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Roberto Velo, con unas gafas de realidad virtual, disfruta de una experiencia inmersiva sobre el césped de El Sardinero. Alberto Aja

La realidad virtual llega a los Campos de Sport

Los tours por El Sardinero añaden una experiencia inmersiva para vivir en primera persona la emoción de saltar al campo un día de partido

Leila Bensghaiyar

Santander

Miércoles, 25 de diciembre 2024, 13:14

Una camiseta con el escudo bordado descansa en una vitrina, rodeada por trofeos que reflejan la luz como espejos del pasado. Un grupo de amigos entra en la sala del museo y se detiene frente a ella. Parecía contarles una historia que conocían pero habían olvidado. «Es como si volviera a estar aquí por primera vez», dice Unai Alonso, mientras el silencio envuelve el lugar. Es uno de los siete integrantes del grupo que está visitando el estadio con los tours que realiza la empresa Bstadium. Para él, volver a los Campos de Sport fue como abrir un cofre de la niñez y a la vez saborear algo nuevo. Porque las visitas guiadas, que hasta hace poco eran un viaje sobrio por las venas del edificio, ahora culminan con un salto al vacío de la imaginación: unas gafas de realidad virtual que transforman al espectador en protagonista.

En El Sardinero, el fútbol es memoria, emoción y ahora también, tecnología. El Racing ha dado un paso más en su apuesta por acercarse a sus aficionados y los tours incluyen una experiencia de realidad virtual que permite vivir un día de partido desde el túnel de vestuarios hasta el mismo terreno de juego. Pasar de lo tangible a lo simulado en un instante. Tras recorrer físicamente espacios icónicos como los vestuarios, la sala de prensa, los palcos o el túnel de salida al césped, llega el momento culmen, la realidad virtual. Lo que se busca es que no solo sea una visita, sino una experiencia inmersiva. Que los aficionados se lleven un recuerdo único de lo que significa ser racinguista. «Es básicamente conocer un poco al club y lo que le rodea desde dentro. Percibir todo a flor de piel, quieras o no, es una sensación bastante buena para cualquiera que le guste el fútbol, y en especial el Racing», explica Mario Cruz, el guía, enfundado en un jersey de los de la línea de paseo con el nombre del equipo en pecho.

Un grupo de siete personas le espera paciente en la puerta principal del club frente a la estatua de Nando Yosu, que recibe a los visitantes. El tour arranca ahí. En ese punto Mario da una breve introducción sobre la historia del Racing y la de El Sardinero. A lo largo del recorrido todos podrán disfrutar de partes tradicionales, explorando la anatomía del club, y de otras inmersivas gracias a la realidad virtual, que los llevará a momentos y lugares imposibles de vivir de otra forma. Con cierta solemnidad y alguna risilla cómplice, el grupo se adentra en el museo, un espacio cargado de recuerdos. Fotografías que detienen el tiempo y camisetas de épocas pasadas cuelgan como testigos de momentos imborrables, mientras los trofeos, no muchos, la verdad, cuentan sin palabras la historia de un equipo que ha aprendido a resistir y a soñar.

El visitante deja de ser espectador y durante tres minutos es jugador, hincha, entrenador y siente el calor de la afición

A Unai Alonso, que ha venido con tres amigos, le brillan los ojos mientras repasa con la mirada una pared llena de imágenes de jugadores que han sido internacionales. Después deposita su atención en unas elásticas. Un vistazo al pasado. «Estar aquí, ver camisetas antiguas que asocias a momentos concretos que te han hecho muy feliz... Dices: 'Jo, la verdad es que esto es más que once tíos corriendo detrás de un balón'», suspira.

Desde el museo el recorrido se expande. «Se ven zonas como los palcos, los vestuarios, el terreno de juego… un poco de todo», explica Mario en su papel de Cicerone. En la sala de prensa, el pequeño Roberto Velo, que no llega a los diez años y luce con orgullo la camiseta del Racing –igual que su padre, que también se llama Roberto–, ocupa resolutivo el asiento central de la mesa, el lugar de José Alberto, el entrenador del equipo. Adopta un tono solemne y suelta al micrófono con la autoridad de un técnico experimentado: «Algunos partidos perdidos, pero ahora hay que ganar para llegar a Primera División». La audiencia, entre risas y aplausos, le sigue el juego y se mete de lleno en el papel de improvisados periodistas. Y tras eso, al vestuario, donde se respira esa mezcla de calma y nervios previa a los partidos.

