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En su DNI es Francisco Fernández Gómez (Oviedo, 28 de septiembre de 1967). En el mundo del fútbol, Paco Fernández. Y entre sus amigos y para el racinguismo –ámbitos que se entremezclan–, simplemente Paco. Cordial. Este deporte tiene esa capacidad cíclica de poner en el camino a los viejos conocidos. Mañana, en Mieres, reencuentro. «¿Cuánta gente va a venir?», pregunta varias veces el actual técnico del Caudal a los periodistas que le visitan. Tiene ganas de volver a ver rostros conocidos. Dicen que el que siembra recoge. Y Paco, con el fútbol y sin él, dejó buen recuerdo en Cantabria.
Una y otra vez, en su fluida conversación, habla de «emociones» y no de resultados. Prefiere vivir que ganar. Cuestión de prioridades. «Para mí el fútbol es emoción», repite por enésima vez. «Te pongo un ejemplo. Hace muchos años tuve la suerte de jugar en Bernabéu y en el Nou Camp. Encontré a un amigo de la infancia y me decía: ‘Es que, jugar en esos campos...’. Yo le contesté que fue una experiencia fabulosa, pero que no cambiaría eso por aquel partido en juveniles que jugamos contra el Sporting», relata. Vivencias. «Yo soy más de eso. Todas esas grandezas un poco tribuneras están bien, porque son muy bonitas. Pero lo que queda es la emoción –otra vez–».
En la enciclopedia vital de Paco Fernández, en la entrada de ese término tan repetido aparece una fecha anexada. En la suya y en la del racinguismo: 30 de enero de 2014. El plante. Un hecho que traspasa lo deportivo. «Sigo viéndolo como una de las partes más importantes de mi vida. Y mi familia seguramente diría lo mismo. Me siento súper orgulloso cada vez que lo vemos. La gente, cómo apoyaba, cómo confió en nosotros... Podré no entrenar en Primera o no entrenar más, pero a nivel de emoción y sentimiento, eso fue de lo más grande que viví nunca».
Las causas del plante
El relato de todo aquello centra por un rato su conversación. Importante. «Rompió... La gente que me conoce y sabe cuál es mi disciplina tanto deportiva como personal sabe que para hacer yo eso tuve que verlo muy mal. La sensación era de que, si no lo hacíamos, desaparecíamos seguro». «A medida que avanzaban los meses –continúa–, que los empleados estaban peor que nosotros y algunas actuaciones que no eran muy lógicas... ¡Buf! A partir de Navidad ya se veía que aquello era inviable». Todavía hay quien le busca la vuelta de hoja a la actuación del entrenador y su plantilla. «Hay quien dice que fuimos tribuneros porque, claro, como perdimos 3-1 en San Sebastián –en la ida de la eliminatoria– era más fácil. Si hubiésemos empatado a uno, habríamos hecho lo mismo. El destino nos puso en bandeja esa situación y había que hacerlo».
Le costó quitarse de encima la sospecha de ser un hombre de Harry. Hasta el mismo momento del plante, hubo gente que dudó de su posición. «Un día antes, alguien me vino a decir:‘Hay gente que piensa que tú estas metido en el ajo’. Yo le dije: ‘Vale, mañana hablamos’. No le comenté lo que iba a pasar. Cuando pasó lo que pasó su reacción fue: ‘¡Hostia...!’. Yo tengo las cosas muy claras y para mí hay cosas que son inquebrantables. No voy a vivir de rodillas», sentencia. Y, a pesar de todo, dice no guardar rencor al entonces presidente racinguista, al que el plante que lideró el asturiano voló la cabeza para desalojar a los okupas de los Campos de Sport.
