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Las calles de Santander recuperan hoy el ambiente festivo de la semana grande. Hay colorido uniformado en los transeúntes. Unos llevan camisetas rojiblancas: otros verdiblancas. Se cruzan por las calles sin miradas de rencor, gestos de desafío, provocaciones ni palabras malsonantes. Hay algo poco común ... en la contemplación de tanto bullicio, porque las coloridas camisetas se entremezclan entre cánticos alegres, reuniones espontáneas y conversaciones animadas para escenificar un antagonismo orgulloso de ser distinto, pero ansioso por compartir tanta diferencia que los acerca. En la acera de una de esas calles, en la calle Tetuán, está el secreto de ese comportamiento. Es el brillo de una de la estrella de Manolo Preciado.
Cuántos años enfrentados. Cuántos partidos polémicos que enturbiaron el ánimo. Cuántos goles a favor y en contra para hacer estallar exclamaciones de euforia y de fracaso. La historia de la rivalidad entre el Racing y el Sporting data del primer partido que enfrentó a ambos equipos, un amistoso allá por 1916, aunque el primer enfrentamiento oficial fue en la Copa de 1924, hace cien años.
Pero fue en los sesenta cuando creció el enconamiento, sin que el Racing tuviera mucho que ver. En los desplazamientos a Santander, cuando no había autovía, era costumbre que desde algunos autobuses se lanzaran monedas a los transeúntes en el paso obligado por el centro de Torrelavega, lo que se interpretaba como irónica limosna ante una supuesta miseria. Algunos torrelaveguenses esperaban el regreso para vengarse y arrojaban piedras a los autocares. Aquella forma de proceder estallaría tras el partido de Liga disputado en los Campos de Sport, el 2 de septiembre de 1984. Ganó el Racing gracias a un gol de Campbell. No hubo incidentes en el campo, pero a su paso por Torrelavega, la caravana de vehículos que regresaba a Asturias sufrió un aluvión de piedras que causó varios heridos como respuesta a las limosnas despectivas. Al día siguiente, el alcalde, José Gutiérrez Portilla, y el presidente de Cantabria, Ángel Díaz de Entresotos, tuvieron que pedir disculpas por los hechos y a desde entonces las brusquedades se hicieron habituales y los seguidores de ambos equipos se convirtieron en enemigos.
No ayudarían a la paz algunas injusticias deportivas, como la que sufrió Quique Setién en El Molinón, en el inicio de la temporada 95-96, con un gol, su último gol, que Rubio Valdivieso anuló después de haber visto con sus propios ojos cómo había entrado en la portería sin tacha alguna. La ruptura de la red engañó la percepción del colegiado que prefirió pitar algo que supuso a instancias del meta Ablanedo que mostró el balón fuera de la portería. Aquella decisión sigue siendo ejemplo de una pérfida actuación arbitral a la que se sumó minutos más tarde un gol con la mano Julio Salinas con la mano. El Racing perdió 4-2.
Manolo Preciado fue arraigando en su tierra sus cualidades humanas y deportivas como jugador y como entrenador, además de sembrar cariño. Y cuando llegó a entrenar al Sporting en 2006 se encontró con un nuevo hogar y lo transformó con su personalidad. Dotó al conjunto asturiano de un resorte para levantar el ánimo del equipo y de la afición, y como un mesías de paz, la rivalidad de los seguidores de ambos conjuntos comenzó a diluirse. Incluso en 2010 se habló del pacto de Llanes y se levantaron sospechas de amaño en algún partido basadas en el cariño y la fraternidad. Los hinchas verdiblancos desplazaron sus manías obsesivas hacia Oviedo empatizando con los gijoneses.
Preciado hizo grandes cosas en Cantabria y en Gijón. Su secreto, además del trabajo, fue el derroche de nobleza, compromiso y lealtad y el compartir la felicidad que le daba el fútbol con quienes le rodeaban. Todos los que le conocieron terminaron queriéndole y tras su muerte, sigue contagiando esa bella epidemia del entendimiento. Yo sigo acordándome de aquel 2 de septiembre de 2012 en El Sardinero, cuando las dos aficiones fueron una sola para llorar la muerte del hombre que convirtió la rivalidad en cariño fraternal.
Mientras la memoria de Preciado esté entre nosotros, no habrá aficiones tan unidas como la del Racing y el Sporting. Por eso hoy las calles de Santander recuperan el ambiente festivo de una semana grande. Otra cosa será en el terreno de juego, detrás del balón.
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