo ofreció un espectáculo que divirtió al muchísimo público que se dio cita en La Albericia, donde habían ubicado una grada supletoria con unas ciento setenta localidades más por si el espacio se quedaba pequeño. Y se quedó. Alrededor de 500 personas se acercaron hasta las Instalaciones para recordar viejos tiempos y de paso contribuir con una buen causa. La excusa y los protagonistas eran los adecuados para echar una mano. Incluso el único pichichi que ha tenido el Racing, Salva Ballesta, hizo entrega de las botas que llevó en el Real Sociedad-Racing, cuando marcó la friolera de cuatro goles en 23 minutos.
El deporte parece complejo, lleno de matices, pero en última instancia ofrece una facilidad que la vida escamotea: un resultado. Aunque este sábado el precisamente el resultado era lo de menos. Y así con todo más de uno tiro de orgullo en el campo. Como un músico de jazz que a partir de una melodía popular se entrega a una apasionada interpretación sin partitura. Eso debió pensar Quique Setién. A pesar de los años al Flaco todavía le queda un buen repertorio de trucos. Los suficientes para marcar el 1-0 a un Toño que apenas la vio venir. Antes de eso Amavisca lo había intentado en la portería contraria que defendía Javi Pinillos, pero la cuchara que se marcó el de Laredo dio en la zona baja del poste y se fue fuera. Otro se cascó Salva Ballesta, que para eso no ha perdido olfato. El exdelantero se lució gracias a la asistencia de Amavisca, que tantos años pegándole al balón dan para mucho.
No solo los espectadores recordaban. Los jugadores cruzaban miradas cómplices y sonrisas de medio lado. Las tardes de gloria no iban a quedar solo para antaño los Campos de Sport. La Albericia también iba a tener lo suyo, que para eso ha sido campo de en ensayos, entrenamientos y probaturas de todos los que este sábado saltaron de nuevo al prao de las instalaciones. Aunque la mayor parte de ellos las habrán encontrado muy cambiadas. Poco tienen ya que ver los edificios actuales lo que se encontraban hace años cada mañana. Aunque el regreso siempre deja buen sabor de boca. «Desde que dejé de jugar nunca me había reunido así con mis compañeros y estoy emocionados y muy contento de volver después de tantos años», decía Óscar Serrano. Al que más le sonaba lo que tenía alrededor era a Álvaro Cejudo. El jugador dejó el Racing hace poquitos años, pero este sábado decía entre risas «Me siento sub 23 otra vez», mientras miraba alrededor.
Otros no quisieron perderse la cita, pero no llegaron a saltar al campo. Zygmantovich, que no ha perdido su característico mostacho, no llegó a vestirse de corto, pero no perdió ripio de lo que pasaba en al campo. Quizá porque el 'Tractor bielorruso' desde su retirada no ha parado de entrenar y se moría de ganas de empezar a dar órdenes. Bigote y jugador superlativo para el racinguismo. Un central duro e inclemente. Contundente y siempre al límite del reglamento, era uno de esos defensas que siguen la máxima de que pasa el balón o el jugador, pero nunca ambos a la vez. Y en ocasiones ni tan siquiera circulaba la brisa de la playa de El Sardinero. Desconocía la floritura, pero no la contundencia.
Y es que hay futbolistas que marcan un época por su juego y otros que, sin saber por qué, se vuelven inolvidables. Con carisma y personalidad se ganan el cariño de la grada. No faltó el recuerdo a Manolo Preciado. Su hijo Manu se enfundó la camiseta y con el 3 a la espalda no regateó ni una gota de sudor por la banda. «Es una alegría volverte a reencontrar y con un club que tengo recuerdos inolvidables. Esta camiseta me da sentimiento de alegría», decía Arzeno. Pero los minutos empezaban a pesar en las piernas. «De mi época Vivar Dorado y Amavisca son los úncios que aguantan. Han hecho un pacto con el demonio», decía Salva Ballesta entre risas. El árbitro pitó el final del encuentro y ni por esas los jugadores querían irse del campo. Tocaba firmar camisetas y balones. Como antaño.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.