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El Racing ya es equipo de Segunda. En una temporada casi perfecta, a los de Guillermo Fernández Romo les han sobrado cuatro partidos no ya para ascender, sino para proclamarse campeones de grupo nada menos que ante el Deportivo, un adversario que casi le duplica ... el presupuesto y que llegó a tener seis puntos de ventaja. Ahora, sin embargo, está a catorce, y aunque el juez único de Competición le dé a los gallegos los dos puntos que reclaman por alineación indebida del Bilbao Athletic en su partido de Lezama, la distancia ya es insalvable. De hecho, de no ser por esos puntos en litigio, el Racing se hubiera asegurado el ascenso matemático hace una semana, porque tanto blanquiazules como verdiblancos tienen ganado de antemano su partido ante el extinto Extremadura.
Un ascenso siempre tiene buen sabor, pero el club, comenzando por su presidente, no veía con malos ojos que se dilatara una semana más para celebrarlo, como así ha sido, en casa, máxime cuando ya era un hecho virtual.
A la fiesta en la recepción al equipo; a la posterior en el propio estadio y a los baños en los delfines y celebraciones en los bares se ha unido la dedicatoria desde el balcón del Ayuntamiento. Un colofón perfecto –y falta el epílogo– a una temporada que también lo ha sido. Santander celebra que su equipo regresa a la Liga de Fútbol Profesional en lo que debe ser el principio del fin de una década para olvidar: estadísticamente, la peor en más de un siglo de historia.
Hace una década, y dos, y tres, decir 'A Segunda' sonaba mal. El sitio natural de los verdiblancos era la máxima categoría o, al menos, buscar el ascenso desde la Segunda, pero tras la Era Okupa todo cambió y ahora sabe incluso bien. Constituye, además, un paso imprescindible para que el club puede plantearse el regreso a medio plazo a la élite –el próximo año el objetivo será la permanencia– y evitar que el pasivo con su matriz, el Grupo Pitma, siga creciendo.
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Real Racing Club (@realracingclub) May 1, 2022
El curso comenzó con ganas de catarsis, como lo había hecho el anterior, tras el fiasco que supuso la contratación de José María Amorrortu y Aritz Solabarrieta. La diferencia es que esta vez salió bien. Alfredo Pérez, Pedro Ortiz y Víctor Alonso encomendaron su proyecto a Guillermo Fernández Romo, que ya sabía que iba a sentarse en el banquillo de los Campos de Sport antes de terminar el curso 20-21. El madrileño había sido brevemente responsable de las categorías inferiores del Racing, pero abandonó el puesto sin comenzar la temporada para poder entrenar en Segunda B. Un año en la modestia y dos excelentes temporadas con el Cornellá llamaron la atención de sus antiguos jefes, que no tuvieron en cuenta aquel pequeño desplante –la salida fue completamente amistosa– y no solo le contrataron como entrenador, sino que le encomendaron la tarea de configurar la plantilla.
Se quedaron solo los canteranos, entre ellos el decisivo Pablo Torre, y un puñado de futbolistas, fundamentalmente los de vanguardia. Romo fichó una defensa al completo, la que ha jugado todo el curso y un portero, Miquel Parera. El mallorquín se ha convertido en una pieza clave, pero fue la segunda elección, después de que Ramón Juan dijera no al Racing cuando todo parecía hecho. Comenzó como suplente al no haber podido completar toda la temporada y para no castigar a un Lucas Díaz que llegaba de jugar el curso pasado. Pero Romo hizo un relevo tranquilo. Aprovechó el partido de Copa Federación (el Racing cayó eliminado en el único y perdonable lunar) para cambiar el guardameta, como es más o menos habitual en el fútbol, y decidió seguir con Parera en el siguiente compromiso liguero.
En la defensa solo ha habido dudas en el lateral izquierdo, donde se han rotado hasta cuatro futbolistas, pero la línea ha terminado con una definición muy clara: Unai Medina, Pol Moreno, Bobadilla y Satrústegui. Cuatro fichajes de verano con Mantilla como recambio habitual. Y en la banda zurda, un central como Satrústegui convertido en lateral después de que Isma López y el rayista Simón perdieran sucesivamente el puesto. Tampoco el fichaje de invierno de Javi Vázquez cambió las cosas.
n el eje, Íñigo Sainz-Maza comenzó como suplente, pero al mes ya era imprescindible y se ha convertido en una de las referencias del equipo. Ha tenido muchos compañeros, pero al final el otro mediocentro titular ha sido Fausto Tienza, que ha terminado además la temporada en un sensacional estado de forma y juego. Sergio Marcos ha sido recambio habitual para los segundos tiempos y Borja Domínguez tuvo protagonismo en ciertos momentos, pero desde que tras un mal partido fue silbado y respondió con un feo gesto a los Campos de Sport –pidió disculpas de inmediato– no había vuelto a contar demasiado.