Pero el momento culminante llega cuando los visitantes bajan al 'prao'. Natalia Casado, la madre de Roberto, observa cómo su hijo corre por el campo imitando a sus ídolos. «Esta es una de las mejores partes. Me ha gustado mucho. La sensación de pisar el césped está chulísima. Además está nuevo, casi lo hemos estrenado», dice con una sonrisa. Recorrer el mismo túnel que los jugadores los días de partido es una experiencia que mezcla adrenalina y emoción. Para Mario Alonso, que ha venido con sus amigos, es lo mejor de la visita: «Subir las mismas escaleras que la plantilla, hacer todo el tour que hacen desde los vestuarios hasta el campo... la verdad es que me ha gustado», confiesa tímido.

Pero todavía falta la guinda del pastel. Mario Cruz reparte las gafas de realidad virtual al grupo y explica con detalle cómo se usan. «Se compone de dos mandos. Funciona con un vídeo que dura unos tres minutos más o menos. Tienes que mantenerte estático, pero gozas una visión 360. Puedes ver todas las zonas del estadio. Es un poco más natural y más realista», detalla mientras el grupo le escucha atento, pero con avidez por enfundarse ya las gafas.

Es un menú condensado de emociones racinguistas servido en apenas tres minutos, pero suficiente para arrancar un escalofrío. De repente, están en el vestuario y un utillero les deja una camiseta en la taquilla. Avanzan por el túnel y... ¡pum! Se plantan en medio del campo. El visitante deja de ser espectador. Durante tres minutos es jugador, hincha, entrenador, siente el calor de la afición y la vibración de las botas golpeando el césped.

Roberto no puede contener su emoción. Su sonrisa, interrumpida por algún diente que ya no está, se ilumina al hablar de la experiencia: «¡Los veo, los veo! ¡Papá, están los jugadores calentando y saliendo al campo! ¡La grada canta la Fuente de Cacho!», exclama. Está viviendo un partido desde dentro, la sensación de tener veintidós mil personas alrededor. Natalia, que nunca antes había probado la realidad virtual, se quita las gafas y lo describe como algo mágico. «Es una experiencia muy positiva. La verdad es que es muy bonito. Es una sensación... como que saltas directamente al campo. Verlo desde otra perspectiva, porque lo vemos en la grada y esto es vivirlo de otra manera».

Un regalo del Ratoncito Pérez

Para muchos de los asistentes la visita es un reencuentro con su infancia. Unai no pisaba el estadio desde que era un crío y aunque las reformas han cambiado su apariencia, los sentimientos permanecen. «De pequeño sí he estado aquí dentro, con el campus del Racing que hacen en La Albericia, pero de muy chiquito. No me acordaba de casi nada y para mí es como volver a estar en eso», admite. El recorrido no solo revive recuerdos, también crea nuevos. Natalia explica cómo la idea de venir surgió de un regalo del Ratoncito Pérez a su hijo Roberto. «Hemos venido por el peque. Le regaló el Ratoncito Pérez una entrada y nos apuntamos con él para verlo».

Mario Alonso organizó la visita para su grupo de amigos y está sorprendido. «La verdad es que no me lo esperaba, es bastante novedoso. Puedes ver los vestuarios, estar dentro del partido, ver cómo los jugadores salen al campo y es muy chulo», explica. El Sardinero, con su césped recién renovado y su apuesta por la tecnología, es más que un estadio. Es un lugar donde los aficionados del Racing pueden conectar con su equipo de maneras que antes eran impensables. «Siempre está bien humanizar un poco lo que es el fútbol desde dentro», dice Mario Cruz. Y esto no es casualidad.

En un mundo en el que el fútbol se consume a través de pantallas y donde los estadios son en ocasiones solo un decorado en alta definición, iniciativas como esta devuelven el protagonismo al aficionado. El Sardinero sigue siendo ese lugar donde generaciones han reído, llorado y soñado, pero ahora es también un espacio que se reinventa sin perder de vista lo esencial, emocionar, conectar y construir recuerdos.

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