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El Sardinero es la kryptonita del Racing. Lejos de ser su auténtico baluarte, su estadio es uno de los principales males. Los verdiblancos han sumado tan solo quince puntos en diez partidos, la mitad de los puntos disputados como locales. Por contra han ... logrado 17 a domicilio. Algo inaudito. Resulta complicado de entender que lo que debería ser un auténtico fortín se ha convertido en el mayor de su puntos débiles.
El Racing ha ganado cuatro partidos de los diez que ha jugado en su casa, un registro que indudablemente le ha penalizado de una manera irremediable. Tres empates y otras tantas derrotas completan los números en El Sardinero, cifras muy alejadas de un equipo que comenzó el campeonato con el mayor de los objetivos: el ascenso. Sirva de ejemplo ilustrativo el bagaje logrado por el Laredo, un conjunto modesto que ha sumado 18 puntos –tres más que los racinguistas– y que precisamente gracias a su potencial en casa ha firmado una temporada que ha superado las previsiones más optimistas. Las comparaciones con los equipos que han logrado la clasificación para los play off de ascenso –o tienen opciones aún en la última jornada– corroboran la importancia de los puntos en casa. La Real Sociedad B, actual líder a falta del partido que ha de jugar ante el Alavés B en Zubieta, ha sumado 21 puntos; el Amorebieta, a expensas precisamente del duelo con el Racing en Urritxe –si es que se juega—, también ha acumulado 21 puntos; los otros dos que anteceden en la tabla a los verdiblancos son el Athletic de Bilbao B y el Real Unión de Irún, que se enfrentan este fin de semana en el Stadium Gal con una plaza entre los tres primeros en juego. Los rojiblancos han sumado 20 puntos como locales, mientras que los irundarras 19, con la posibilidad de añadir alguno más en el duelo directo. Todos los rivales, sin excepción, han sido mejores que el Racing en su propio estadio. Demasiado lastre.
Desde que el conjunto santanderino cayó a los infiernos de la Segunda B no ha habido una temporada en la que la cantinela no se repitiera: no hay un equipo que cuente con el factor campo a su favor tan de cara. El potencial de un estadio como El Sardinero en una categoría tan modesta ha sido resaltado por cualquier analista, jugador o técnico. Sin embargo en ningún caso ha quedado patente dicha ventaja. De hecho, en los momentos claves de la última década tales como el play off de ascenso de la campaña 2015-16, contra el Reus; al curso siguiente 2016-17 ante el Barcelona B o en la 2018-19 frente al Atlético Baleares el 'miedo escénico' superó al equipo. Los propios entrenadores, Pedro Munitis en su momento o Ángel Viadero después, declararon que los jugadores se encogían ante su público. No supieron sacarle partido a un apoyo sin parangón en la categoría.
Esta temporada era distinta de inicio por un detalle demoledor: los partidos se jugarían sin público. Para ser exactos, el Racing ha jugado tan solo cinco duelos de los diez como local con aficionados de su cuerda en las gradas. Es evidente que nada tiene que ver con otras temporadas, en las que el estadio rozaba el lleno en las mejores tardes. En este curso el día que más espectadores hubo fue contra la Real Sociedad B y tan solo se acercó al 20% del aforo permitido, o lo que es lo mismo 3.940 espectadores. Es decir que el factor público no ha influido ni para bien, llevando al equipo en volandas en los momentos de tensión, ni en contra, sometiendo a una presión asfixiante –como se llegó a escuchar en alguna ocasión– cuando la obligación por ganar atenaza a los futbolistas de poca personalidad. Ni frío ni calor.
Esta campaña la cosa no empezó bien con el empate (1-1) ante el Portugalete, un recién ascendido, en el debut liguero. El resultado y la imagen destaparon las críticas y costó recuperar la autoestima. Afortunadamente los dos siguientes partidos, frente al Alavés B y el Barakaldo, acabaron con idéntico resultado (3-0) y si bien el juego no fue nada bueno si lo fue el marcador. El equipo recuperaba la senda y se colocaba donde debía. La certeza de que el nuevo formato de competición no permitiría ningún error obligaba a no perder la estela de la parte alta de la clasificación. Todos los puntos que cualquier equipo aspirante se dejase en las primeras jornadas podría jugar una mala pasada al final de Liga, como así le ha ocurrido al Racing. Además, la posibilidad de que algún equipo se sumara a la lucha por los puestos de play off de ascenso complicaría más el objetivo. Todo ocurrió. El Racing perdería sus dos siguientes jornadas en El Sardinero ante dos rivales directos; primero frente al Amorebieta (0-1) y más tarde ante el Real Unión de Irún (1-3). Este último resultado hizo tambalear al club. El entrenador, Aritz Solabarrieta, salvó el puesto por la excesiva confianza que le brindó la dirección deportiva, pero supuso el puesto a algunos jugadores sagrados hasta el momento, como el capitán Iván Crespo.
De ahí hasta el final de temporada, los altibajos del Racing en su casa son un claro ejemplo de la razón por la que se ha quedado sin posibilidades de ascenso. Empató con el Athletic de Bilbao B (1-1) con un gol de los vascos en el último minuto. El resultado hizo mucho daño. Después logró sacar la cabeza y engancharse a la Liga con una racha de seis triunfos y un empate en ocho partidos, entre ellos los dos que ganó en El Sardinero al Leioa (2-0) y al Laredo (3-1).
Todo parecía distinto entonces, pero de nuevo cayó con estrépito cuando nunca debió hacerlo. Un gol en el minuto 89 le dio la victoria a la Real Sociedad B (0-1) y con ello se esfumó el depender de sí mismo. Y el colmo fue el partido ante el Arenas de Getxo (0-0), cuando con un triunfo estaría muy cerca de colarse entre los tres primeros y no fue capaz de superar al modesto equipo vizcaíno. Sin duda, en el pecado está su propia penitencia.
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