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La afición recibe al autobús del Racing a su llegada al hotel de Salamanca. Bengalas, bufandas y banderas y un espectáculo de cánticos que arrancaron los aplausos de los propios futbolistas.

El racinguismo se doctora en la ciudad de las letras

Espectáculo. Más de 500 raciguistas reciben al equipo a su llegada a Salamanca en una jornada en la que las aficiones comparten la fiesta previa

Marcos Menocal

Salamanca

Sábado, 19 de febrero 2022, 21:32

Los partidos del Racing son largos. Cada vez más. El del Deportivo de La Coruña se empezó a jugar en verano, cuando el sorteo de la Primera RFEF emparejó a los dos clubes con más historia de la categoría. Se hizo esperar cinco meses. Y el del Unionistas de este domingo ha comenzado hoy a eso del mediodía en la Gran Vía de Salamanca. Allí se citaron unos y otros para el calentamiento de un partido que pasará a la particular historia de ambos clubes y de la categoría. Para los locales, el de mañana será un día de récord de asistencia. Nunca antes el Reina Sofía había registrado tantos espectadores y buena culpa de ello la tienen los más de mil aficionados racinguistas que decidieron pasar el fin de semana en Salamanca aprovechando la coyuntura.

El acuerdo tácito de no agresión entre las aficiones previo a la batalla del campo deparó un encuentro informal en varios locales de la ciudad charra. El Barvel, BNDR, P'aki p'alla y Despacito se pusieron de acuerdo para ofrecer precios populares y propiciar un escenario gratificante que magnifica el fútbol modesto. «Así da gusto», señalaba Juan Arenal, al que un gorro verdiblanco con cascabeles al estilo de los arlequines de entonces le daba un toque festivo. Dos euros el tercio de cerveza, dos euros y medio la jarra y kalimotxo y cuatro euros la copa básica. «Falta gente, pensábamos que iban a venir más, pero bueno, los que vengan que estén a gusto», explicaba Jorge Domínguez, socio de Unionistas y uno de tantos que pasó la tarde haciendo turismo en su casa y de los que le afearon a su propio club el gesto de poner las entradas a veinte euros. «Los acuerdos son para cumplirlos. Hoy por ti y mañana por mí», añadía. Este domingo está señalado como día de ayuda al club en el Unionistas, pero hay cosas que se deben respetar.

Una buena legión de los que mañana teñirán de verdiblanco el Reina Sofía salió de Santander esta mañana por la mañana. El autobús fletado por la Gradona se llenó sin problema. Y otro más si hubiera hecho falta. No importó que les cambiaran el día, primero estaba previsto para el sábado y acabó siendo el domingo. «Cambiaron el día y nosotros los planes, pero da igual», explicaban un par de racinguistas en plena Gran Vía salmantina. Igual que José Enrique y Alberto, de Torrelavega y Santander, que con reserva en restaurante La Morcilla llegaron con una estrategia ya estudiada. «Hemos venido en nuestros coches. Comemos aquí y luego iremos donde las peñas. También nos ha dado tiempo a ir de compras. Hay que aprovechar». Salchichón, chorizo y queso asomaban por las bolsas. Buenas viandas para el largo viaje que se avecinaba.

Las dos aficiones, la del Racing y la de Unionistas, pactaron acuerdos con locales para poder disfrutar de alguna ventaja y compartir la víspera

La afición fue desembarcando en Salamanca con un goteo desde la mañana, unos en autobús y otros en coches, y se fueron uniendo

Este domingo a las 10.30 horas está previsto que la afición del Racing organice un corteo desde la Plaza Mayor hasta el estadio Reina Sofía para llegar juntos al campo

Al filo del mediodía, la Plaza Mayor hizo sitio a todo tipo de viajante. Desde los miembros de la Gradona, que salieron a las 7.00 horas desde El Sardinero, pasando por los de la Peña Vindio de Madrid, que también llenó un autobús para la ocasión, hasta los jóvenes aventureros que para que no les cogiera el toro adelantaron el viaje y se vinieron el viernes. «Bueno, ya sabes, somos estudiantes y es Salamanca», recordaba Julio Oriol, que quiso aprovechar el fin de semana y «el lunes ya será otro día».

