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Así es el fútbol. La tierra firme se ha puesto patas arriba y el cielo tiene nubes de bombarderos que acechan El Sardinero. Es lo que pasa cuando el Racing no gana y encapota hasta la fantasía más optimista. Con el nombre del equipo rival ... de esta tarde, parecen venir remolcados aviones de la Legión Cóndor y picassos de grises desgracias. Pero en Guernica, como en Cantabria, también hay robles de milenarias raíces y algún que otro jugador racinguista.
El primer futbolista natural de Guernica con el que el Racing quiso despejar el cielo de nubarrones llegó en la temporada 1953-54. Entonces los cántabros jugaban en Primera División y el chaparrón del que había que protegerse derivaba del traspaso de Paco Gento al Real Madrid, una operación en la que, con el ánimo de compensar la pérdida del prometedor extremo izquierdo, vinieron a Santander, procedentes del club madridista, Espina y Ucelay. El entrenador racinguista, el vizcaíno Juan Ochoa, también quiso reforzarse con Francisco Javier Echave, natural de Guernica, medio defensivo y pundonoroso en el terreno de juego que se caracterizaba por su fortaleza física y buena colocación. Llegaba al Racing después de haber permanecido dos temporadas en el equipo venezolano del Centro Vasco de Caracas. Echave, que contaba con nueve años cuando se produjo el horror del famoso bombardeo nazi, había comenzado a jugar al fútbol en su pueblo natal y formó parte del Guernica (1942-44), Guecho (1944-45) y Durango (1945-47), antes de desplazarse a Cataluña donde jugaría en el Granollers (1947-48) y en el Palamós (1948-49). Tras formar parte de la plantilla del Burgos dos temporadas (1949-51) se fue a Venezuela para reforzar el equipo del Centro Vasco de Caracas, club desde el que se incorporaría al Racing, debutando en Barcelona, en el partido liguero contra el Español disputado el 14 de febrero de 1954, partido que terminó con empate a cero. El Racing aquel día alineó a Zamoruca; Marquitos, Felipe, Barrenechea; Echave, Villita; Martínez, Vázquez, Moro, Alsúa y Espina.
No jugaría muchos partidos en las tres temporadas en las que estuvo en Santander. Sólo jugó trece encuentros, entre ellos el memorable contra el Barcelona que se jugó en los Campos de Sport el 21 de marzo de 1954. El equipo barcelonés se estaba imponiendo por dos a uno con los pases de Kubala y los remates de Manchón y cuando faltaban dos minutos para terminar la primera parte, el conjunto catalán marcó otro gol, el tercero, que encendió a la afición cántabra porque el balón no llegó a entrar en la portería. Echave viviría en el descanso el tenso debate entre los jugadores racinguistas que, indignados, plantearon seriamente no regresar al campo, hasta que Alsúa, con aquellos irracionales arrebatos de furia que le caracterizaban, arrastró arengando a sus compañeros al terreno de juego para remontar el tres a uno. A los cuatro minutos del segundo tiempo Alsúa marcó el segundo gol; a los diez, Alsúa centró para que Martínez consiguiera el empate y a los veintiuno, de nuevo Alsúa anotó de penalti el tanto de la victoria (4-3).
Otro jugador natural de Guernica que formaría parte de la plantilla del Racing fue Ricardo Arrien, un delantero centro que llegó en 1985 procedente del Athletic Club de Bilbao, con buenos dotes para el remate gracias a su altura y potencia física. Salvo un par de temporadas que estuvo en los equipos menores del Guernica, Arrien desarrolló su trayectoria futbolística por todos los estamentos de la cantera de Lezama: infantil, juvenil y Bilbao Athletic, antes de llegar al primer equipo de San Mamés, previa cesión en el Salamanca donde debutaría en Primera División. Tras su paso por el Athletic Club (1984-85) se incorporó al Racing, también en Primera, debutando el 1 de septiembre de 1985 durante el primer partido liguero contra el Barcelona en los Campos de Sport que terminó con empate a cero. Maguregui alineó aquel día a Alba; Tino, Sañudo, Villita, Gelucho; Juan Carlos, Bernad, Donnerup (Arrien), Rubén Bilbao; Isidro y Campbell. En la única temporada que estuvo en el Racing jugaría 26 partidos (20 de Liga, 5 de Copa y 1 en la última edición de la Copa de la Liga) y anotaría seis goles (2 en Liga, 3 en Copa y 1 en la Copa de la Liga). Luego se incorporaría a la Real Sociedad y tras jugar en el Sestao, colgaría las botas en el Éibar.
Aunque la tierra firme se haya puesto patas arriba y el cielo amenace oscuridades de aviones y picassos de grises desgracias, El Sardinero también es tierra de profundas raíces y patria de excelentes y comprometidos jugadores, que como el sol siempre estarán por encima de cualquier nube y de cualquier avión.
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