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Con cuántas licencias podrán contar en la Primera RFEF y Segunda RFEF los equipos el curso que viene es un secreto que por ahora se guarda celosamente. Casi tanto como el contenido del Necronomicón, el famoso libro maldito que se inventó H.P. ... Lovecraft y del que nunca se ha llegado a desvelar su contenido porque nadie ha sobrevivido para revelarlo. Pero en el caso de las licencias el Racing y el resto de equipos no tendrán que jugarse la vida. En algunas semanas los sellos que lacran el misterio se romperán cuando la Comisión de Primera RFEF, y también la de Segunda RFEF se reúnan para determinar qué propuesta será la definitiva, y eso no ocurriá hasta que terminen las actuales competiciones. ¿Y por qué? Sencillamente porque esas comisiones aún no están constituidas. Su formación está basada en votaciones por parte de los clubes para ver quienes la integran, por tanto hasta que no se conozca qué equipos estarán en cada categoría no pueden crearse.
Las normas para regir las competiciones ya están hechas, pero hace falta que concluya la Liga para poder aprobar los nuevos estatutos y reglamentos. Y en cuanto al asunto de las licencias se barajan diferentes alternativas, pero una de las opciones que está sobre la mesa, y que avanza con fuerza, es la de mantener un límite de 22 licencias, todas ellas profesionales -hasta ahora en Segunda B, diez debían ser profesionales-, de las que 16 serían para futbolistas mayores de 23 años y seis podrían destinarse a jugadores sub 23. Esta es una condición heredada de la Segunda B tal y como es ahora, pero no se descarta introducir nuevos cambios. Al fin y al cabo se trata de una Primera RFEF de nueva creación, pero legataria de la categoría actual, que lleva años en escena. Es casi como un niño pequeño que poco a poco, y con el paso del tiempo, irá perdiendo los dientes de leche para dar paso a vigorosos colmillos. Por eso también hay variaciones que pueden ser sustanciales. En el caso de los jugadores extracomunitarios se contemplaría que no haya límite.
Otra de las alternativas, la que se comunicó en la última reunión con la Federación, es sean 24 y no 22 las licencias permitidas. 21 para jugadores de campo y tres para porteros. Dieciocho de ellas deberían ser profesionales mayores de 23 años, pero lo más llamativo de esta nueva proposición es que las fichas sub 23 en la plantilla pasarían de seis a ocho. Y ahí es donde reside el conflicto y surge el debate. Muchos clubes no están de acuerdo con el cambio y ya han traslado su disconformidad con esta norma a la Federación e incluso han realizado peticiones para cambiarla. Lo cierto es que a priori el paso de seis sub 23 a ocho podría beneficiar a los filiales, sobre todo de equipos grandes, que son los que cuentan con mejores jugadores sub 23 y también disponen de más recursos económicos para acudir a comprar al mercado y además pagar bien. La historia es la de siempre. Aunque no es una regla que funcione invariablemente porque hay casos en que no es necesario fichar caro para conseguir un buen jugador, la norma dicta que para encontrar buenos futbolistas menores de 23 años hay que sacar la tarjeta a pasear. Y en algunas ocasiones hasta dejarla temblando. Sobre todo en esta nueva categoría. Un equipo en Primera RFEF podría tropezar con dificultades a la hora de encontrar ocho sub 23 de calidad teniendo en cuenta que la mayoría ya los tienen los equipos profesionales. Por eso lo normal es que se acabe desechando la idea y en su lugar se apruebe una norma intermedia entre esos ocho sub 23 que se proponen y los seis que ahora mismo están vigentes en Segunda B.
Algo así como 16 jugadores mayores de 23 y a partir de ahí, completar el resto de licencias con sub 23. En ese caso el Racing cuenta con una ventaja, una cantera que pocos equipos tienen y de la que puede echar mano. El cuadro verdiblanco, que tendrá un equipo en Primera RFEF y muy posiblemente otro en Segunda RFEF, podría no contar con 23 licencias en el primer equipo, sino con 20, por ejemplo, y tener así más en el Rayo Cantabria para ir subiendo y bajando jugadores y tener la posibilidad de tirar de fondo de armario.
El Rayo Cantabria tiene muchas papeletas para estar en la Segunda RFEF el próximo curso. Es el segundo clasificado por detrás del Cayón, que ya ha asegurado su presencia, y tiene casi hechos sus deberes. Será equipo de la nueva categoría si empata o gana en Tanos este fin de semana ante el Tropezón. Si los verdiblancos no lo logran aún disponen de otra bala en la recámara: El partido frente al Escobedo. Pero todo apunta a que el Rayo Cantabria no perderá el tren de la nueva categoría.
Y ahí se abre una incógnita más, que no afectará a todos los equipos, pero sí al Racing. Y es lo que ocurrirá con los jugadores que suben del Rayo al primer equipo y tienen ficha con el segundo. Lo primero que hay que diferenciar es entre equipo dependiente y filial. El Rayo es en realidad un conjunto dependiente del Racing, mientras que, por ejemplo, el Albericia es el filial del Bansander, porque tienen un convenio entre ambos. Es una confusión que se da a menudo y se tiende a llamar filial, de manera coloquial, al segundo equipo verdiblanco, pero a efectos de normativa la cosa es distinta, es un equipo dependiente. El reglamento de la Federación dice que: «Se entiende por equipos dependientes de un club los que conforman su propia estructura, estando adscritos a divisiones o categorías distintas e inferiores», como es el caso del Rayo Cantabria y el Racing.
Hasta ahora, en el caso de los filiales la norma dictaba que los futbolistas que disputasen más de 10 partidos con el primer equipo ya no podían bajar de nuevo al 'hermano pequeño'. Pero en el caso del Racing debe aplicarse la reglamentación de dependientes, que establece que los jugadores menores de 23 años pueden jugar indistintamente, todas las veces que quieran sin límite de partidos. Es decir, tienen carta blanca para subir y bajar a placer. En el caso de los futbolistas mayores de 23 años la cosa cambia. Un jugador de 24 años, por ejemplo, puede disputar partidos con el primer equipo, pero no puede retornar. Es decir, si sube a la primera plantilla, ya no puede bajar.
Las opciones varían y hay donde escoger, pero en realidad todo está aún en el aire. La tarea de perfilar de manera definitiva las líneas maestras que debe seguir esta Primera RFEF recae sobre la Comisión de Primera RFEF, que debe llegar a un acuerdo para trasladar a los clubes las nuevas normas y que éstos puedan actuar en consecuencia, redefiniendo y apuntalando su proyectos deportivos de cara al próximo curso.
La Segunda RFEF también está a la espera. Para que se puedan dar pasos y avanzar en la oficialización de las normativas es necesario que termine la competición y se conozca qué equipos estarán en ella y cuales no. A pesar de que la Primera RFEF sí que está predestinada a vivir modificaciones con respecto a la normativa que está vigente en la Segunda DivisiónB, la Segunda RFEF parece que no. Todo apunta a que se va a mantener el mismo modelo de la categoría de bronce del fútbol español. En el caso de Cantabria, en la próxima campaña habrá cuatro equipos en esta nueva categoría. El Cayón de Luis Fernández, que ya tiene la plaza asegurada; el Laredo, que certificó su permanencia hace semanas y con ella su presencia en Segunda RFEF y dos equipos montañeses más que aún deben ganarse la plaza.
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