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¿El Dux, qué?» se preguntaban entre sí dos aficionados en las puertas de los Campos de Sport de El Sardinero. Ojeaban su carné y uno de ellos sostenía en la mano la entrada. Esa que le dieron para entrar en el primer partido, el ... que el Racing ganó al Tudelano. «Ya no la necesita, señor», le asesoraba en la puerta uno de los guardias de seguridad. «Suba por aquí y puede sentarse donde quiera, si no hay pegatina». La lluvia afortunadamente cesó por la tarde y eso permitió que ayer no se produjesen situaciones de más tensión de la necesaria en búsqueda de un lugar donde acomodarse sin mojarse. Los abonados cruzaron ayer las puertas del estadio sin un lugar fijo para sentarse. En el carné cada uno tiene el suyo, pero el aumento de aforo permitido permitió a los socios cierto margen de maniobra dentro de su zona.
Ayer no se necesitó acogerse a la localidad asignada en el partido inaugural a quienes la solicitaron. Ese aumento de espacio permitió que pudiera acomodarse a la carta, con permiso los unos de los otros, a lo largo de la zona en cuestión. No hubo excesivos problemas. Los hubo que madrugaron y entraron en el campo pronto y tuvieron más facilidad para elegir su asiento. En cualquier caso los incondicionales se pusieron pronto de acuerdo y no hubo nada que destacar.
Las autoridades permitieron que accediera hasta un 50% del aforo del estadio, es decir, 11.111 espectadores, y el club a la vista de que la cifra era tan elevada entendieron que no era necesario acogerse a la posibilidad que le brindaban las autoridades de aumentarlo hasta el 75%. La condición necesaria para elevar ese aforo era que no se podría ni comer ni beber en el interior. La sencilla vitola del Dux Internacional, las lluvias que amenazaron a media tarde con fastidiar la noche y el intempestivo horario nocturno que hace que los padres que vivan más alejados y vayan al fútbol con sus hijos regresen a casa de madrugada hacía presagiar que la asistencia no sería de récord. El club, en buena lógica, debió pensarlo y prefirió que sus aficionados pudieran comer y beber antes que apretarse un poco más.
Mascarilla y protocolo de seguridad al canto, como es costumbre, pero poco a poco El Sardinero va recuperando su normalidad. De lo demás, un día de fútbol como tantos en estos últimos años. Los de siempre no callaron y en la Gradona se aplicaron para que a su equipo no le faltase un empujón. En el resto de la grada el ánimo fue a ráfagas, al ritmo que se marcaba en el césped. Fueron aplaudidos un poco más los de casa, con mención de honor a Pablo Torre, a quien el público le dedicó alguna ovación. En los aledaños, más menos lo mismo que otras tardes. Quizá, pese a la hora, lo de que hoy fuera sábado permitió que no amargara tanto sufrir una tarde-noche más con el equipo robándole alguna que otra hora al sueño.
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Ana del Castillo
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