La fiesta fue creciendo

Y en uno de alrededores de la Plaza, en la Abadía de los monjes, se situó el lugar de encuentro de las aficiones para por la tarde. Allí apuraban unas cervezas y dos pinchos de cruceta y presa ibérica, Pedro Uriel y Paloma Arenal, cántabros y estudiantes en Salamanca, el uno de Periodismo y la otra de Filología Hispánica. «Yo no soy muy aficionada al fútbol, pero como para no venir». Los dos se vistieron de guías improvisados para una docena de amigos de la tierruca. «Nosotros hemos venido hoy y mañana vendrá el resto. Vamos a pasarlo bien y a ver si nos llevamos la victoria. Después de ganarle al Dépor seguro que también ganamos mañana -por hoy-.

Y así, poco a poco comenzó una tarde inolvidable para muchos. En la Abadía de los monjes, ambientado con un escenario medieval, se iba congregando la parroquia verdiblanca. Cada vez más. «Aquí son bien recibidos», explicaba el dueño del local a unos vecinos que extrañados pasaban por los aledaños. Varios policías seguían la escena desde la distancia. «Que se lo pasen bien. Lo único que no queremos es que saquen las bebidas fuera», señala uno de los agentes. Tres docenas, cuatro docenas, siete, diez... Y de repente. «Sí, a las seis llegan chavales. Al hotel. Venga vamos», se escuchó y la voz se propagó. De unos a otros. Y a las 17.45 la comitiva se puso en marcha en dirección al hotel de concentración del Racing. Más de quinientos seguidores se arremolinaron en la puerta y aguardaron la llegada del autobús. Y entonces... «Racing, Racing, Racing Santander». El tráfico se detuvo. La calle quedó cerrada al paso del autobús que como en los últimos veinte años conducía Gelín. Bengalas y un paseíllo improvisado sorprendía a los huéspedes del hotel y a los vecinos que miraban perplejos la escena. Durante cerca de diez minutos la emoción se apoderó de la afición. Las bufandas y las banderas que los más atrevidos hondearon acariciaban los laterales del vehículo donde los propios futbolistas aplaudían a los suyos desde las ventanas. En primera fila, el míster, Guille Romo, sonreía con un rostro entre agradecimiento e incredulidad. El autobús se detuvo frente a la puerta del hotel y, como si se tratase de los toreros tras lograr puerta grande, los jugadores atravesaron un paseíllo tan estrecho que apenas se distinguían quiénes eran los futbolistas y quiénes los aficionados.

Uno a uno fueron entrando a la recepción en medio de una atmósfera de humo y colorido a consecuencia de las bengalas y algarabía y ruido. Para algunos de ellos, lo que veían podía resultar familiar, pero para otros a buen seguro pudo ser la primera vez que se veían en una tan gorda. Tanto fue así, que los más jóvenes grabaron la escena con sus propios móviles. A Patrick Soko, con tanto cariño descontrolado, le empaparon el chandal. El camerunés más allá de protestar, sonrió y agradeció el apoyo. «Somos el Racing, somos el Racing», se escuchaba. Los más osados de cuantos acompañaron al equipo a su llegada se atrevieron a darles una palmada en el pecho a sus 'cachorros'. Un recibimiento de los de antes. De los de siempre.

A las 19.00 horas el Racing ya descansaba, pero a sus seguidores aún les quedaba cuerda. La expedición regresó a los bares concertados y por el camino, los cánticos se adueñaron de las calles de Salamanca. El acuerdo sellado entre aficiones expiraba a las 20.00 horas, pero el buen entendimiento permitió que en el Despacito y en la famosa Abadía quitasen el reloj.

Es probable que a más de uno se le haga difícil levantarse mañana. El horario matinal suele ser un imprevisto cuando la noche se hace larga, pero nadie puede faltar en el corteo preparado para las 10.30 horas. Los más de mil -1.200 según las previsiones de la Policía de Salamanca- irán andando desde la Plaza Mayor hasta el estadio Reina Sofía dando el cante. Racinguismo en estado puro.

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