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Da igual quién juegue. Sin acritud. No importa. El Racing siempre es igual. Es el mismo equipo inofensivo e incapaz. Unas veces se le vio con más ganas y otras con menos;hubo días en los que se esforzó en exceso y los hubo también ... en que no dio la impresión ni de eso. Pero en cualquier caso, lo que es una evidencia es que no da para más. Es el peor equipo de Segunda División porque está lejos de los demás en casi todo.
Las matemáticas no son una opinión. Su plantilla no da la talla –no porque no quiera– y prueba de ello es que ha ganado cuatro partidos de 34 y ni tan siquiera ahora que se juega la vida está a la altura. Nada.
El partido de ayer ante el Tenerife es el refrendo de que los futbolistas no han ofrecido un rendimiento acorde a lo que se le exige en la categoría. Ni más ni menos. José Luis Oltra ejerció de entrenador y cambió la pizarra con el partido empezado. Los jugadores se miraban extrañados. Sustituciones, modificaciones del sistema... Ante la inoperancia y las enormes facilidades que estaba dando el equipo jugando con tres centrales pasó a jugar con una línea de cuatro zagueros. Nada. Más de lo mismo.
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La culpa no es de José Luis Oltra como tampoco lo fue de Iván Ania ni de Cristóbal. Estos dos últimos movieron sus naipes sin éxito de un modo estéril; las voces críticas acusaban a Ania de atrevido y a Cristóbal de pasivo y a buen seguro llevaban algo de razón, sin embargo lo mismo les hubiera dado. Como tampoco importa lo que haga Oltra porque el Racing es el peor equipo de la categoría y cada día lo demuestra con errores groseros –como el que ayer se repartieron Zidane y Buñuel– y con la constatación de que los intentos por escudriñar la profundidad de banquillo es inútil.
Los problemas son más antiguos.Se remontan al pasado verano cuando las decisiones deportivas condenaron al equipo a convertirse en lo que es:un rival asequible para cualquiera.
Tras un parón inédito, el Racing se enfrentaba a la posibilidad de cambiar la versión de equipo condenado al descenso que arrastraba desde noviembre y sin embargo ha repetido los mismos problemas. Todo ha ido de mal en peor. Los entrenadores salieron por la puerta, el mercado de invierno sirvió para empeorar la plantilla con jugadores que ni juegan como Papu o Guillermo.
Ya no se trata de la mala suerte de empatar 16 partidos o de perder a Cejudo por lesión –el mejor del año– ni tan siquiera de vender a su goleador –Yoda, por una oferta irrechazable–... De lo que se trata es de que no da para más. Y punto.
Es muy difícil lograr una permanencia cuando no se la merece;perder en casa –aunque sin público da un poco igual– ante el Lugo y el Tenerife es suficiente argumento para descubrir las vergüenzas de este equipo. Los gritos desaforados de un hombre cabal como Oltra en la primera pausa de hidratación ayer fueron el último alarido de esperanza de un Racing que se había condenado minutos antes con un regalo en forma de gol. El entrenador, en la segunda pausa, con cero a dos en el marcador, apenas dio una indicación de diez segundos a sus jugadores. Estaba todo dicho. No había nada que decir ni que hacer. Ni la puesta en escena de todo lo que tenía en el banquillo había hecho cambiar al equipo y todo por una única razón: Porque realmente da igual quien juegue. El vestuario es débil mentalmente e insuficiente en lo deportivo. No importa cómo juegue, si lo hace este o lo hace el otro... El resultado nunca es bueno.
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