Cualquier equipo que aspira a ser campeón y ha sufrido recientemente un inesperado tropiezo motivado por la relajación dará lo mejor de sí mismo en el siguiente encuentro con el objetivo de reparar la afrenta
javier barbero
Viernes, 21 de septiembre 2018, 08:02
Desde que poseo recuerdos futbolísticos, siempre he creído en la teoría de los platos rotos. Viene a decir que cualquier equipo que aspira a ser campeón y ha sufrido recientemente un inesperado tropiezo motivado por la relajación dará lo mejor de sí mismo en el ... siguiente encuentro con el objetivo de reparar la afrenta. El Racing tenía ganado –por la vía rápida para más inri– un partido en Estella del que jamás debió dejar escapar los puntos. Hasta cierto punto viene bien que esta clase de disgustos se produzcan a principio de temporada, cuando la trascendencia de los descuidos es menor que cuando se aproxima el final del ejercicio y cuando un aviso de estas características propiciará menor laxitud en próximos compromisos. En cualquier caso, Iván Ania ya dejó claro dentro del propio vestuario nada más terminar el partido que toma nota de lo sucedido y que, difícilmente, transigirá con otro traspié similar.
Mucho se ha hablado durante esta semana del rapapolvo que en caliente el técnico asturiano echó a sus jugadores. Cierto es que, para los intereses del equipo, la grabación de esa bronca no debiera haber trascendido, pero tampoco se trata de nada del otro mundo que no suceda con cierta regularidad. Se trata, además, de algo que no entiende de categorías. ¿Acaso no se caracterizaba el mismísimo Fabio Capello por sus frecuentes broncas en el vestuario del Real Madrid? Que se lo digan a todo un Balón de Oro, Fabio Cannavaro, que todavía recuerda cómo la noche en que se tragó un pase de Juninho Pernambucano en Lyon que le acabó costando un gol a los suyos la ira más visceral del entrenador italiano terminó cayendo sobre él. O cómo el día en que Guti quiso retirarse de un entrenamiento, aquejado de un fuerte dolor de tobillo tras un intenso partidillo, Capello le espetó: «Usted se
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