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Si el Racing se queda en Segunda División se puede decir que el club respira por sí mismo. Económicamente, por descontado, y a nivel deportivo, social e institucional, acto seguido. Lograr la tan ansiada permanencia le supone dejar atrás la supervivencia para poder asomarse ... a una continuidad sin sobresaltos y que permita hacer planes de futuro. Los ingresos que se obtienen por el mero hecho de pertenecer al fútbol profesional conceden el 'lujo' de poder ampliar las miras y dar continuidad a los proyectos deportivos, apostar por una cantera que dé frutos más adelante y solucionar, aunque no sin aprietos, un pasado cargado de deudas e inestabilidad. No solo sirve para poder codearse con los equipos de la élite, sino que significa mucho más. De ahí que si el domingo -o incluso el sábado- se consigue matemáticamente el objetivo, los diseñadores del nuevo Racing podrán aparcar el tan preocupante cortoplacismo en el que se ha movido el club en la última década.
Permanecer en Segunda División tiene un reflejo inmediato en el aspecto económico del club. Probablemente, y con permiso de cualquier otro ámbito, mantener la categoría para el Racing supone una estabilidad financiera sin punto de comparación a lo que conllevaría un descenso. En otras palabras, el club en Segunda División respira por sí mismo y en Primera RFEF únicamente responde al grado de implicación y generosidad de los propietarios. En el fútbol profesional, basta con tener en cuenta los ingresos por derechos de televisión, que rondan los seis millones de euros, mientras que de no mantener la categoría no se recibe partida alguna. Es evidente que el deterioro económico es descomunal. Significa que, aunque no es rentable como sería en Primera, la entidad puede autofinanciarse de manera sin necesidad de que se produzcan aportaciones a cuenta de los máximos accionistas, como ha ocurrido durante todos los cursos en que el Racing ha estado en la tercera categoría. Además, como es evidente, el aumento de ingresos indirectos como son las partidas en publicidad o el lógico aumento o cuando menos mantenimiento del número de abonados es directamente proporcional: militando en el fútbol profesional ambas parcelas generan más liquidez al club.
Cuando se consigue un éxito, lo más habitual es que no se produzcan cambios. Sin cambios, siempre hay estabilidad y credibilidad en lo que se hace. Si el Racing se mantiene por fin en el fútbol profesional es obvio que se seguirá confiando en quienes han sido partícipes de ello; por un lado, el cuerpo técnico capitaneado por José Alberto. La llegada del asturiano le produjo el aliciente necesario para salir del bache deportivo y su manera de gestionar el vestuario ha sido más que positiva. Sería muy extraño que los mandatarios no premiaran con su continuidad al cuerpo técnico. No solo José Alberto como entrenador del primer equipo, sino también Mikel Martija como director deportivo y responsable de la estructura. La permanencia permite no pensar en el corto plazo en este aspecto y madurar las decisiones y dejar trabajar desde abajo pensando en el medio plazo. Si además, el objetivo se cumple con holgura -este fin de semana, por ejemplo,- facilita el poder ponerse a trabajar pensando en la temporada siguiente con las ideas claras de a qué se puede aspirar y en qué mercados se puede explorar. Además, el hecho de permanecer en la misma categoría permitirá mantener el grueso de la plantilla.
El Racing no deja de ser un equipo vendedor. Se mire por donde se mire. Para que el club vuelva a tener músculo financiero y se pueda soñar con recuperar parte de lo que fue es necesario que pueda navegar en un mercado potente y rentable. Ese mercado es el fútbol profesional. Militar en Segunda facilita la exposición del producto; La Albericia es una fábrica de talento y a nivel de escaparate para enseñar lo que se tiene no existe punto de comparación entre el fútbol profesional y el modesto. La repercusión, la atención y el interés nacional e internacional que se presta a la Segunda División aumenta las posibilidades de hacer negocios y, por tanto, de obtener ingresos por la venta de jugadores.
La afición del Racing lleva una década mordiéndose el labio inferior por los disgustos que le ha dado su equipo. Aún así, y pese a que la historia le reserva al club un lugar en el fútbol de élite, durante los años de penurias no ha faltado a su cita. Ahora bien, esos 8.000 abonados de media que ha promediado en Segunda B y Primera RFEF aumentarían exponencialmente si se mantiene y consolida el equipo en Segunda División. La afición más fiel empujaría a aquella parte que se ha ido desencantando con el paso de los descensos y fracasos. No es nada extraño pensar tal y como ha respondido en los desplazamientos y en los partidos importantes que esa cifra podría casi doblarse.
Un estadio nuevo, unas instalaciones mejores, material, profesionales... Con ingresos propios y acordes a las necesidades que demanda un club en una categoría como la Segunda son posibles las inversiones de mayor calibre. La remodelación del estadio, que está en veremos y cuyo proyecto está a la espera de ser presentado por el club al Ayuntamiento de Santander, es más factible. Es probable que no se pueda acometer en su totalidad, pero sí de manera parcial. De producirse un descenso ese proyecto es inviable de todas todas.
El trabajo de cantera es una de las parcelas que más pausa y confianza en lo que se hace necesita. Si el club tiene estabilidad se podrá acometer un trabajo a medio plazo y apostando por dar confianza a los dirigentes para que maduren los proyectos de jugadores. Sin dinero, con altibajos del primer equipo se desmorona el trabajo de la base y se dan bandazos. Basta con echar un vistazo a lo que ha sido La Albericia durante el peregrinar del club en el fútbol modesto. El despropósito con la cantera y los cambios de criterio sin dejar que perdurase un proyecto ha hecho que en los últimos veinte años se hayan vendido cinco jugadores: Pablo Torre; los hermanos San Emeterio, Fede y Borja; David Concha, Jairo y Sergio Canales.
Quedan tres partidos y aunque lo más importante es sumar un punto, porque con ello el Racing lograría la permanencia matemática, no es lo único. El club se juega cerca de medio millón de euros en función del puesto que ocupe en la clasificación final en la categoría. Es una cantidad muy importante que supone, por ejemplo, un porcentaje muy elevado del presupuesto del fútbol base, por lo que José Alberto era el primero que animaba el pasado sábado en Miranda a que no se deben bajar los brazos. Atendiendo a las cifras del curso pasado, entre quedar el decimoctavo, es decir, el primer equipo que se salva de la quema y hacerlo el duodécimo, que actualmente le aventaja en cuatro puntos al Racing, hay una diferencia de más de 450.000 euros. De cobrar 600.000 a meter en las arcas del club poco más de 200.000, la diferencia es enorme. De ahí, que el principio de esa escalada por volver a recuperar potencia financiera y afrontar una pretemporada con menos problemas de los habituales empieza ya.
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