Su cese
El Racing se liberó de sus ataduras y logró el ascenso a Segunda División. Éxtasis. Pero nada es eterno. Todo tiene fecha de caducidad. Lo bueno también. Y la unión del vestuario verdiblanco, ese cimiento indispensable para lograr todo lo anterior, se fue resquebrajando. «Los resultados son los que hacen perder la confianza. A veces no entiendes, aunque te duela. Tal y como está montado el fútbol de hoy... Desgraciadamente, me tocó. Sabía que dependía de los resultados. El vestuario no estaba convencido y para mí era más importante mantener el grupo unido». Su estrategia no dio resultado.
«Cuando la directiva se reúne conmigo –después de la derrota (1-0) frente al Recreativo– se vio claramente que no había opción de seguir», recuerda. Le ofrecieron quedarse como secretario técnico. «No tenía sentido. Querían poner a otra gente. Yo ya no pintaba nada. Lo que quería era dejar el camino limpio para que si alguien podía venir y hacerlo mejor... Por mí y por el Racing», lamenta el ahora técnico caudalista. «Si no me consideraban una persona válida para ello, no tenía sentido seguir allí. Había muchos vínculos en otros aspectos –emocionales, claro– como para ser un pegote o un obstáculo. Prefería quedar bien y estar a gusto con la gente».
Tras un año y medio aguardando ofertas y formándose como técnico se fue al Burgos para coger, precisamente, el trabajo dejado a medias por Ángel Viadero cuando regresó rumbo al norte para entrenar al Racing. Vidas cruzadas. Una experiencia en la que «quizá yo me precipité». «Fue un cúmulo de despropósitos. Costó mucho trabajo hacer el equipo. El presidente vivía bajo presión y en la segunda jornada ya estaba hablando con otro entrenador. Los jugadores estaban muy unidos, pero no salía nada. Perdías en el descuento, la única vez que te tiraban te hacían gol... Hablé con ellos y llegamos a un acuerdo, porque no tenía sentido seguir sufriendo». En cuanto a la marcha de su predecesor y mañana rival, «lo entendí perfectamente. Hizo lo que tenía que hacer».
El Caudal
Cuando dejó el El Plantío optó por volver a la docencia, su otra vocación, sin dejar de mirar de reojo a los banquillos. Ahora es profesor de sexto curso en el colegio de Colloto, cerca de Oviedo. Está «encantado» con el ambiente que se vive en el centro y, además, esto le permite compaginar ambos trabajos, aunque tendrá que permanecer varios años en Asturias, ya que, desde su regreso, debe pasar un lustro antes de poder tomarse otra excedencia. «Entonces, lo volveré a intentar». Progresar en su carrera como técnico, se entiende.
Sigue siendo un personaje atípico en este circo. Lo que los modernos llaman coaching, él aparenta traerlo de serie. Sin discursos prefabricados ni refritos. Le sale natural. Sencillo. Como es. «Yo jugué poco en Primera División; unos cien partidos», charla modesto. En concreto, unos cien más que la mayoría de los mortales. Ahora en el Caudal, las cosas no le van tan bien como le gustaría, pero se muestra tranquilo. «En principio no se piensa en dimitir ni que te echen... Pero ya sabéis como esto da la vuelta de un día para otro. La idea es continuar hasta el final. Lógicamente, si empieza la segunda vuelta, estás muy abajo y no hay manera de... Se deja de sufrir y se busca una solución». Su equipo ahora mismo es penúltimo pero, optimista siempre, estima que la situación cambiará. «No estamos teniendo suerte. Esperábamos estar más arriba». Confía en cambiar su fortuna ante su exclub, porque «nosotros, sin duda, necesitamos más ganar». «El Racing viene aquí a perder», ironiza. Aunque reconoce que cuando vio al conjunto de Viadero en pretemporada le pareció «irrefutable. Difícil de echar mano».
Ángel Viadero
Casi se entera por la pregunta de la situación que vive Ángel Viadero en el banquillo racinguista. Lo entiende sólo a medias. «Si realmente se cree en él desde el principio, hay que dejarle acabar. Es una opinión como entrenador. Si fuese aficionado o periodista, quizá pensaría de otra manera». En su opinión, «queda mucho todavía» como para tomar decisiones irrevocables.
