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Ya había debutado cuando Armando Ufarte le sacó en la segunda parte del encuentro que el Racing disputó en Valencia contra el Levante. Fue el 9 de diciembre de 1989. Incluso jugó algún partido de titular en Segunda División aquella temporada. Pero si cualquier jugador ... se acuerda del momento de su debut, ¿Cómo no va a tener grabado su primer gol con el equipo que le vio crecer y madurar?
En Anduva había unos 2.000 aficionados, y aunque se jugaba en Segunda B, el técnico Felines no contaba demasiado con Esteban Torre, un joven prometedor que había jugado en el equipo infantil de Soto de la Marina antes de incorporarse a la órbita del Racing, y que había sido internacional sub-16, sub-17 y sub-18. Así que aquel día, 25 de noviembre de 1990, el entrenador racinguista le dejó en el banquillo y alineó a Ceballos, Revilla, Cantudo, Roncal, Gelucho, Óscar, Javi, Sánchez Lorenzo, Pedraza, Benito y De Diego.
El Racing estaba atravesando una de las crisis deportivas más importantes de su historia tras el traumático descenso del 90. Era la primera vez que competía en Segunda B y estaba más que obligado a subir de categoría. Pero tras la quinta jornada, y después de perder ante el C. D. Binéfar, se situó en un decepcionante décimo puesto. No era capaz de ganar en Santander, aunque fuera obtenía resultados positivos, menos en la localidad oscense donde el Binéfar, con la mayor parte de sus jugadores procedentes del Real Zaragoza, arrolló a los racinguistas con un 3-0 que escoció el ánimo del equipo. Acaso por eso, a partir de ese momento el equipo reaccionó y alcanzó el primer puesto en la undécima jornada, tras derrotar a los filiales de la Real Sociedad (1-2) en Atocha. En la jornada decimotercera, el Racing viajó a Miranda del Ebro con una racha de cinco victorias consecutivas y dispuesto a lograr una más, aunque el Mirandés esperaba con la circunstancia de que nadie había logrado imponerse en su terreno de juego. Ni siquiera se había podido superar al meta Olave, que permanecía imbatido en Anduva.
El Racing muy pronto demostró que era mejor equipo que el burgalés. La iniciativa era de los cántabros que superaban fácilmente a sus adversarios con triangulaciones y avances que sin embargo no creaban peligro. Hubo momentos en los que esa sensación de inoperancia atacante, o de solidez defensiva por parte del Mirandés, desapareció. Fue cuando De Diego cabeceó un centro de Revilla y luego Sánchez Lorenzo, desde fuera del área, empalmó un potente disparo que pasó rozando el palo. Pero nada más. El Mirandés, desde su tranquilidad defensiva, se fue adaptando para lanzar contraataques que no inquietaron demasiado el área de Ceballos. En la segunda parte, el Racing se vino abajo con un abuso de pases sin profundidad que no conducían a ninguna parte, mientras los locales se entusiasmaron con la posibilidad de ganar al líder, entusiasmo y capacidad de sacrificio que entre el público invitó a pensar que el triunfo, o al menos el empate, serían posible ante el potencial de los cántabros. Hasta que el míster llamó a Esteban Torre para dinamizar el centro del campo. Diez minutos después de saltar al terreno de juego se produjo el único gol del partido. Es cierto que el Racing no pudo rentabilizar su superioridad técnica debido a los constantes errores que se producían al final de sus ataques, pero supo aprovechar el único fallo defensivo del Mirandés cuando faltaban cuatro minutos para el final, fallo que también fue mérito de la presión de De Diego sobre el meta Olave que permitió a Pedraza robar el balón, recorrer el área y centrar hacia atrás donde venía lanzado un Esteban Torre que marcaría su primer gol con el Racing.
El gol de la victoria se produjo cuando ambos equipos ya estaban mentalizados al resultado del empate a cero, y de alguna manera supuso una sorpresa que no sentó demasiado bien al público local. Los insultos y los empujones y puñetazos entre las aficiones de ambos equipos empañaron también la alegría del triunfo racinguista.
Ajenos los jugadores al desagradable incidente del final, Esteban Torre regresó a casa con la satisfacción de ser un goleador racinguista de 19 años, y también con la decisión de incorporarse al servicio militar. Por eso pondría destino a Munguía, donde haría un mes de campamento, antes de completar la mili en Santander, donde no dejó de estar conectado al equipo para contribuir con su presencia en la fase de ascenso que felizmente terminó en Getafe con el emocionante triunfo en Las Margaritas. Esteban Torre jugó la segunda parte de aquel sofocante partido para culminar una temporada que le abriría las puertas a una trayectoria profesional reconocida y admirada por el racinguismo.
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