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El Racing no iba solo al partido contra el Zaragoza. Nunca lo hace, pero ayer por la tarde menos. Desde las cinco menos cuarto la ... afición ya estaba en la calle. Habían quedado para esperar al autobús del equipo y no fallaron. Estaban todos, hasta el Oso Cacho. La Gradona había convocado a los racinguistas para recibir al autobús verdiblanco –que es solo verde, por cierto– como si dentro llevase la Copa de Europa. Lo que transportaba era casi igual de valioso, un puñado de tipos dispuestos a dejarse la vida ante el Zaragoza. Y la gente fue, claro que fue.
Algunos esperaban delante del Palacio de los Deportes, esa Ballena varada en medio de la ciudad. Otros, en los alrededores del estadio, convirtiendo los aledaños en una previa repleta de gargantas listas para dejarse la voz. A medida que avanzaba la tarde, el jaleo se amasaba a fuego lento. Cánticos, trompetas, el bombo marcando el ritmo y algunas bengalas encendida entre el humo.
A las cinco en punto el autobús verdiblanco apareció y la marea racinguista rugió. «Lo, lo, lo, lo, vamos, vamos Racing», coreaban mientras el vehículo avanzaba despacio, tragándose la presión como podía. A pesar de que la policía había acotado la calle para que el vehículo circulase sin problemas, el autobús avanzaba lento. Con el cronómetro en la mano, tardó siete minutos en llegar desde La Ballena hasta estacionar en la puerta del estadio. Un recorrido que normalmente toma un tiempo ridículamente menor. Entre el humo y el ruido, los cristales reflejaban la intensidad del momento. Desde dentro, los jugadores miraban la escena con esa mezcla de emoción y responsabilidad que da saberse parte de algo grande.
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Cuando bajaron del autobús la grada improvisada no escatimó en gritos de ánimo. Nombre por nombre, uno tras otro, coreados entre aplausos. ¡Arana!, ¡Andrés, ¡Michelin!. Cada uno resonaba más que el anterior. Los futbolistas respondían con gestos, con miradas e incluso con algún aplauso discreto antes de perderse en la puerta del estadio que los lleva hasta los vestuarios. «Que no falte el apoyo, que hay que sumar los tres puntos», decía un aficionado antes de que Javi Montero, el más rezagado del autobús, se perdiese en las entrañas de El Sardinero.
Dentro, el ambiente estaba desatado. No cabía un alma más en el estadio porque las entradas volaron días antes. Las últimas se vendieron a eso de las 23.00 horas del viernes. No era un partido cualquiera, desde antes de que rodara el balón, el Racing ya sabía que no jugaba solo. Y la Gradona se lo volvió a recordar antes de que arrancase el encuentro, porque desplegó un tifo en verde y blanco en que se podía leer ‘Gradona de los Malditos’ junto a un escudo del Racing mientras agitaban banderines verdes y blancos cantando «Racing yo te quiero, te vengo a ver ascender». El Zaragoza contraatacaba desde la esquina opuesta. Una guerra de gargantas que ganaron los racinguistas entonando ‘La Fuente de Cacho’ bufandas en alto. Y así las mantuvieron en los primeros compases del encuentro en buena parte del estadio al son de ‘Santander la marinera’, un homenaje al recientemente fallecido Ángel Tejero, antiguo ‘speaker’ de El Sardinero.
El Racing le daba y le daba. triangulaba, movía la pelota de una lado a otro, buscaba el espacio, volvía a empezar... Pero nada. José Alberto pivotaba sobre los dos pies y alzaba las manos. Le sobraba ya hasta el abrigo y se lo quitó para quedarse en traje y continuar con su baile. En esas se desplegaron dos pancartas, una en la Gradona y otra en preferencia este. El lema, «Derechos para la afición», acompañado de un sonoro «Tebas vete ya, Tebas vete ya, Tebas vete ya».
La primera ocasión clara del Racing arrancó un sonoro aplauso, pero solo eso, porque no supuso ningún problema para Poussin, que la atajó fácilmente. Eso no desanimó a la grada, que no permitía ni un minuto de silencio. Y menos aún cuando Íñigo Vicente cayó al suelo por una falta aparatosa de Kervin Arriaga, que se llevó la primera amarilla del partido. Los minutos pasaban y solo los minutos, porque en el césped poca cosa. José Alberto bebía agua para pasar el mal trago y enseguida se volvía a desgañitar mientras le decía a Pablo Álvarez, su segundo, que hiciera lo mismo. Y surtió efecto. Penalti y el Zaragoza con diez. «Andrés Martín», coreaba El Sardinero mientras el andaluz acariciaba la pelota justo antes de lanzar. Poussin lo detuvo. Una capa de gélida estupefacción cubrió los rostros de los racinguistas. Enmudecieron por unos segundos, los que tardaron en recobrar el aliento. Y de nuevo a la carga. «Racing Santander, solo por ti, solo por ti», al ritmo incansable del bombo y del megáfono.
Tras el descanso, nada más saltar al campo casi se cae el estadio. Pablo Rodríguez fue el culpable. El canario marcó un gol catártico que desató la euforia racinguista. Decibelios por todo lo alto, como para romper un sonómetro. Saltos, abrazos, aplausos, bufandas en alto. «Una ilusión nos persigue, la Primera División» pintó de nuevo la sonrisa en la grada. Un rato después aparecieron pequeñas luciérnagas volando entre el graderío. Eran pequeñas lucecitas que los aficionados movían de un lado a otro como para guiar al equipo. Y vaya si lo hicieron, porque Andrés Martín siguió la estela de puntitos brillantes justo hasta la portería de Poussin. Otro gol. De nuevo el ritual de botes y bufandas. El andaluz terminó de asfixiar a los zaragozanos, que tampoco tenían ya mucho resuello.
Íñigo Vicente se llevó una buena ovación cuando lo sustituyó Sangalli, y lo mismo con Arana cuando entró en su lugar Karrikaburu. No hubo tiempo para más. Tres puntos que echar a la saca en la carrera por el ascenso, que no es poco. Tocaba festejar y se hizo. Los jugadores cumplieron con la tradición y no faltaron a su cita con la Gradona al final del partido. «Si quieres ir rápido camina solo, si quieres llegar lejos ve acompañado», como dice un proverbio africano.
El Sardinero lució ayer sus mejores galas, vivió su sexto lleno de la temporada para recibir al Zaragoza y además obtuvo su mejor registro de asistencia del curso. Un total de 22.007 espectadores. Por debajo de esa cifra le siguen el encuentro ante el Cádiz, con 21.894 asistentes y el choque frente al Málaga con 21.872. Agotar el papel es algo a lo que ya se están acostumbrando los cántabros y que puede repetirse nuevamente ante el Castellón el domingo 13 de abril a las 16.15 horas, gracias a esa ilusión que persigue al Racing.
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