La banda derecha ha sido de Patrick Soko, que sigue sin renovar y al que el Racing ya le ha indicado que su oferta es la que es, siempre que no haya firmado ya por otro equipo. En la banda izquierda Álvaro Bustos comenzó como titular con un buen rendimiento, pero ha ido a menos y al final cedió su puesto a Marco Camus hasta que la llegada en la ventana invernal de Arturo Molina, otro de los grandes artífices de la mejora del equipo y del propio ascenso, se hizo también poco menos que imprescindible.
En la mediapunta Pablo Torre lo ha sido todo. Líder, asistente, goleador, alma, desatascador de partidos... Aunque en la primera vuelta Romo le sentó en algún partido ha sido, sin desmerecer a ninguno de sus compañeros, el hombre –o el joven, a sus 19 años— del ascenso. Su fichaje por el Barça desde Primera RFEF y aún en edad juvenil no es casual.
Y en la delantera Cedric ha sido la referencia. El entrenador confió en él incluso en su larga crisis goleadora y el delantero lo pagó con tantos. Su mes de marzo ha sido antológico, clave en la remontada ante el Deportivo, y ya suma catorce dianas. De hecho, pelea con el deportivista Quiles por ser el máximo goleador del grupo.
El curso comenzó con un Racing que sumaba, en general, buenos resultados, aunque se le acusaba de practicar un fútbol algo ramplón. El técnico fue claro: el equipo estaba en crecimiento, recién diseñado y pensado para tener su máximo rendimiento a final de curso. Vaya si tenía razón, a tenor de los hechos.
A principio de temporada se daba a Deportivo y Racing como los dos grandes favoritos y así fue, aunque Unionistas, que llegó a ser líder, y Unión Deportiva Logroñés trataron de seguirles el ritmo. Poco a poco los dos grandes referentes del grupo se destacaron, pero con los gallegos por delante, con tres, cuatro y hasta seis puntos de renta sobre los cántabros.
Sin embargo, el Racing crecía y mantenía el pulso. Un punto de inflexión fue el partido ante el Valladolid B. Un 3-0 en contra en el José Zorrilla con Pablo Torre como suplente que le costó críticas a Romo. La derrota sirvió como acicate. Desde entonces el Racing ha encadenado 15 victorias y cuatro empates en 19 partidos. Un ritmo infernal; imposible de seguir.
Por si fuera poco, fue listo. Consiguió que se aplazara el partido de Riazor por dos bajas por covid en la plantilla y cuando se recuperó la jornada estaba ya en su mejor momento, justo al contrario que un Deportivo ya cuesta abajo. La victoria por 0-1 cambió definitivamente las tornas y los de Borja Jiménez entraron en un bajón de juego, ánimo y resultados del que siguen sin recuperarse.
Mientras, Pablo Torre creció dos o tres años en dos meses y ya no era necesario administrarle los partidos o los minutos. Al contrario, se convirtió en el mejor jugador de la categoría y, probablemente, en la mayor promesa del fútbol español. Fue decisivo. Como la solidez de Miquel Parera y la aportación de Arturo Molina, imprescindible desde su llegada y que dio versatilidad al centro del campo.
La racha goleadora de Cedric Omoigui, renovado en el ecuador de la temporada, puso la corona a un estado de gracia, el verdiblanco, que se ha convertido en una de las mejores rachas de su historia. Si a eso se une la profunda crisis del Deportivo, que ha puesto en riesgo incluso la segunda plaza, el resultado es un ascenso brillante. Y un entrenador que demostró tener razón. Ahora debe afrontar un nuevo reto: la permanencia en Segunda. Una categoría nueva para él y para este Racing.
Debe dejar de serlo para pensar en retos incluso mayores a medio plazo. Alfredo Pérez dijo en 2018 que quería al Racing en Primera en tres o cuatro años. No lo ha conseguido, pero al menos lo tiene en Segunda y sigue fiel a su apuesta. El próximo salto de calidad será aún más complejo, pero tras un curso 22-23 que salvo sorpresa debe ser de transición quizá se pueda pensar en objetivos mayores. Y, en cualquier caso, en seguir creciendo.
Por si fuera poco, fue listo. Consiguió que se aplazara el partido de Riazor por dos bajas por covid en la plantilla y cuando se recuperó la jornada estaba ya en su mejor momento, justo al contrario que un Deportivo ya en cuesta abajo. La victoria por 0-1 cambió definitivamente las tornas y los de Borja Jiménez entraron en un bajón de juego, ánimo y resultados del que siguen sin recuperarse.
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