El asturiano se toma con naturalidad la cruda afirmación del único superviviente del plante en la actual plantilla racinguista. Borja Granero aseguró tras ganar al Barakaldo que él vio ascender al Racing «sin dar un puto pase». Lo escucha atento mientras hace el mismo camino de todos los días. De Mieres a Oviedo. Del entrenamiento del Caudal a casa. Esta vez han entrenado por la mañana, porque no ha tenido clase en el colegio. Si no, la ruta es por la tarde. Escucha y responde: «Nuestro juego se basaba en robar en el medio, para que hubiese muy poca distancia. Se nos criticó la forma de jugar. Para ver ‘tiki-taka’ a lo mejor hay que hacerse socio del Barça. Ahí lo que primaba era estar arriba y subir. Y se generó ilusión igual. Al final, lo que la gente busca es –seguro que el lector ya conoce la respuesta– emoción y nosotros la teníamos», afirma Paco Fernández. Para él, seguramente «Borja querría quitarse algo de presión de encima». No le da más vueltas.
Son las 14.00 horas del jueves en una terraza de la plaza Porlier de Oviedo. Paco Fernández mira el reloj. «Siento tener que dejaros, pero he quedado con la cría para comer», se disculpa. Con su hija, quien sin quererlo se convirtió en protagonista de una de las últimas imágenes grabadas del racinguismo. El abrazo que se dio con su padre en medio de una tremenda fiesta en los Campos de Sport. La estancia del técnico en el club cántabro estuvo llena de emociones. Por eso Paco no olvida al Racing. Por eso el racinguismo no olvida a Paco. Sentimiento recíproco.
El Racing, Cantabria y Santander dejaron huella en Paco Fernández. En él y en su familia. «Claro que me gustaría mucho volver. Ayer –por el miércoles– me lo decía mi hijo: ‘Oye, papá, te imaginas que algún día volviéramos a Santander’. Para mí sería un sueño volver», reconoce. Aunque sabe que a día de hoy es muy difícil, pese a que el fútbol da muchas vueltas y a un ritmo vertiginoso. «Yo tengo los pies en el suelo. Sé cómo está la situación, lo que hay». No desecharía, incluso, regresar al Racing en otro tipo de funciones que no fuesen estrictamente las de entrenar al primer equipo. Por ejemplo, esa secretaría técnica que se le ofreció tras su despido y que, en ese momento, consideró no debía ocupar por las abruptas circunstancias de su cese. «Estos últimos años hubo, a nivel de experiencia, muchísimo trabajo. No solamente en la función de entrenador. Y sí creo que me podría adaptar a esa situación. En Santander o en cualquier sitio».
El Racing siempre será una preferencia para él en lo laboral. Pero también Cantabria en lo vital. Tiene claro, en caso de que algún día las exigencias del guión le traigan a este lado del río Deva, donde instalará su hogar. En el mismo sitio donde vivió durante su estancia como inquilino en los Campos de Sport. «Con mi familia, siempre dije que la zona de Soto de la Marina para mí era el sitio ideal. No tengo ninguna duda. Es un sitio espectacular para vivir, incluso al margen del fútbol». Y eso que, no oculta que «en Santander también lo pasé mal en los últimos meses, aunque el cariño de la gente acolchó aquel sufrimiento». A pesar de todo, siempre estima su experiencia racinguista como «algo muy positivo. Fue bueno».
Cuando regresó al Caudal, de Cantabria y del Racing se llevó consigo a uno de los canteranos que buscaban minutos fuera de El Sardinero. El cayonés Alberto se encuentra perfectamente aclimatado a Mieres y a su equipo y el míster está contento con el rendimiento del futbolista. Está encima de él, en lo deportivo y en lo académico. Entrenador y profesor. «Lo que más me interesa es que el chaval siga estudiando», afirma.
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Rocío Mendoza | Madrid, Lidia Carvajal y Álex Sánchez
Álvaro Machín | Santander
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