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Yo no sé el resto del racinguismo, pero por mí, el árbitro podía haber pitado este sábado el final en el minuto dieciséis, y todos para casa a celebrar la victoria. El 'Virgencita, virgencita, que me quede como estoy' de toda la vida, vamos.
Y ... no porque el resto del encuentro no tuviera emoción, con la que nos esperaba, sino precisamente por eso: porque el día estaba de sufrir, desde antes de empezar incluso. Y es que este Racing el día que no te rompe el corazón, te lo somete a una prueba de esfuerzo
Delante de la puerta, ya estábamos sufriendo. ¿Nos dará tiempo a entrar?, pensábamos mirando la cola gigantesca, desmesurada. Como si ya hubiéramos vuelto a la Primera División. Y es que los controles de acceso, desde luego, son de Primera, como los atascos que organiza la policía cortando el tráfico a la salida.
Veníamos, eso sí, con una mezcla curiosa de optimismo y realismo; de camino, Sofía Ruiz y Martina Díaz, que tienen dieciséis años y son de las que se rompen las manos y se dejan la garganta en cada partido, coincidían en la porra: dos a uno. Uno, porque siempre marcan los visitantes, y dos, porque después siempre espabila el equipo.
Y todo apuntaba a que el Racing iba a seguir el guión al pie de la letra, sobre todo cuando en los primeros compases Ezkieta tuvo que ponerse el traje de salvador. Hasta la alineación parecía rara, con Aldasoro fuera de sitio y nuestro hombre gol lijando banquillo. ¿Le habría dado un mal aire a José Alberto? ¿Sería que le afecta el viento Sur?
De manera que, a pesar de la ilusión desbordada, la fe en el equipo más que ciega era tuerta. Y es que, entre la racha de fatalidad que arrastraba el equipo, y que el Elche tal vez fuera el mejor equipo que hemos visto este año en los Campos de Sport, como para estar tan tranquilo en tu asiento. Y menos mal que pusieron los nuevos, porque si llegan a ser los antiguos, con la tensión habría reventado media grada.
Pero sucede que el fútbol y la fortuna son tan caprichosos, que el Racing, con media ocasión, consiguió ponerse por delante. Alegrón de los grandes y explosión de euforia, claro, pero con ochenta minutos por delante –el descuento sería de los generosos– para sufrir de lo lindo. A lo grande. No como nunca, sino como siempre. Menos mal que, esta vez, era un sufrimiento de los buenos. De los que acaban bien, quiero decir. Sobre todo en una segunda parte en la que el Racing fue mejor, porque en la primera aquello era como jugar contra el espejo. Elche parecía un calco del Racing: atacaban como kamikazes, pero defendían regulín. Una ruleta rusa, vamos.
En el descanso, como tardaban tanto en volver del vestuario, parecía que los nuestros quisieran perder tiempo antes incluso de que el árbitro pitase el inicio. Pero no. Se ve que José Alberto estaba ajustando los motores, porque salieron como aviones, y el rival, en el fondo, ya no tuvo opciones reales de ganar. Aunque claro, eso se dice muy fácil ahora, pero en directo nos comíamos las uñas, y en cada jugada abroncábamos al árbitro, empeñado en llevarnos la contraria.
Total, que a Sofía y Martina no les importó haber perdido la porra, pero mirando la clasificación, resulta que después de tanto sufrir y tanto disfrutar, seguimos en el mismo sitio: sextos. O sea, en puestos de play off. Y a falta de solo cuatro partidos. Así que, ahora sí que sí, toca rezar: Virgencita, virgencita…
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