Secciones
Servicios
Destacamos
La rabia se acumula. Se mete muy abajo. Se pega a las tripas. Y si va mezclada con una sensación de tristeza, se arrastra. Como la bola de los reos encadenada al tobillo. Los racinguistas llevan cuatro años cargando con la bola. Llevándola cada quince ... días a El Sardinero y, por el medio, a los campos donde el fútbol no es el que se ve por las televisiones. Lastrados, estando donde no querían estar (aunque hayan ido siempre y, en general, no se hayan tirado del barco). A regañadientes, pero estando. Y ayer, más que celebrar, más que dar gritos de alegría –que también–, lo que la Cantabria que siente en verde y blanco hizo fue suspirar. Quitarse la bola y escupir la misera que cada aficionado ha estado mascando de agosto a mayo durante cuatro años. Eso es, por encima de todo, lo que se sintió al recorrer las calles de Santander al terminar el partido. Entre los baños en la fuente de los más jóvenes, los brindis en Peña Herbosa y las fotos por el móvil que ahora hay que tener para decir que lo has vivido. Sobre todo eso, sacarse la rabia de dentro. Y descansar. «Esto se acabó de una maldita vez». En realidad no decían maldita, pero es mejor escribirlo así. De una vez por todas. Fue una mañana de nervio, una tarde de alivio y una noche de rienda suelta.
La fuente luminosa, la de El Sardinero, fue la de los bautismos de euforia. Cualquier chaval que siga a un equipo tiene que mojarse al menos una vez en la vida. «Aquí nos bañamos cuando fuimos a Europa», decían dos veteranos nada más llegar. Allí se concentró la caravana racinguista al terminar el partido. Después de recorrer la avenida de Los Castros en el coche con las ventanillas bajadas, las bufandas con los hilos de punta y la bocina atronando ese 'pi pi pipipí pipi pipi pipí' (lean bien con los acentos para que salga la melodía). Fue un goteo. Fueron llegando hasta hacer grupo y obligar a Policía Local a cortar un carril de la rotonda para evitar sustos. Cuatrocientas, tal vez quinientas personas. La hora tampoco ayudaba y el tiempo, a medias. Las dos. Gente en la playa, gente comiendo... Hasta en banquetes ineludibles. «Yo vengo de una comunión y me he tenido que escapar para venir».
Fue la fiesta inicial. La espontánea. Calados cantando –o gritando, que en estas cosas afinar es lo menos– 'La fuente de cacho'. Niños en el agua en medio de una banda sonora de «aquí está, esta es la afición de Santander». Los chavales, a eso. Es lo suyo. «Adiós a esos campos», decía uno de los viajeros que puede hacer la guía Repsol de los terrenos de juego del norte con menos soles. Como Javi. Uno de los que está siempre. Con la camiseta verdiblanca y una cara de buena persona que no puede con ella. «Yo he sufrido mucho y no sé si hubiera podido aguantar dos eliminatorias más. No sé si estaba preparado para eso».
De sufrir se hablaba mucho. En la RAE deberían plantearse añadir a las diez acepciones que tiene el verbo una más. «Ser aficionado del Racing». Porque aquí o se sufre o se sufre. Y ya es un clásico en las celebraciones –las pocas que hay– escuchar lo de «es que si no es sufriendo, no es». Ayer también. «Yo es que no me imaginaba otro año más. Me ponía a pensarlo y no podía», decía Toño, otro de los de siempre. Cumplidos los cincuenta y con la camiseta puesta.
En estas cosas siempre hay momentos divertidos. Todos los que estaban rodeando la fuente se giraron hacia un punto porque llegaron tres tipos vestidos de rojo. Ingleses y del Liverpool. Celebrando la Copa de Europa. Y venga... Uno, como un armario empotrado de grande y chocando a todo el mundo, llevaba una bandera bien visible que ondeó junto a las verdiblancas. Así que, de pronto, en la celebración del ascenso del Racing a Segunda División, se cantó el «You'll Never Walk Alone» (nunca caminarás solo). «Cuando caminas a través de una tormenta mantén tu cabeza en alto». Eso, pero en inglés. Muy propio tras cuatro años en un pozo. Y luego gritos combinados de «Liverpool, Liverpool» y «Racing, Racing». Bonito.
Puestos a contar anécdotas, en el restaurante que hay pegado a la rotonda coincidieron los aficionados del Racing, los del Liverpool y hasta un grupo de seguidores del Yeclano, que jugaban también fase de ascenso frente al Escobedo y que andaban preguntando dónde podían comer sardinas. «Pídete unos bocartes, hombre». Con el seis a cero que se traían de la ida ellos también estaban ya medio celebrando.
Y entre baño y baño, pequeñas tertulias. Que si uno lo había visto en Tanos, que si otro tenía al niño jugando un partido y se escapaba cada diez minutos para verlo en el móvil, que si en la playa se escucharon los gritos cuando marcó Buñuel... «Yo estaba en casa todo nervioso y ella –por su mujer, que estaba al lado– era muy pesimista y no lo veía nada claro». La señora estaba con la teoría «de la encerrona», «las patadas» y el «campo imposible» y le costó ver la luz.
–A ver el año que viene. A ver si vamos a subir y volvemos a bajar.
–Señora, no me sea gafe.
