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Qué suspicaces nos volvemos cuando, de forma inesperada, el resultado de un partido rompe las reglas de la lógica y parece establecer un sospechoso régimen de conveniencias que perjudican a un tercero. Eso le ocurrió al Zaragoza por culpa de un partido del Racing que ... se disputó el 22 de febrero de 1950, en los Campos de Sport. El presidente del club aragonés, el médico internista Primitivo Julián Abril, un hombre vehemente y apasionado, se mosqueó tanto con el resultado que llegó a plantear la retirada del campeonato de su equipo. Fue un resultado que nadie se esperaba, desde luego. El Racing era entonces el gran equipo invencible de la Segunda División. Bueno, en realidad no era tan invencible, porque de los 22 partidos que había disputado, había ganado 21, ya que perdió en Soria contra el Numancia (2-1). Pero la terrible delantera de Nemes, Joseíto, Mariano, Alsúa y Echeveste hacía estragos en las defensas contrarias. La derrota contra el Numancia no cambió el rumbo del equipo. Con una primera posición más que arraigada, el Racing continuó desplegando un soberbio juego con su repertorio de jugadas de ataque. Una de las más valiosas victorias fue la conseguida en el campo maño de El Torrero, frente al Zaragoza. El club aragonés estaba situado en el segundo puesto, aunque le separaban trece puntos del Racing, lo que hacía la distancia demasiado lejana para preocupar a los verdiblancos. A los seguidores montañeses tampoco les importaría demasiado la distancia geográfica entre Santander y Zaragoza a la hora de desplazarse para animar a su equipo, ya que por primera vez se organizó una expedición en avión, con Viajes Yllera, que partió del aeropuerto de Bilbao con treinta y dos pasajeros a bordo. El Zaragoza confiaba en su triunfo, ya que llevaba dos años sin perder en su terreno de juego, pero sus esperanzas se desvanecieron enseguida. A los nueve minutos, Mariano ya había marcado dos goles, y aunque muy pronto llegó el dos a uno y más tarde Ortega tuvo que parar un penalti, la superioridad del Racing fue manifiesta, alzándose con una victoria más donde el Zaragoza no puso reparos extradeportivos.
Después de derrotar a los aragoneses. hubo un parón liguero y los racinguistas concertaron un partido amistoso contra uno de los mejores equipos del mundo del momento, el San Lorenzo de Almagro. No fue fácil que el San Lorenzo aceptara jugar contra el Racing, ya que el potente club argentino no consideraba apropiado jugar contra un equipo de Segunda División, pero finalmente aceptó y ganó, pero por los pelos (2-3), con los propios jugadores argentinos reconociendo la valía de los santanderinos y su extrañeza de que fuera un equipo de Segunda.
Pero tres días después del partido contra los argentinos, el miércoles 22 de febrero, se jugó en Santander el choque liguero contra la Gimnástica de Torrelavega, que ocupaba una excelente posición en la tabla clasificatoria, de tal manera que era uno de los aspirantes al ascenso. Y fue en este partido cuando se produjo la gran sorpresa. Acaso por la intensidad con la que el Racing jugó contra el San Lorenzo y la excesiva confianza en ganar a los gimnásticos, éstos, mucho más motivados y arropados con su público venido desde Torrelavega, sorprendieron en el minuto 14, adelantándose en el marcador por medio de Duque, y minutos después, Soria marcaría el dos a cero con el que se llegó al descanso. En la caseta, los racinguistas no se creían lo que estaban viviendo y se emplazaron para cambiar el rumbo del encuentro. A los cuatro minutos de la segunda parte, Echeveste marcó el primero de su equipo (1-2), y cuando faltaban cuatro minutos para el final, Nemes empató (2-2). Cuando todo el público creía que se iba a producir el primer empate del Racing de toda la temporada, el extremo gimnástico Madrazo aprovechó una salida a destiempo de Ortega para establecer el 2-3 que suponía la primera y única derrota del Racing de la temporada en los Campos de Sport.
Con aquella victoria, la Gimnástica se colocaba en la tercera plaza de la categoría. El Racing mandaba la clasificación con 42 puntos, seguido del Lérida (30), Gimnástica (29), Zaragoza (27) y Sporting (27). Hay que hacer constar que aquella temporada, con dos grupos en Segunda División, estaba previsto que fueran los dos primeros de cada grupo los que disputarían una fase final, y la derrota de los racinguistas se interpretó como una especie de pacto entre paisanos para que los de Torrelavega tuvieran más opciones de ascenso.
Las protestas procedían principalmente de Zaragoza, aunque la derrota también daría pie a maliciosos comentarios en Lérida y Gijón. El presidente del Zaragoza, el señor Abril, sin conocer la afilada y tradicional rivalidad de santanderinos y torrelaveguenses, quiso percibir cierta confraternización antideportiva de los dos equipos montañeses, y como protesta, llegó a proponer, en unión del Lérida y del Sporting, el abandono del campeonato, algo que sólo fue un desahogo oral de un berrinche sin argumentos sólidos. Finalmente, el Racing, flamante campeón de Segunda, y la UD Lérida ascenderían a Primera. El Zaragoza se quedaría con el mosqueo.
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