Racinguismo en vena
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Mauricio Gómez, abonado del Racing desde 1941, no pudo hacer el saque de honor por un problema de salud, pero siguió el partido desde el hospital y el club ya busca una nueva fechaEl lunes tenía que haber sido un gran día para Mauricio Gómez (Santander, 20 de febrero de 1938). No lo fue tanto, como nunca lo es para él cuando pierde su Racing, ese del que muestra orgulloso el carné de abonado en el que luce ... ya desde hace unos cuantos años el número uno. La recompensa a su tenacidad de 83 años consecutivos. «Me hicieron socios mis abuelos de Montaña, porque a mi padre le denunciaron unos vecinos por comunista y le metieron en la cárcel. Es la herencia que me dejaron y la que mantengo. Somos cinco generaciones: mis abuelos, mi padre, yo mismo, mi hijo y ahora mi nieta», presume.
El lunes Mauricio Gómez tenía que haber hecho el saque de honor. Un guiño a quien la Gradona de los Malditos ha convertido en un símbolo más del Racing. Y, claro, el club, que ahora vuelve a regirse con esa filosofía, aunque formalmente sea una empresa, no podía ser menos. Si hace dos semanas su rostro apareció en un tifo de la vieja Grada Norte, esta vez había sido el elegido para hacer el saque de honor en el partido contra el Alcorcón. Pero el homenaje tuvo que aplazarse.
El lunes Mauricio Gómez, ya mainstream de la iconografía verdiblanca -hasta con merchandising en forma de taza racinguista-, no pudo ir a su localidad de Preferencia Oeste. Mucho menos salir al césped para invertir los papeles y ser él quien recibiera el aplauso de futbolistas e hinchada. Un problema de salud que le llevó a Valdecilla la semana pasada y del que poco a poco se recupera, se lo impidió. Pero su corazón es fuerte; tanto como para seguir más de ocho décadas al Racing y apenas resentirse, y tratar de convencerle de que no viera el partido, aunque fuera desde la cama, era tarea estéril. «Estuve viendo el partido por la televisión y me dio mucha pena no poder hacer el saque de honor; espero que para este mes pueda hacerlo, porque ya llevamos aquí unos días».
Un ordenador portátil permitió que la pérdida fuera menor. Así siguió desde la cama el duelo del Racing, en este caso en un sentido estricto por una inesperada derrota. Antes el club se había puesto ya en contacto con él. Para desearle una pronta recuperación y emplazarle para otra ocasión, que la tendrá en la que hacer rodar el balón.
Siempre ha estado muy ligado al Racing. No solo con su tenaz presencia cada dos semanas, durante más de tres cuartos de siglo, en los Campos de Sport; en los nuevos y en los viejos, de la mano de sus abuelos o de su padre, cuando recuperó la libertad. Durante su juventud, y hasta hace no tanto tiempo, también se apuntaba a los desplazamientos.
Y a las juntas, de las que es un habitual -porque también es accionista- y en las que ha llegado a tomar la palabra. En febrero celebraba en Tetuán sus 86 años en la misma cita en la que se festejaban los 111 del club: «A mí me llevaba mi padre y no sé por qué, pero ya no pude dejar de seguir al Racing. No faltábamos a ningún partido; viajábamos y lo pasábamos muy bien. Íbamos a tomar el blanco y a comer bien», decía entonces. En marzo tuvo la oportunidad de conocer a Sebastián Ceria durante el homenaje que se rindió a Nando Yosu y Manolo Preciado antes del partido: «Fui por el túnel, con los chicos, hasta El Sardinero. Yo soy muy andarín». Él mismo forma ya parte, en cierto modo, de ese universo. Es ya un símbolo de la resistencia que encarna un club que vuelve poco a poco a recuperar su esencia tras una década enlodada.
Ese mismo 24 de marzo, cuando estaba a punto de comenzar el partido ante el Eldense, Mauricio estaba sentado en su localidad cuando de pronto vio cómo la Gradona desplegaba un tifo. Nada extraño; es su costumbre. Pero mucho más lo fue comprobar que lo que aparecía era su rostro. «¡Madre mía, pero si ese soy yo!», dijo. «No sabía nada. Es fabuloso. Me han hecho pasar el día más feliz de mi vida», explicaba después a El Diario. «No sabía qué hacer. Todos los compañeros se hacían fotos conmigo, me daban abrazos... Fue algo que no puedo explicar. Las he visto de todos los colores; buenas y malas; peores y mejores, pero ¿cómo iba yo a pensar que me iban a hacer una pancarta de esas tan grandes?».
El lunes Mauricio Gómez, que cumple años casi a la vez que el club, tuvo un día más tranquilo. Hasta que comenzó el partido, claro. A su pesar, al de todos, el Racing le dio un pequeño disgusto. Pero ya piensa en cómo compensarlo. Reseteando en Burgos y buscando una nueva fecha para ese saque de honor que ahora tiene pendiente.
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