Pitos de los coches, «Santander la marinera es la que más quiero yo», un balón por las alturas que entretuvo un rato al personal, algún recuerdo para Harry, más de una cerveza... Así fueron pasando los minutos. Con cierta sensación de cansancio, de haber soltado un grito de liberación y quedarse agotado.
Fue eso y el saber que la noche iba a ser larga lo que, más allá de ese furor inicial, dejó a la ciudad en un estado de tensa calma. «¿Ya se sabe a qué hora llegan?», iban preguntando algunos. Y pronto se supo –después de descartar un buen puñado de rumores respecto a sitios, horas y planes– que para las doce de la noche estaba prevista la llegada y la recepción en el Ayuntamiento. O sea, que la cosa se iba a prolongar.
Y esa era la sensación por el centro de la ciudad (adornada en algunas rotondas y puntos clave por pancartas de 'Volveremos' y '180 minutos para sufrir'). No hubo terraza al sol sin alguna camiseta del Racing presente. Por Tetuán, por Peña Herbosa, por Cañadío... Sin alboroto a esa hora. Sin marea, pero con presencia. Algo comedidos a la espera de 'lo gordo' y paladeando lo conseguido. En la Plaza del Cuadro, por ejemplo, a un padre con la camiseta del equipo puesta le rodeaban sus tres hijos y su mujer. Parados en mitad de la calle haciendo corrillo. ¿Qué hacían? Pues ver el vídeo con el audio a más no poder del gol de Buñuel –cómo te queremos, chaval–.
En días como el de ayer el reloj pasa al grupo de los actores secundarios y en los bares se mezclaban los que seguían con el aperitivo con los que pedían un café solo para mantener el tipo y seguir celebrando. Era como un tiempo muerto, interrumpido de vez en cuando por otra bocina de un coche de festejo que hacía que el personal levitara unos centímetros sobre los taburetes.
Lo que había a esa hora eran encuentros. Muchos. De viejos aficionados. «¡Hombre, fulano!»... Con abrazos entre gente contenta que saben a gloria. «No te imaginas que alegría», decía Pepe, que andaba con los hermanos y diciéndole a todo el mundo que había organizada una fiesta en un bar de copas de la ciudad. «Después del recibimiento». De eso discutía una pareja. Ella decía que entre que venían, que igual paraban en algún sitio, que se iba a hacer muy tarde, que mañana –por hoy– había que trabajar... «Da igual, hay que recibirles». Y lo cierto es que a ella no le pareció mal la respuesta. «Pues es verdad».
«No ha habido mucho. Se están reservando para la noche», comentaba un hostelero de Peña Herbosa ya sobre las cuatro. A esa hora en la fuente de El Sardinero quedaban cuatro gatos felices –uno, con la bandera a modo de capote, toreando a los coches que pasaban– y otros cuatro usando el maletero del coche en el aparcamiento del estadio para montar una comida improvisada con música racinguista de fondo.
Fue momento de repasar lo vivido y de seguir lo que se estaba viviendo en Palma. Con muchos racinguistas conectados al directo de la web de este periódico. Compartiendo el vídeo del gol, los de la fuente, las fotos de los jugadores en la piscina del hotel, los mensajes en las redes sociales... Y pasándose el mensaje. La quedada: «Los jugadores y técnicos del equipo verdiblanco llegarán a medianoche a Santander procedentes del aeropuerto de Loiu (Bilbao) hasta donde viajarán desde Palma de Mallorca y en La Marga se subirán al autobús turístico en el que se desplazarán hasta la Plaza del Ayuntamiento. Una vez en la plaza del Consistorio, descenderán del autobús para atravesarla y subir al balcón del Ayuntamiento donde serán recibidos por la alcaldesa y el concejal de Deportes en funciones, Juan Domínguez». El plan.
Así que tocó hacer tiempo hasta ese momento. Reponer fuerzas para vivirlo a tope. Y en ello estaban al cierre de esta edición (todas las imágenes y los detalles están disponibles en la edición digital). Los que fueron a Loiu, los que esperaron en La Marga, los que les vieron pasar y los que se agolpaban en la misma Plaza. Disfrutando, soltando el lastre y la rabia. Recordando otros tiempos, sintiendo que el Racing por fin ha vuelto. Quitándose cuatro años oscuros de encima.
Después de la recepción y la celebración en el Ayuntamiento de Santander, esta tarde será el turno del Gobierno de Cantabria. Será a partir de las 18.00 horas cuando Miguel Ángel Revilla reciba a plantilla, cuerpo técnico y directivos en la sede del ejecutivo regional en la calle Peña Herbosa de Santander.
Aunque en un principio no estaba previsto que la visita se realizará en la jornada de hoy sino más adelante, finalmente desde ambas entidades no han querido esperar más para que el máximo mandatario cántabro traslade al Racing su enhorabuena por el logro conseguido en Son Malferit.
El hito supone un paso adelante para toda la región y supondrá un escaparate más para la comunidad a nivel nacional, un motivo más para que Revilla reciba a los jugadores. No será el último reconocimiento que reciba la entidad racinguista, aunque todavía no están fijadas las fechas de tales honores, toda vez que la temporada no ha acabado oficialmente y todavía tienen que jugar la eliminatoria de campeones ante el otro equipo ascendido, el Fuenlabrada.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.