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Con propósito de enmienda. El Racing que se vio este domingo en El Sardinero saltó al campo dispuesto a redimirse de sus pecados. De todos los que pudo cometer durante los tres primeros partidos oficiales –Real Sociedad B y los dos ante el Mirandés ... – del que más se sentía culpable fue del poco o nada manejo del balón. Si como repite una y otra vez su entrenador, Iván Ania, los verdiblancos han de ser un equipo dominador no queda otra que tener la pelota y lo que es más importante:saber qué hacer con ella. Ania apostó por una línea de tres 'jugona' formada por Cayarga, Hidalgo y Lombardo y el destino le dio una vuelta de tuerca más a su propuesta. La lesión de Kitoko en el calentamiento le obligó aumentar su cuota de valentía dando entrada a Quique Rivero en el centro del campo.
Casi sin querer llegó la paridad a la sala de maquinas; el acompañante de Sergio Ruiz lleva la vitola de organizador, quizás lo que le había faltado al equipo en las dos jornadas ligueras anteriores.
Con las cartas dadas, de lo que se trataba era de saber jugarlas. Durante el primer cuarto de hora de partido la declaración de intenciones se puso en marcha. El balón tenía un dueño, el Racing y la pelota iba y venía de un lado a otro con fluidez. Algo había cambiado. Ahora era el rival el que corría detrás del esférico y los de Ania los que le movían y dirigían. Bien es cierto que el Arenas de Getxo no ofrecía una oposición muy exigente. A los veinte minutos llegó el gol de Jordi Figueras. Ayudado por la condescendencia de los vizcaínos, el Racing demostró en menos de media hora una superioridad alarmante con el balón, algo que salvo en contadas excepciones se traduce en victoria segura.
La pizarra de Ania cambió tres o cuatro cosas que no se habían hecho bien antes y el resultado fue demoledor; trató mejor el balón, aprovechó el juego incisivo de sus hombres de banda, se dejaron ver los efectivos de la línea de tres cuartos y en el centro del campo intentaron jugar la pelota. Para rematar el trabajo, a los laterales, Castañeda y Buñuel, les limitó su vocación ofensiva. El resultado fue incontestable. A la cuarta fue la vencida, por fin el Racing fue dominador del partido.
El fútbol es –en ocasiones– tramposo y los goles maquillan lo que no se ve. Sin embargo, el trabajo táctico de este domingo no fue una sensación. Los resultados no son opiniones. Cuando las cosas salen bien, hasta el propio Ania se sienta; el asturiano ocupó el banquillo de vez en cuando, tranquilo y sosegado, aunque no es menos cierto que salió en ocasiones y le arreó alguna patada a la botella de agua que se encontró a su paso.
Partidos como el de ayer son los que el aficionado racinguista demanda desde hace tres temporadas. Sentirse superior. Por destacar todo lo que hizo bien, hasta su portero, Iván Crespo, solventó el único error defensivo que sus compañeros cometieron en la primera parte. Su eficacia permitió que con 2-0 el marcador aumentara y no se estrechara en la única concesión verdiblanca. Valor seguro.
El otro de los valores añadidos que la tarde de este domingo arrojó a la cuenta fue la efectividad de la segunda línea e, incluso, de la tercera... Figueras marcó en la primera jugada a balón parado que hubo; los otros dos goles los anotaron Cayarga y Sergio Ruiz, lo que de alguna manera viene a paliar la supuesta debilidad en la delantera. Precisamente el atacante vasco remató la tarde y de paso su autoestima con el cuarto de la tarde de bella factura y fruto de un buen trabajo colectivo.
La duda es: ¿Sirve el partido de ayer para testar –al menos en este inicio de Liga– el potencial de esta plantilla? Probablemente sea pronto y se necesiten más tardes como esta. De lo que no hay duda es de que partidos como el del domingo el año pasado eran una caja fuerte. Imposibles de abrir. Y también, que los rivales que vengan a El Sardinero a cerrarse sufrirán. Al menos, algo ya está claro.
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