El racinguismo desembarca en Miranda

Enfrente, ya en plena plaza, litros y parte de la hinchada joven y a muy pocos metros, en la calle Francisco Cantera, el grueso del racinguismo. Terrazas abarrotadas y teñidas de verdiblanco. Una marea creciente que comenzó hacia las once, empezó a dejarse notar a mediodía, hora a la que las peñas habían convocado la quedada, y a dejarse oír media hora después, cuando comenzaron los cánticos en una zona con presencia policial, pero de rutina. Un sábado por la mañana festivo. Y con los gorros nuevos que la Asociación de Peñas del Racing ha diseñado para la ocasión. Día de estreno.

Más de mil cántabros han viajado con el Racing a Miranda de Ebro. El autobús del equipo les recibía en la calle del Ferrocarril, a pocos metros del hotel en el que ha hecho noche la expedición. El viaje es muy breve, menos de dos horas en coche por el nuevo tramo de la Supersur, pero LaLiga obliga a desplazarse el día antes.

Ya antes de mediodía los más previsores aparcaban en Anduva, a un cuarto de hora del centro y de la sede en la que se había citado el racinguismo. A las 777 entradas que envió el Mirandés a Santander, repartidas a partes iguales entre peñistas y abonados (han viajado ocho autobuses) se unieron los más de doscientos que se han comprado en la taquilla virtual del club. Pese a los 35 euros en los que puso el listón el club rojillo. Se ha podido hacer incluso en las taquillas el mismo sábado, al no haberse declarado el partido de alto riesgo. Así que de nuevo el número de cántabros ha superado el millar.

«Qué barbaridad, ¡Cómo está de gente!», decía un matrimonio ya de cierta edad que de pronto había dejado de vivir ajeno a un día en el que el Racing busca la permanencia virtual (puede ser matemática si gana y el Málaga no lo hace este domingo en Ponferrada), pero también un Mirandés con 51 puntos que quería seguir creciendo y convertir en factual una salvación que en su caso ya es un hecho, aunque las matemáticas digan que existe una infinitésima posibilidad de que se estrelle.

Aparte de los centros neurálgicos, también la calle La Estación y otras de alrededores han vivido la visita de los pequeños grupos, caso de excursiones familiares o de amigos, en el penúltimo desplazamiento del año.