![Y Radchenko lo hizo](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2024/12/30/ilusion-Radchenko-st.png)
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El primer toque, ante la presión de un león, es para buscar a un compañero y huir a la carrera. Mutiu es una puerta de salida y su control, malo, acaba disfrazándose de pared perfecta. La fortuna también juega. Entonces llega el segundo toque. Para recibir y, a la vez, encontrar un camino de velocidad entre dos gigantes vestidos de rojiblanco. Espigado, con aspecto de estar siempre exhausto, la melena toma esa pose vertical que sólo llega al volar, cuando se flota, sobre el césped. Tercer toque. Para alargar la trayectoria y señalar al siguiente. De frente, sin miedo. Cara a cara. Toca desnudar con un eslalon al último guardián del edificio. Ahí está el cuarto. Hacia la izquierda. Rival superado. El defensa queda sentado y mira hacia atrás con olor a hierba en los labios y la desesperación del que sabe que ha dejado entrar al asesino en el portal. No hay remedio. Lo sabe él y los tres compañeros que, detrás, a derecha y a izquierda, persiguen un fantasma que ya es inalcanzable. La impotencia. El quinto toque es casi imperceptible. Es un preparativo. Un acomodo. Un prólogo. Queda uno. El último. Arrastrando los tacos por el verde para que la bota quede bajo el balón. No es una vaselina con golpeo. Es otra cosa. Como si el pie fuese curvo e impulsara hacia arriba la bola. Como un balancín. Radchenko, entonces, se queda de pie, sigue el balón con la mirada, ve el bote ya dentro de la portería, pegado al palo, y se derrumba, con el tronco sudado de su cuerpo sobre los talones. Es el minuto 88 y el silencio atrona en San Mamés.
Fue el 2 de enero de 1994. Hace justo 31 años. Y cada año que pasa había más racinguistas en la grada. «Yo estuve», dicen cada vez más personas. Miles. Convencidos de que lo vieron, como ocurre con las leyendas. Incluso los que, por entonces, no habían nacido. Como los argentinos, que creen que Gardel cada día canta mejor. El Racing ganó 1-2.
Más que una pared fue un mal control de Mutiu que llegó rebotado nuevamente hasta Radchenko.
El ruso se mete con el balón en los pies entre dos jugadores del Athletic y regatea a un tercero.
Antes de que llegue un cuarto defensor y ante la salida del portero, Radchenko eleva el balón y marca.
AUX STEP FOR JS
Hagamos memoria. Con el uno, Ceballos. La defensa de la 93-94 se recitaba de memoria. Torrecilla, Merino, Pablo Alfaro, Zigmantovich y Gelucho. Con el bielorruso a medio camino entre el libre de toda la vida y el cinco al que Busquets dio lustre en el fútbol moderno. Quique y Esteban Torre para moverla. Para poner calidad y balones a la carrera de Geli por una banda y de Mutiu por donde fuera. Y arriba, el ruso. El zar Radchenko (Popov ese día se quedó en el banquillo).
Hubo que mover el once para remontar. Ziganda –contra el Racing siempre era Cuco Ziganda– adelantó en el 55 a un Athletic en el que estaban Valencia, Garitano, Eskurza, Valverde (el míster hoy en día) o Julen Guerrero. Un equipazo, todo hay que decirlo, dirigido por Heynckes. Irureta metió mano al partido. Sacó a Pineda y a Edu García. El hispano-francés tardó poco más de un cuarto de hora en recordar a todos que aún le quedaba gol (acabó con cuatro a final de año, después de los siete en diez partidos, incluyendo el de Sarriá, en la temporada del ascenso). Marcador: uno a uno.
Quedaba la mística. Con los fotógrafos acercándose ya al túnel porque entonces las fotos no se mandaban como ahora. Muchas prisas. «Casi me lo perdí», cuenta uno que de verdad estuvo allí. Trabajando, cámara en mano. Minuto 88 (y los partidos no se iban del noventa tanto como ahora). Fue algo precioso para un recién ascendido. Victoria en un gran año para el Racing, la temporada en la que llegaron los rusos.
Para Radchenko fue su cuarto gol de verdiblanco. Se estrenó con dos al Zaragoza y le marcó uno al Madrid. Luego llegó el de San Mamés. El más recordado. Acabó el año con once. Curiosamente, en el partido de vuelta contra los leones en los Campos de Sport, el ruso volvió a robarles la victoria en el último suspiro. Marcó Quique Setién en el 51, pero Julen hizo doblete para poner a los suyos por delante. El ruso anotó en el 89 y lo dejó en tablas cuando los puntos ya cogían carretera hacia Vizcaya.
Dimitri pasó dos años aquí, tras jugar para el Zenit de San Petersburgo y ser estrella en el Spartak de Moscú. Fue una melena famosa en la Liga de los noventa, con unas piernas largas que parecían de alambre. En el Racing consiguió sus mejores registros. Los once goles de la 93-94 con Irureta y nueve con Miera al año siguiente (incluyendo dos en el cinco a cero al Barça). Luego se marchó al Dépor (cinco tantos en Liga), pasó por el Rayo, el Mérida, el Compostela... Jugó en Japón y en Croacia antes de dar las últimas carreras en las regionales del fútbol gallego.
«Mis queridos amigos en Santander, afición del Racing, vamos avanzando y estoy seguro de que el equipo va a subir a Primera División. Como nunca necesitamos el apoyo en todos los partidos de Liga que quedan. Aúpa Racing. Mi corazón siempre está con vosotros», dejó grabado en forma de audio en español en el teléfono del periodista de El Diario Montañés que dio con él hace unas semanas para un reportaje en esta sección. Envió eso y un vídeo de una pared con Popov.
Su gol de hace 31 años y sus palabras de ánimo desde Rusia son algo a lo que agarrarse para superar la mala racha. Para encarar el año con sensaciones muy distintas a las que dejó el tramo final de 2024. Para hacerle una vaselina al bache.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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