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Javier Menéndez Llamazares
Domingo, 6 de noviembre 2022, 07:54
Jorge Pombo, tras cumplir con la última sanción, retornaba al once inicial, aunque no a su posición habitual, sino con la misión de solucionar el gran problema de Romo en los últimos partidos: la punta de ataque. No se le vio cómodo en los primeros ... minutos y sí algo impreciso en las combinaciones. Aún así, dejaría algún detalle de calidad –una elástica– y mantendría en tensión a la zaga rival, que dedicaba dos hombres a su vigilancia. Además, Pombo muerde en la presión, aunque hay quien no ve una virtud en esa actitud. Por ejemplo, los árbitros: en el 32, el colegiado le llama al orden tras un golpe a Aguado. La amonestación, por fortuna, se queda en verbal. Aunque la jugada se parece demasiado a las que le han supuesto tarjetas en otros partidos. Sin embargo, lo que más se notaría es que no estaba precisamente Pombo en la mediapunta para poner el balón al delantero centro.
Y es que el maño, con el equipo anclado en el primer tercio del campo, se incrustaba no ya en la media, sino en el centro de la primera línea defensiva, de cuatro o cinco unidades. Más que un ariete, parecía el primer defensa. Su jugada más repetida sería cazar un despeje en campo propio, prácticamente en la frontal del área, controlar y aguantar el balón hasta recibir una falta. Un pequeño respiro para el Racing y vuelta a armar la defensa.
En la única jugada de peligro del primer tiempo, demostrando dónde hace realmente daño, se abre a banda en un ataque y se hace con un balón al que no había llegado Camus. Muy escorado a la derecha, entra en el área con mucha velocidad, controla demasiado largo y ve llegar al cruce al lateral Mármol. En una jugada de veterano, Pombo adelanta la pierna y mete el cuerpo, buscando el contacto. Cae en el área con estrépito, pero el árbitro no ve penalti. El VAR calla.
En la reanudación, de nuevo el colegiado mira para otro lado cuando, en banda, se queja de una falta Mármol, en un salto. A partir de ahí comienza la frustración: corre tras un balón larguísimo, pero se le adelanta el portero, a cuarenta metros de meta. O se desmarca en un contragolpe, pero Arturo prefiere mirar a la otra banda, y tocar y tocar hasta perder toda ventaja. Cuando Íñigo Saínz-Maza por fin le pone un buen balón, Mármol está más rápido. Si su equipo se decide a ir por fin al ataque, desde posiciones de remate solo puede ver cómo ni Camus por la derecha ni Íñigo Vicente por la izquierda consiguen poner el balón en el área chica. Pero el Racing sigue muy atrás, y cuando Pombo roba el balón está a setenta metros de portería. Demasiada distancia para ser el hombre en punta.
Tras el gol, el Racing se echa arriba, y la entrada de Matheus devuelve a Pombo a su posición natural, en la mediapunta. Su nuevo protagonismo lo frenará la defensa en seco: le hacen un sandwich en la frontal y Adri le frena de un rodillazo. Aunque el árbitro no ve ni falta, el delantero aragonés, muy dolorido, tiene que ser atendido fuera del campo. Tal es su importancia en el equipo, que el míster aguanta un par de minutos con un jugador menos.
Pombo se reincorpora, pero no aguanta ni un poco: no puede seguir. Se deja caer sobre el césped. El Andorra continúa la jugada, incluso el balón pasa cerca suyo, pero le ignoran, igual que el colegiado. El aragonés se incorpora, vuelve a campo propio y de nuevo, cuerpo a tierra. Los nervios afloran en los locales, que a punto están de enzarzarse en un rifirrafe con los verdiblancos. De nuevo entran las asistencias, pero Pombo tendrá que irse, definitivamente. Tal vez, cuando el equipo más necesitaba de su capacidad para contemporizar y marcar el ritmo de juego, y cuando mejor pintaba el partido para él.
Más allá del marcador, el problema del nueve persiste en el Racing: ni siquiera su mejor hombre, Pombo, consigue brillar en esa posición. A ver si no va a ser cosa de nombres…
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