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Eran otros tiempos. Entonces los desplazamientos del equipo a los campos rivales constituían un factor más determinante en el rendimiento de los futbolistas. El estado ... de las carreteras, la calidad y comodidad de los autobuses, el empleo del avión y, en consecuencia, los tiempos que se empleaban para llegar al destino, han mejorado notablemente.
Pero si hubo un partido donde el desplazamiento influyó en el resultado del partido de una manera evidente fue el que el Racing disputó el 26 de febrero de 1956 contra el Ferrol en un viaje que no olvidarían nunca sus integrantes.
El Racing, como siempre, tenía importantes limitaciones económicas. Acababa de descender de la Primera División y eligió como entrenador a uno de los jugadores de la temporada anterior, Fernando González Balenciaga, conocido como Nando. La penuria económica había hecho habitual que los desplazamientos se miraran con lupa, y para ir a Ferrol, la junta directiva, asesorada por el entrenador que había realizado estudios de Náutica, prefirió que se viajara en barco, partiendo del puerto de Santander a bordo del buque mixto de carga y pasaje 'Escolano'. El plan era salir el jueves, 23 de febrero, llegar a Gijón al día siguiente, viernes, y aprovechar las maniobras de carga y descarga del buque para que los jugadores pudieran entrenar en El Molinón. Luego se emprendería la navegación hasta Ferrol.
Pero el viaje resultó una pesadilla para los futbolistas. Prácticamente todos se marearon debido a la marejada que había en el Cantábrico. Campón y Lobera fueron los que peor lo pasaron, pidiendo permiso para seguir el viaje por carretera cuando se llegara a Gijón. Uno de los jugadores que soportó aquella travesía fue Joaquín Pardo, que describió aquella aventura en el libro de Teodosio Alba sobre el 75 aniversario del club. Pardo recuerda que, ya navegando, «el jolgorio, las risas y las bromas están a flor de piel, pero solo hasta Cabo Mayor. Allí escuché por última vez en la travesía, en la interpretación especial de Tino Lobera, las estrofas conocidas de 'Vale más un marinero con un remo en la mano…', porque inmediatamente se hizo el silencio general y todos comenzamos a marearnos y a desaparecer hacia los camarotes correspondientes».
Pardo continúa aludiendo a «las bajadas incesantes de Julio Santamaría al comedor, porque le habían dicho que había que comer, la utilización incesante de los orinales –¿te recuerdas Santín, Campón? – y la inclinación del barco, unos 45 grados, cada vez que nos asomábamos por la borda…/… En fin, como solo estaban de pie Nando Barrenechea –que también era marino– y Victoriano Urbina y, medio mareado, Arsuaga, decidieron, de acuerdo con el capitán del 'Escolano', descargarnos en el puerto de Gijón…»
El problema surgió cuando el barco llegó a El Musel y no se le asignó muelle para efectuar la descarga, lo que le obligó a esperar demasiado tiempo. Ante la tardanza, la expedición racinguista tuvo que improvisar el viaje a Ferrol alquilando un autobús, llegando a la localidad coruñesa a las tres de la madrugada del mismo domingo, saltando al terreno de juego en unas pésimas condiciones físicas.
Así que, debilitados por el mareo, con falta de sueño y descanso, saltaron al terreno de juego Lobera; Campón, Barrenechea, Santín; Pardo, Maristany; Arsuaga, Julio Santamaría, Tarro, San Emeterio y Urdiales. Para colmo, en los primeros minutos, Maristany se lesionó y, aún sin admitirse cambios en los equipos, tuvo que situarse en el extremo derecho para evitar que sus posibles pérdidas de balón causaran problemas en el centro del campo o en la defensa. Los ferrolanos anotarían su primer gol en el minuto 16, obra de Padrón, pero el Racing comenzaría a mostrarse dominador y empató en el minuto 39 cuando San Emeterio aprovechó un fallo defensivo, adelantándose pocos minutos después con un penalti lanzado por Arsuaga después de que un defensa empleara las manos para evitar el gol. Con el resultado de 1-2 se fueron los jugadores al descanso.
En la segunda parte, el Ferrol empataría en un córner por medio de Álvaro y poco después, Santamaría anotaría el 2-3. En el minuto 17 de esta segunda parte de nuevo empatarían los gallegos por medio de un remate de cabeza de Anca. Con el 3-3 en el marcador vendría una jugada que, además del cansancio acumulado en los jugadores racinguistas por el viaje, determinaría la derrota cántabra. Fue la lesión del guardameta Lobera, al arrojarse a los pies de un delantero rival. El choque le obligó a retirarse del campo, siendo sustituido por Carracedo que aquel día debutaba en partido oficial. Un fallo precisamente de Carracedo supuso el 4-3, obra de Tucho, y al minuto siguiente llegaría el 5-3 tras disparo de Álvaro.
Joaquín Pardo recordaba en su escrito que Carracedo «estaba fuera de sí y lo mismo aparecía al lado del banderín de córner que le daba un puñetazo al aire, en lugar de dar al balón».
Fue un viaje lleno de aventuras y de incomodidades. Suponemos que la vuelta, con la derrota, acaso fue peor. Que el desembarco hoy en Gijón, y sobre todo el regreso a casa, se llene de satisfacciones para los racinguistas.
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